Las lágrimas de Tato Mosakhlishvili, el judoca que España no compró a Georgia: "Es un tigre, un alma libre"
Así es el hombre que abandonó el tatami de los Juegos de París 2024 a la carrera, tras la decepción de perder el bronce.

La historia de Tato no se merecía ese final en París 2024. El judoca, que acabó hundido tras perder este miércoles dos oportunidades de bronce en menos 90 kg, la última ante el griego Theodoros Tselidis, abandonó el tatami a la carrera, sin consuelo, tras la despedida protocolaria. La segunda medalla de España, tras la del también judoca Fran Garrigós, se hace esperar.
❌ Otra medalla que se marcha al limbo
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) July 31, 2024
🥉 𝐌𝐨𝐬𝐚𝐤𝐡𝐥𝐢𝐬𝐡𝐯𝐢𝐥𝐢 cae en la lucha por el bronce ante Tselidis y termina cuarto en -90 kg@Paris2024 | #Paris2024 pic.twitter.com/UY2dhfDbSQ
"Si un par de horas antes de la lucha por las medallas le dices que se venga a comer a un restaurante, se viene. Te diría: 'total, hay que comer ¿no?'". La metáfora, cariñosa y llena de admiración, que comparten desde el corazón del judo español, define a la perfección el carácter indomable de Tristani 'Tato' Mosakhlishvili. Un deportista que se ha ganado el corazón de todos.
Tato llegó a España hace cuatro años procedente de Georgia, un país con muchas connotaciones políticas en el que sus judocas se dividen en dos grandes grupos. Uno era el de Niko Shera [que emigró a España junto a sus padres en 2010] y el de Tato, que siguió la estela de Shera para entrenarse con él en Brunete junto al maestro Quino . Del otro grupo georgiano emergió el extraterrestre Lasha Bekauri (oro olímpico en Tokio y número uno del ranking), el rival que el destino le puso en las semifinales de los Juegos de París 2024 , y con el que perdió tras una igualadísima contienda. Fue el primer revés, más esperado, luego vino el griego y la decepción final.
En el caso de Tato, España 'no intentó comprar' a Georgia un medallista, ni mucho menos. En un país con talento judoca a raudales, Mosakhlishvili no era un puntal, sino un canterano. Georgia tiene tanto fondo de armario en judo que cualquiera que no esté feliz defendiendo sus colores obtiene casi en el acto una carta para representar con libertad a otro país. A su federación le da igual porque para ellos defender los colores de Georgia es lo más grande. El que no quiera, peor para él, carta blanca.
En España Tato, que acudió a los Juegos de Tokio en calidad de uke (una suerte de sparring) de Niko Shera, obtuvo la nacionalidad española por carta de naturaleza en 2022. Desde su primera vez con la delegación patria, el 1 abril de aquel año en el Grand Slam de Antalya, mostró una madera de ganador que confirmó con el quinto puesto en su primer Campeonato del Mundo en Taskent (Uzbekistán). En su federación se dieron cuenta en seguida de que era un judoca de otra pasta. Un hombre que sale al tatami con "más ganas de ganar que nadie y con ningún miedo a perder". Es como un tigre, antes del combate es una pérdida de tiempo hablarle de táctica.
Su español, perfecto y lleno de matices, puede llevar a engaño sobre su personalidad. Tato no tiene miedos de ningún tipo, más asociados al carácter latino, sino que actúa por instinto, como buen judoca georgiano. Lejos de la meticulosidad de otros deportistas, él vive minuto a minuto y disfruta de cada momento. Así lo demostró en la ceremonia de inauguración, en la que lució torso desnudo en la lluviosa tarde en el Sena, o en el imperial Champs-de-Mars Arena este miércoles, donde paró a un voluntario y le espetó en la previa de un combate: ¿"Tienes una barrita de cereales?".
Sus éxitos en el deporte están asociados a España, país en el que su judo, cimentado en un portentoso físico, eclosionó. No en vano, ya fue bronce en el último Mundial celebrado en Emiratos Árabes en mayo. Sus compañeros eligen siempre a un animal en particular para definirle. "Es un tigre, un alma libre", dicen desde París. Y así llegó el día, hace un año, en el que el Tato decidió salir de la jaula compartida en Brunete con Niko Shera para emprender un nuevo proyecto en el CEAR de Valencia, a las órdenes del exjudoca olímpico Sugoi Uriarte.
En la ciudad del Turia Tato se entrena con un uke ucraniano, el refugiado Anton Shuhalieiev, que le ha acompañado a los Juegos de París. Pero el judoca tiene dificultad para encontrar rivales que le aguanten y está in itinere buena parte del año para medirse a otros deportistas de mayor empaque: Alemania, Georgia (donde entra y sale sin problemas)... Su look, adornado a menudo con crucifijos gigantes, al igual que su personalidad tienen una denominación de origen clara. No se le conocen estudios en la actualidad, pero todo su entorno destaca su enorme capacidad e inteligencia. La universidad de la vida, la más importante.
El disfrutón de la estepa celebra las victorias más que nadie y llora en las derrotas como el que más, pero a los 10 minutos pasa página. Este miércoles en París dio muestras de ello tras la contienda ante el heleno. Hundimiento y recuperación al rato. En su Instagram aparece una cornamenta de un animal con varias de sus medallas colgadas. La medalla olímpica tendrá que esperar para ser colgada, pero en su entorno nadie duda de que llegará. Porque, en Georgia o en España, la cabra tira al monte.