Los secretos tras el oro olímpico de Induráin en Atlanta 1996: "No teníamos ni televisión en el hotel"
Miguel y Prudencio Induráin, hermanos y compañeros de habitación en aquella cita olímpica, atienden a Relevo para contar la intrahistoria de la medalla, el último triunfo del ciclista navarro como profesional.

La noche del 19 de julio de 1996, hace ya 28 veranos, el Centennial Olympic Stadium de Atlanta acogió la ceremonia de apertura de los XXVI Juegos Olímpicos de la era moderna. A esa misma hora, y con un océano de por medio, Miguel Induráin dormía a las afueras de Burdeos para afrontar la penúltima etapa del Tour de Francia, 63 kilómetros de contrarreloj entre la capital de Nueva Aquitania y Saint-Emilion.
El navarro, tirano de las cinco ediciones previas, ahí es nada, apuraba sus opciones en un Tour, el del 96, que terminaría siendo el último de su carrera. "Fue una pena porque para mí ese es el año en el que Miguel ha estado más en forma de su carrera", asegura a Relevo Prudencio Induráin, excompañero de su hermano en el equipo Banesto. "No, no, qué va", discrepa el mayor de los Induráin. "Ese año iba bien, pero no mejor que el 92 o el 94".
Sea como fuere, aquella tarde de julio, y con los Juegos Olímpicos ya en marcha, Miguel completó una contrarreloj sobresaliente, marcó el segundo mejor tiempo —solo superado por un estratosférico Jan Ullrich— y sintió que algo hizo clic. "El Tour salió regular, pero tenía claro que si me salía bien la crono, iría a los Juegos Olímpicos", explica. "Así que eso hice; terminó el Tour, volvimos a casa y enseguida salimos para Estados Unidos".

Lo que quizás no todos recuerden es que Induráin, Miguel, Miguelón, ya había sido olímpico doce años antes, también en Estados Unidos. "Primero fui a Los Ángeles '84, pero no fue muy bien", reconoce con la sonrisa tímida que todavía hoy le caracteriza. "El ambiente olímpico lo recuerdo estupendo, eso sí. Estábamos en UCLA [Universidad de California] y estaban todos. Teníamos diferentes horarios, pero comiendo veías a Michael Jordan, que todavía no era tan conocido, a los nadadores, los atletas. Todos".
Doce años y muchos triunfos después, el navarro hizo las maletas para cruzar el charco y aterrizar en Atlanta a pocas horas de que se celebraran las pruebas de ciclismo en ruta, las primeras de la historia que admitían la inscripción de ciclistas profesionales. El 31 de julio de 1996, Induráin finalizó en 26ª posición la prueba en línea; tres días después, el 3 de agosto, llegaba el momento por el que había viajado a Estados Unidos.
"Aquel año mi objetivo era el Tour, luego el Tour y después el Tour"
Exciclista"Recuerdo que era un circuito exigente, con su repecho, con varias vueltas...". Y con algo más de 52 kilómetros, todo sea dicho. "Los Juegos son un evento bonito, no hay duda, pero la verdad es que tampoco viví demasiado ese ambiente olímpico porque llegamos con todo en marcha y en los días previos a la contrarreloj nos fuimos a entrenar a un hotel que estaba a 60 kilómetros del centro", relata. "No nos enterábamos de nada".
Allí, lejos de la Villa Olímpica, Induráin y el resto de ciclistas de la delegación española mataban las horas como podían. "Entrenábamos en una zona de montañas en la que no estaban muy acostumbrados a los ciclistas, llegábamos al hotel y nos poníamos a ver cómo había ido el día para los deportistas españoles", recuerda. "Lo hacíamos como podíamos, eso sí, porque no había ni televisión. En aquellos años había que pagar y el dueño del hotel no pagaba el servicio [ríe]".
"Por aquel entonces, en el mundo del ciclismo no se le daba tanta importancia a la prueba como ahora, y nada que ver desde luego respecto a otros deportes", valora. "Mi primer objetivo ese año era el Tour, luego el Tour, y después el Tour. Aquello no salió, así que fui a Atlanta a ganar, tanto en línea como en contrarreloj. Si no, no hubiera ido. Y lo hice porque me veía con opciones de poder hacerlo".
Así, tras batir a su compañero Abraham Olano por solo 12 segundos, y ya con la medalla de oro colgando del cuello en un podio que completó el británico Chris Boardman, Induráin vivió, al fin, algo de ambiente olímpico. "Un día después de la contrarreloj fuimos a la Casa España para vivir allí la maratón, que era la última prueba de las Olimpiadas", apunta. "Allí hicimos piña para animar a Martín Fiz [que terminó cuarto, a 36 segundos de las medallas]. A Martín lo conocía ya de antes, porque yo además hacía atletismo antes y es un deporte que siempre me ha gustado mucho".
Sin tiempo para vivir la ceremonia de clausura, Induráin regresó a casa para preparar a conciencia La Vuelta a España que comenzaba un mes después en Valencia. Todavía no lo sabía, pero la de Atlanta había sido su última victoria como ciclista profesional. "En La Vuelta se retiró [bajándose de la bicicleta en Cangas de Onís, camino a los Lagos de Covadonga] y ese año quedó un poco empolvado...", sentencia Pruden, compañero de habitación de su hermano durante toda la temporada. "El oro olímpico, en cualquier caso, fue muy, muy bonito. Como hermano, como compañero y como gregario, nos marcó mucho, aunque a esas alturas Miguel ya no tenía nada que demostrar".