JJOO | ESGRIMA

La medallista de esgrima ucraniana casi se pierde los Juegos por negarle el saludo a una rusa

Olga Kharlan suma el primer metal para Ucrania tras una tensa olimpiada: "El país que aterroriza a nuestro país también está aterrorizando al deporte".

La emoción de Kharlan al ganar su medalla de bronce./AFP
La emoción de Kharlan al ganar su medalla de bronce. AFP
Jonás Pérez

Jonás Pérez

Olga Kharlan, en la disciplina de esgrima con sable, ha conseguido la primera medalla de Ucrania en estos Juegos Olímpicos. Un metal único, emocionante y que es desde ya una de las grandes historias de lo que va de competición. La tiradora rompió a llorar, besó la bandera de su país del casco y le dedicó a su país unas preciosas palabras: "Ucrania, te amamos. Esto es para ti, querida". Fue una hazaña que llegó de milagro, tras una durísima olimpiada, marcada precisamente por su conflicto con Rusia y en la que estuvo a punto de quedarse fuera por negarse a darle la mano a una rival de esa nacionalidad.

En el pasado Mundial, Olga Kharlan decidió no dar la mano a la rusa Smirnova, a la que ganó. La organización, entonces, tomó la drástica decisión de descalificarla de la competición, lo que le impedía sumar unos puntos más que necesarios para competir en los Juegos Olímpicos. La enorme presión que ejerció la comunidad internacional y las plazas comodín entregadas por el COI le dieron la oportunidad de viajar a París y competir no solo por ella, sino por todos los que están sufriendo las devastadoras consecuencias de la guerra en su país natal.

En sus quintos Juegos Olímpicos, Kharlan ha vuelto a dar un ejemplo de superación en lo que sin duda es uno de los días más emocionantes de su vida. Ya rompió a llorar tras alcanzar las semifinales, consciente de lo que podía significar una medalla para su país. Pero perdió en esta ronda ante el delirio del público local con la francesa Sara Balzer (15-7) y tuvo que recurrir a la pelea por el bronce para cumplir su gran objetivo. Lo logró, además, con una remontada intachable. Perdía 3-8 y consiguió imponerse definitivamente por 14-15 (en esgrima no hay diferencia de dos).

Un sueño hecho realidad, pese a que todo se le volvió en contra. Kharlan se convirtió en una de las deportistas más mediáticas del país tras su revolucionario gesto con Smirnova. Un gesto con el que no le importaron las consecuencias, lo hizo convencida. A nivel internacional, su rechazo a la adversaria se convirtió en un fenómeno de masas. Además, su adversaria publicó anteriormente una foto junto a su hermano, que portaba orgulloso el uniforme del ejército ruso. Algo que a la ahora medallista le hizo intuir que no existía una neutralidad con respecto al conflicto.

Ucrania tiró la toalla con la esgrima

La federación ucraniana trató de boicotear aquellos campeonatos en los que se permitiese competir a los rusos, al no entender esa neutralidad ante la guerra. Rusia inscribía en campeonatos a sus atletas, algo que interpretaban como una señal de desafío para dejar a Ucrania fuera de los grandes torneos en los que pudieran competir desde el plano individual.

"Teniendo en cuenta todas las prohibiciones, no puedo clasificarme para los Juegos Olímpicos en competiciones individuales. Para poder llegar a los Juegos, necesito ganar puntos. Necesito participar en todas las competiciones, incluidas el Europeo y el Mundial", llegó a pronunciar Olga Kharlan.

La situación era crítica y la imposición de la federación de no participar si competían rusas o bielorrusas le puso contra las cuerdas. "Estamos ante un país que no solo es terrorista, sino que también comete actos viles. Aparecieron rusos casualmente justo en las categorías que los ucranianos tenían la posibilidad de llegar a los Juegos. No participé por eso", expuso.

Kharlan incluso llegó a hablar con miembros de la federación internacional de esgrima para ver cuál era su posición sobre la expulsión de rusos, que, además, no tienen el nivel suficiente en la disciplina. Pero pronto se dio cuenta de que no había vuelta atrás. Tanto que aseguró: "La decisión no cambiará y no iremos a los Juegos Olímpicos. La esgrima ucraniana no estará en los JJOO. Este es el escenario más probable".

Quién le diría entonces a Kharlan que no, que no solo iría a París, sino que además conseguiría la primera medalla para su país. Sus lágrimas son el reflejo de tres años de martirio, de un tormento, de ver que jamás llegaría. De salvarlo por la campana. Y después lograr la gloria.

La esgrimista sentenció en su día con una desgarradora declaración sobre lo que se vive en su país y como el deporte que le ha dado la vida no supone un vehículo de paz, sino que no hace más que acrecentar la tensión: "Lo peor es que de alguna manera quieren hacernos mirar la guerra de manera neutral. Que vivamos en paz, y no pase nada de esto, que olvidemos todo. Dicen que el deporte en este momento trae paz, incluso cuando nos enfrentamos a los rusos. Pero esto es una completa mentira. Nunca será como antes".

Una eliminación que lo pudo cambiar todo

Sus bronces en Londres y Río, su plata por equipos también en Brasil, su oro en Pekín. La ucraniana tenía el sueño de volver a los Juegos Olímpicos y sumar otro metal a su ya legendaria trayectoria. Esta, por supuesto, era especial, con su familia aún en el país sufriendo cada día el conflicto bélico que Rusia mantiene abierto con Ucrania. Su eliminación en el Mundial desató todo tipo de comentarios y parecía poner fin a su gran objetivo.

Su pareja, el también tirador Luigi Samele, no dudó en sentenciar: "Hoy por primera vez me avergüenzo de ser parte de este sistema". Además, añadió un insulto a Vladimir Putin. Ella añadió: "Hemos comprendido que el país que aterroriza a nuestra nación, a nuestra gente, a nuestras familias, también está aterrorizando al deporte. No quise estrechar la mano de esta atleta y actué con el corazón".

La historia tuvo un final feliz. La plaza comodín y la presión internacional le entregaron el billete olímpico a Olga Kharlan. Y ella lo aprovechó para dar a su país la primera medalla, bajo una atronadora tormenta de emociones. Un metal por Ucrania.