Ai Tsunoda, la judoca de tres almas que se rapó la cabeza para romper con el pasado: "Respeto a mi rival porque sé lo que es ser estrangulada"
De madre francesa y padre japonés, la judoca española llega a París 2024 con un equipo más que simple. "No tengo psicólogo, ni nutricionista, ni preparador físico, ni fisioterapeuta".

Su nombre, Ai, significa amor en japonés. Dulce, ¿verdad? Fuera del tatami sí, pero abandonad toda esperanza cuando se pone el judogi. "¡Pum!", resuenan las paredes del CAR de Madrid cuando Ai Tsunoda tumba a Ismael Blázquez en un entrenamiento. "¡Pum!", retumban las colchonetas, con el sparring sudando y volando de lado a lado. Vista a un par de metros, la judoca se mueve a tal velocidad que parece un videojuego.
"Rutina y perseverancia, cada día. Está aquí. Pum, pum, pum", dice Ai Tsunoda llevándose la mano a la sien. Todo está en la cabeza. "Pum, pum, pum". Dice tres veces, como sus tres almas. Porque Ai Tsunoda es española, japonesa y francesa. Un cóctel perfecto mirando el horizonte: tiene la cultura japonesa del judo corriendo por sus venas, los Juegos Olímpicos son en París y la medalla sería para España.
"No tan rápido", frena la judoca. "Los Juegos no es algo que me quite el sueño", dice, pero lanza un aviso: "Yo cuando voy a una competición, quiero el oro y cuando no lo gano me voy triste".
El judo le viene de la cuna
Ai Tsunoda Roustant (Lérida, 19 de abril de 2002) nació casi con el judogi puesto. Su abuelo Makoto era judoca y fue el profesor de su padre, Go, que con el tiempo se hizo entrenador: dirigió al equipo británico en los Juegos de Londres 2012 y actualmente entrena a judocas rusos. Su madre, Céline, también fue judoca y además es su entrenadora. Su sombra, su confidente.

Sus padres visitaron España para unas vacaciones y les gustó tanto que se instalaron en Lérida, donde abrieron un dojo. "Mis padres me dicen que hacemos judo para estar de pie solos y saber bien cómo eres. El judo es como vivo yo, como vivimos nosotros", señala Tsunoda. El judo como filosofía de vida. Los golpes. Recibir, caer y levantarse. Dar la mano. Mostrar respeto.
"El judo es un deporte de combate, recibes, hay caídas, tiras, puedes estrangular, inmovilizar, pero también recibes. Sabes que duele muchísimo. Yo sé lo que es recibir, ser estrangulada y caerme. Tienes que tener respeto a la otra persona", insiste. "Cuando pierdo, pongo la mente tan en blanco que a veces le pregunto a mi madre si he saludado bien a la rival. No puede ser que naturalmente me salga no saludar porque así es como eres tú bajo presión. Si eso me ocurre, tendría que cambiar".
Directa a la cima
Ai Tsunoda no tiene muchas veces ese problema. Porque ella es más de ganar que de perder. Es doble campeona mundial y europea en categoría junior, ha subido al podio en seis Grand Slam y su nombre cada vez suena más fuerte en la élite. Además, en abril se colgó un bronce en el Europeo absoluto, cimentando su candidatura a una posible medalla en París 2024.
"Por un lado, estoy contenta porque si la gente piensa que yo tengo un porcentaje alto de ganar, debe ser un poco real. Pero por otro, hay presión", asegura la judoca, a la que dos derrotas seguidas nada más acabar el confinamiento la transformaron de arriba abajo.

Como hace habitualmente, Ai envió un vídeo de los combates a su padre y a su abuelo. Ella creía que había perdido porque su rival había sido mejor, pero no. "Estaba buscando excusas", recuerda. "Ser condescendiente no me lo perdonaría, sería mentirme a mí misma". De la pandemia emergió una nueva Ai Tsunoda: quería romper tanto con el pasado que hasta se rapó la cabeza.
Desde entonces, rara es la competición en la que Tsunoda no está peleando por el podio. ¿Y los Juegos? "Claro que es una competición especial, pero nunca me he imaginado llegando a los Juegos", responde. "Para mí el judo es una forma de vivir, hasta dónde puedo llegar, cómo quiero ser. Si durante mi camino llegan medallas, bien, y quiero la medalla de oro. Pero mi meta no es la medalla. No es una montaña y arriba hay unos Juegos Olímpicos y una medalla de oro. Es más un proceso: mejorar cada día".
En ese proceso, Tsunoda camina prácticamente sola. Con la ayuda de su familia, sí, pero sin nadie más. "No tengo psicólogo, ni nutricionista, ni preparador físico, ni fisioterapeuta. El judo es estar de pie y solos. Yo sé cómo está mi cuerpo, cómo trabaja mi cabeza..."
Y su cabeza trabaja sin parar. Sobre todo durante las competiciones. "Yo desde la noche anterior apago el móvil, lo pongo en modio avión para que no me llegue nada. Y aunque pierda o gane, no enciendo el móvil hasta las 9 de noche. Y cuando pierdo, necesito estar sola, digerir que he perdido. Necesito sentir al 100% esa moción, digerir todo y después llamo a mi padre".