JJOO | JUDO

Tsunoda se queda corta y sale volando para perder la medalla de bronce

La española cayó derrotada por Ippon en el combate que daba acceso a la presea contra la austriaca Polleres.

Tsunoda saluda a Polleres tras su derrota. /EFE
Tsunoda saluda a Polleres tras su derrota. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

El judo tiene mucho de liturgia. Los saludos rituales, el respeto, el kimono, el tatami, el gesto serio como si alguna tormenta estuviese a punto de desencadenarse. Ai Tsunoda es campeona junior, una de las grandes promesas de todo el deporte español. No es muy alta para su categoría, pero sí fortísima y hábil. Con 22 años son sus primeros Juegos. Y en ellos ha demostrado que no está muy lejos, pero todavía no está ahí. Sus derrotas contra Matic primero y Polleres después la dejaron con esa extraña sensación de estar cerca, pero quedarse por el camino. Quinta posición, no está mal, pero no es suficiente.

Ai Tsunoda sabe todo sobre el ritual, aunque solo sea porque lleva una vida entera con un judogi y encima de un tatami. Es posible que ni siquiera tuviese una opción, su madre, su padre y su abuelo son todos judokas, construyeron un imperio multinacional hasta llegar a Lérida, donde nació Tsunoda.

La judoka —hija de francés y japonés— fue construyendo poco a poco su camino en estos Juegos de París. El judo en el gran evento es estresante, un día entero en el que se suceden los combates y las esperas, se ve como poco a poco van cayendo los rivales. Son muchas horas de trabajo que se pueden ir al traste en unos pocos segundos. Tsunoda se encontró con esa realidad cuando había transcurrido un minuto y 47 segundos de su último combate, el que le hizo perder la medalla finalmente.

Fue un sumi-gaeshi la llave que la condenó. Un ippon, la puntuación más grande, el equivalente a un ko en otros deportes de combate. La austriaca aprovechó la inercia con la que Tsunoda la empujaba, subió la pierna, elevó a la española por encima del tatami y consiguió que cayese con la espalda en el suelo. Buena suerte, ciao, adiós.

El día para Tsunoda había empezado en octavos de final con la eslovena Pogancik, a la que derrotó por waza-ari con un espectacular seoi-nage, una llave de lanzamiento. Con eso se aseguraba una repesca, aunque las cosas pronto se iban a tornarse más difíciles.

En cuartos se cruzó contra la croata Barbara Matic, la mejor de la categoría. Fue un combate complicado, trabado, duro en cada uno de sus segundos. La balcánica era más alta y sus extremidades más larga le daban cierta ventaja en los agarres, pero Tsunoda es fuerte, tiene un tren inferior duro y se defendía. El problema fueron las penalizaciones. Primero, llegó con dos shido al final del combate. Uno más en la técnica de oro la condenaba y eso fue exactamente lo que pasó. Un kumikata defensivo fue la tercera amarilla. Le tocaba olvidarse de las dos medallas más grandes y pensar en la repesca. Aunque era una derrota, haber igualado un combate con una judoka de esa categoría daba grandes esperanzas ¿por qué no conseguir el bronce en la revancha?

En el cuadro alternativo, el del repechaje, se encontró a Nizo, y en este deporte Japón tiene un peso. Pero Tsunoda fue mejor, la fue arrinconando y sacándola penalizaciones. La tercera llegó, cómo no, en la técnica de oro. Con eso se iba a la final de consolación, al final del camino esperaba el bronce. Y dejaba a Japón, una tarde más, sin medalla en el tatami.

Pero Polleres, que es la tercera de la clasificación mundial, se hizo enorme cuando la medalla ya estaba cerca. Dominó mejor los nervios y las inercias, entendió que con cierta calma sería mucho más capaz de afrontar lo que venía por delante. Fue mejor, más decidida, más experta, más capaz de imponerse en la tensión de los Juegos.

Tsunoda, con su cabeza rapada y su mirada perdida, tiene el futuro para ella. Ya sabe lo que son unos Juegos, ya es consciente del trabajo que tiene que hacer para volver al mismo lugar y, con más bagaje, no perder la concentración, no cejar en el empeño, conseguir que su habilidad brille por encima de sus rivales. No es el momento todavía, pero el futuro es brillante para ella.