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He encontrado las 10 camisetas más icónicas en la historia del fútbol olímpico: la mitad de ellas no pretendían serlo

Cuando el deporte pide a gritos bajar el volumen de la indumentaria.

Camisetas más recordadas de los Juegos Olímpicos. /RELEVO
Camisetas más recordadas de los Juegos Olímpicos. RELEVO
Alejandro Mendo

Alejandro Mendo

Aunque suele pasar relativamente desapercibido en unos Juegos Olímpicos, esta semana ha arrancado el fútbol en París 2024. Hasta el próximo 10 de agosto, siete estadios en Marsella, Lyon, Burdeos, Saint-Étienne, Nantes, Niza y París acogerán 16 selecciones masculinas (una mezcla de veteranos y noveles) y 12 femeninas (la absoluta) en la lucha por las medallas. La vestimenta del torneo de selecciones no absolutas más antiguo del mundo ha evolucionado desde un pasado de reglas caóticas hasta la actual voluntad por liberar el espectáculo de artificios. Entre aleatoriedad de patrocinadores y restricciones de logotipos, ¿por qué el fútbol olímpico es un soplo de aire fresco para el espectador?

En primer lugar, en comparación con los clubes, las selecciones mantienen cierto prestigio estético. Sus camisetas dejan abierta una rendija hacia ese romanticismo que el aficionado asegura añorar muchísimo, pero que no sabe describir con precisión. Objetivamente, el fútbol de selecciones exhibe menos patrocinadores (las prendas de juego están limpias, de momento) y bombardea al cliente con un menor número de lanzamientos (si echamos cuentas con la ropa retro y prepartido, podría haber sorpresas). No es que los diseños nacionales estén a salvo de la incoherencia del futbolero medio, nostálgico por culpa de las equipaciones que un día le regalaron y desorientado por culpa de las que hoy tiene que sobrepagar, pero la percepción es generalmente mejor.

En el último lustro, las selecciones viven un bonito renacimiento camisetero. Las marcas pueden colaborar con las federaciones con relativa tranquilidad, lejos de la congestión mercadotécnica de unos clubes 'pasarelizados' y obsesionados por vender ediciones especiales que ya no lo son. Además, los fabricantes se benefician de la intrínseca simplicidad de los diseños nacionales y de la ausencia de sponsors en pecho, manga, pantalón o zona lumbar. Por puro contraste, un partido entre selecciones es un paréntesis visual para el espectador en los saturados tiempos que le toca vivir.

El fútbol olímpico da una vuelta de tuerca más. La Norma 50 de la Carta Olímpica estipula que "ninguna forma de publicidad o propaganda comercial esté presente sobre personas, accesorios, prendas de vestir o equipamiento" utilizado por los atletas. La única concesión al marketing es un distintivo del fabricante limitado a "una vez por artículo". Cada día estamos expuestos a un promedio de 5000 logotipos, así que una indumentaria con un solo elemento de marca resulta contracultural y hasta relajante. La sobriedad reglamentada de los Juegos hace que las selecciones vestidas por adidas prescindan de las habituales tres franjas o que Dinamarca elimine el característico chevrón en su camiseta by Hummel. Como está prohibido lucir el escudo federativo, las prendas olímpicas se transforman en una variante esencial de las camisetas mainstream que consumimos en un Mundial, Eurocopa o Copa América.

La trayectoria de los JJ. OO. refleja la mutación del fútbol, del amateurismo de principios del s. XX al profesionalismo mercantilizado a toda velocidad desde los años 90. La actual minuciosidad del COI parece más bien una reacción forzosa ante la cultura del product placement (publicidad por emplazamiento o indirecta que consiste en la inserción de un producto o marca en un evento) que ha ganado terreno al deporte. En esta línea, en 2016 se restringieron los logotipos a 30 cm² y se limitó la narrativa tecnológica de las firmas, que disponen de 10 cm² para vendernos sus tejidos Heat.Rdy, Dri Fit o dryCELL sobre la camiseta. En cuanto al diseño, me gusta dividir la historia de la competición Olímpica en dos fases bien diferenciadas: la de las camisetas que no pretendían convertirse en un icono y la de las camisetas que solo quieren serlo.

Camisetas que no pretendían ser icónicas

El Brasil de los 80 demuestra que los JJ. OO. pueden cuestionar la asociación mental marca-selección más potente. La Canarinha cambió adidas por Topper en 1980 y disputaría los Mundiales del 82 y el 86 con prendas muy valoradas por los coleccionistas. Sin embargo, el COI obligaba entonces a cada delegación a contar con un único patrocinador, por lo que Brasil fue plata en el 84 y el 88 equipada por adidas. En la final de Seúl 88, los diminutos shorts verdes de Romário y compañía y la elegante elástica de la URSS con adornos ochenteros se convirtieron, quizá sin querer, en los primeros iconos futbolísticos de unos Juegos. También Alemania vistió en 1988 una versión especial de su memorable camiseta alternativa verde, que saltó al campo con distinto cuello y escudo entre el 88 y el 90.

Camiseta Brasil y Alemania.  RELEVO
Camiseta Brasil y Alemania. RELEVO

En 1992, Españase colgaría el oro con ropa de la alicantina Kelme, sponsor del COE en lo que bien podríamos denominar un 'momento oportuno en el lugar adecuado' de los patrocinios. Kiko, Guardiola, Toni o Abelardo recuperaron el tono oscuro en pantalón y medias y lucieron un innovador cuello a pico, además del nombre en la camiseta como sucedería en la Eurocopa de aquel verano. La modernidad se podía respirar.

España en los JJ.OO. del 1992.  ARCHIVO
España en los JJ.OO. del 1992. ARCHIVO

Cuatro años más tarde, Nigeria sorprendió al mundo con su estilo desenfadado fruto de una colaboración con Nike que aún produce best-sellers. Las prendas de culto prolongaron su idilio con la victoria ayudadas por la irrupción de talentos precoces como Ronaldo en Atlanta —camiseta Umbro, botas Nike— o Messi en Pekín —vestido por Adidas de pies a cabeza—. La victoria de Argentina en 2004 se produjo con las tres rayas de adidas y el símbolo de AFA sobre la ropa, mientras el oro de 2008 llegaría con un look minimalista sin franjas y un escudo apagado en el corazón. La búsqueda de la simplicidad, impuesta por la Carta Olímpica.

Camisetas de Nigeria y Argentina.  RELEVO
Camisetas de Nigeria y Argentina. RELEVO

Camisetas diseñadas solo para ser icónicas

Las últimas ediciones de los Juegos destapan la fijación de las marcas por crear ropa icónica, un adjetivo que hemos roto entre todos. Conscientes de la repercusión planetaria de los atletas más allá de la pista de atletismo, la piscina o el césped, las delegaciones cuentan actualmente con colecciones de lifestyle.

El fútbol femenino carece de límite de edad en los Juegos, por lo que el torneo ha ido ganando relevancia deportiva y exposición mediática. EE. UU. lidera medallero y tendencias, y su selección (USWNT) ya deslumbró en 2012 con una vistosa indumentaria azul marino con mangas blancas contrastantes y una visitante con barras horizontales rojiblancas, al más puro estilo americano.

Equipaciones selecciones femeninas.  RELEVO
Equipaciones selecciones femeninas. RELEVO

La estrella indiscutible del fútbol olímpico contemporáneo es la indumentaria de Stella McCartney en colaboración con adidas para el Team GB en 2012. La diseñadora se inspiró en la bandera del Reino Unido, una Union Jack modernizada para reconocer de inmediato a la anfitriona. El apartado de las camisetas-bandera no suele aceptar zonas grises; el experimento sale o muy bien o muy mal. En este caso, la peculiaridad del combinado (sin vínculos con una camiseta nacional en concreto) y el diseño memorable no dejan dudas: medalla de oro estética para un equipo con menos suerte sobre el campo.

Equipación Reino Unido.  RELEVO
Equipación Reino Unido. RELEVO

En Río 2016, H&M x Suecia fue una grata sorpresa. El corte sencillo y neutro recordaba la línea básica del fabricante escandinavo y encajaba perfectamente con el mood olímpico. En Tokio 2020, el equipo femenino tampoco vistió como la absoluta, sino con una indumentaria verde lima de la japonesa Uniqlo. Aparcar el amarillo que asociamos a la exitosa relación adidas-Suecia es sin duda arriesgado, pero para muchas marcas la osadía es el primer paso hacia la iconografía. En otras palabras, hay que diferenciarse a toda costa.

Camisetas de Suecia.  RELEVO
Camisetas de Suecia. RELEVO

Recientemente, numerosas tendencias del fútbol de clubes han calado en los Juegos. En 2020, Rumanía involucró al hincha en el diseño de su camiseta, elegida entre un centenar de propuestas (como han hecho Dortmund o Milan, entre otros). También el estampado animal de Nike x Corea del Sur o el uniforme fashionista de Sierra Leona, producido por Labrum, apuntaban a la pasarela como tantos clubes.

Equipación Sierra Leona.
Equipación Sierra Leona.

Japón llega a París 2024 con una dupla de camisetas que proceden del mundo de la moda, una ligera adaptación de las que Yohji Yamamoto ha proyectado junto a adidas para la selección absoluta. El famoso diseñador, que ya ha experimentado con el Real Madrid, sigue fundiendo cultura y césped, simbología nacional y atractivo global, moda y fútbol. La Francia olímpica prescindirá del gallo XL que vimos en sus camisetas de la Eurocopa y, como Brasil y muchos combinados olímpicos, aplicará un logotipo más discreto y de menor tamaño. Como curiosidad, los futbolistas lucirán prendas de calle y prepartido fabricadas por Le Coq Sportif, proveedor oficial de la delegación francesa, y camisetas Nike sobre el campo. Otra peculiaridad de los Juegos, que siguen imponiendo sus reglas… hasta cierto punto.

La extrema sencillez del fútbol olímpico nos retrotrae al pasado, a un tiempo en el que los hilos del balompié parecían estar más sueltos. Las equipaciones bajan el volumen y el torneo se disputa —relativamente, en comparación con Mundial, Eurocopa o Copa América— en la sombra. Algunas de nuestras asociaciones mentales saltan por los aires. Un veterano entre noveles, un comité con diferente patrocinador técnico al de su federación, un escudo simplificado, un logotipo que desaparece. En apariencia, todo es posible en unos JJ. OO. que han sabido aislarse del ruido externo de la industria del fútbol hasta brindar un espectáculo con más sustancia y menos artificio.