Una lección de humildad y una noche que ni Phelps convierten a Marchand en el rey de los Juegos
El francés suma ya tres títulos y va camino del cuarto. En los 200 mariposa venció a Milak, que se creía imbatible en esta prueba.

Léon Marchand puso en pie la piscina de La Défense con dos actuaciones memorables, inolvidables para él y para los presentes, quienes disfrutaron de la emoción de unos Juegos Olímpicos en su máxima expresión. El plusmarquista mundial y campeón olímpico de 200 mariposa Kristof Milak, el hombre nacido para esta prueba, quien la dominaba con mano de hierro, se quedó perplejo y ahogado cuando tocó la pared y vio cómo el francés había llegado antes y el recinto rugía como una bombonera, y Marchand lo celebraba con la adrenalina del que se siente inmortal (1:51.21). Eso era a las 20:40. Pero es que apenas dos horas después llegó otro mordisco a la historia, el tercer oro de un nadador llamado a marcar una época en lo individual como Phelps, aunque tenga diferencias en el perfil. Sucedió a las 22:34 en los 200 braza.
"No es tan potente como Phelps. El francés es más de poseer una capacidad aeróbica máxima más elevada, y eso le permite nadar distancias grandes o que pueda ganar en una tarde un 200 mariposa y un 200 braza. Ese es el enfoque. No le supondrá desgaste", comentaba antes de la exhibición el técnico español José Antonio del Castillo. Dicho y hecho. Si Marchand fuera estadounidense en la época de Phelps podría salir de París con siete medallas, incluso todas de oro, un dato que habla de la magnitud de un nadador único. Su exhibición en los 200 braza fue de otro planeta. Fuera de combate el chino Qin, Marchand batió el récord olímpico y el de Europa con 2:05.89 en una noche para el recuerdo. Nunca antes un nadador había ganado dos pruebas tan distintas e individuales en unos Juegos, de tanto calado, ni Phelps, que alternaba pruebas con relevos a otras individuales en su programa.
Cuando apenas se han consumido cinco días de los Juegos, París ya tiene su rey. El que esperaba. Y la natación a su Dios. Y aún le quedan los 200 estilos, donde es el favorito para conseguir su cuarto oro individual en unos Juegos, algo que está al alcance de muy pocos, solamente Phelps, cuyo nexo es Bob Bowman, el entrenador de ambos, el gurú que sabe exprimir todo lo que tiene un talento innato, hijo de nadadores, amigo de Kilyan Mbappé, de quien le copia hasta el entorno. En el relevo 4x100 estilos tocará también chapa.
El francés, más allá de sus oros, ha dado una lección de humildad, especialmente a Kristof Milak, el húngaro que se creía imbatible en los 200 mariposa, que entró a la piscina mirando al público desafiante, y que ha protagonizado en el último año y medio una de las historias de los Juegos. Encajó Milak el golpe. Esbozó una media sonrisa y saludó al francés, se fotografió con él y fue condescendiente con el medallista de bronce, el joven canadiense Ilya Kharun. Pero la historia de Milak fue una derrota del orgullo ante la humilidad de Marchand.
«El orgullo es su gasolina», aunque esta vez a Milak no le llegó
Hace una semana, se encendieron todas las alarmas en la delegación de Hungría cuando Milak, una de las opciones a medalla más firmes en la piscina, no acudió al aeropuerto. Se amplificaron más cuando su entrenador, Balazs Virth, declaró que hacía una semana que no lo veía ni se comunicaba con él. Nadie sabía donde estaba el campeón olímpico y plusmarquista de los 200 mariposa, uno de los mayores talentos que ha dado Hungría y una de las personalidades más taciturnas, quien no regala ni una sonrisa, hace peinetas a los periodistas y no habla con nadie, pero cuando se calza un bañador no hay que lo pare. Hasta la noche del 31 de julio. Un día que se puede declarar una fiesta nacional en Francia porque su nuevo ídolo, Léon Marchand, se colgó su segundo oro en un Centro Acuático de La Défense que se vino abajo con una prueba inolvidable, de aquellas que hace afición y que marca el futuro. Y con una lección de humildad.
"Milak tira de talento, es un tío con mucho orgullo, y esa es su energía. Va a contracorriente"
Marchand conquistó el récord olímpico con un último 50 espectacular después de aguantarle el pulso a Milak, y confirmó todas las teorías de la natación, aquellas que recogen que para ganar medallas hay que seguir un plan estajanovista. El húngaro no lo hizo por mucho talento que le llevara a la plata. Ha vivido este ciclo en silencio. Sin comunicarse con nadie. Sin acudir durante semanas a la piscina Duna Arena de Budapest. Y finalmente lo ha pagado ante la determinación del alumno de Bob Bowamn: "Milak tira del talento. Es un tío que tiene mucho orgullo, lo ves en la piscina, y creo que esa es su energía. Le gusta ir a contracorriente, eso le da gasolina. La escuela húngara tiene una base de entrenamiento brutal y eso le ayuda. Ganar un 200 mariposa en casa de Marchand le da un punto de motivación", explica José Antonio del Castillo, quien recientemente pudo verlo de cerca en el circuito Mare Nostrum disputado en la piscina del CN Sant Andreu.
Los nadadores temen el último año de los ciclos olímpicos. Hay estrés, primero, y muchas horas de tragar cloro o levantar pesas. Se cuida la alimentación, el trabajo con el biomecánico, se realizan las concentraciones en altura, se doblan las sesiones y se intenta mantener una planificación ordenada. "No quiero entrar en el análisis de esto, pero en los casi sesenta años que llevo en el negocio, nunca había visto algo así", explicaba el director técnico húngaro. Marchand le dio una lección de humildad porque ha vivido por y para estos Juegos, ha visualizado cada prueba, ha cuidado todos los detalles, y ha logrado el oro más difícil, y el más aplaudido. Milak suma otra medalla y le quedan los 100 mariposa, pero aprendió que con la autoconfianza no es suficiente.
Marchand bate a nadadores de época y se consolida como el nadador del momento. Tiene cosas de Phelps, como ese 400 estilos del que ya posee el récord mundial, o ese 200 mariposa que también demostró que lo tiene al caer. Pero le añade una braza única. No ganará tantas medallas. Pero los Juegos de París son los de Marchand como los de Munich fueron los de Spitz o los de Pekín los de Phelps.