Las (pen)últimas brazadas de la leyenda Adam Peaty terminan de color de plata
Mel Marshall, su entrenadora de siempre, dejará su relación cuando terminen los Juegos para irse Australia, un síntoma más de que su carrera toca el final.

Son las últimas brazadas olímpicas de un deportista singular. Adam Peaty nunca fue uno más, desde muy joven demostró un talento tremendo para la braza, una capacidad casi inigualable en una prueba, los 100 metros, que le hizo grande. Si solo fuese eso ya sería mucho, por supuesto, al final esto es deporte y el éxito se demuestra con números, pero no es así. Peaty es un ídolo nacional, un referente para sus compañeros, un innovador de la preparación física, un nadador reivindicativo... es una lista larga. De París se va con una plata en su prueba fetiche. Bien, pero nunca suficiente para quien se acostumrbró a ser el mejor.
No ha dicho todavía que se vaya del todo, es posible que siga nadando, pero hay algunos síntomas que apuntan al final. El más claro es que Mel Marshall, su entrenadora, ha anunciado que se marchará a Australia cuando terminen estos Juegos Olímpicos. Llevan una vida entera mirándole desde la orilla de la piscina y considera que ahora es "el momento justo" para aceptar una oferta que la llevará al otro lado del mundo.
Cuando Peaty se vaya definitivamente los homenajes en el Reino Unido serán como los de Murray, otro innovador que no tuvo miedo a que le entrenase una mujer, una anomalía en el deporte mundial. Es evidente que la cosa funcionó, Peaty tiene seis medallas olímpicas, tres de ellas de oro, dos individuales, en su prueba. No consiguió el triplete por dos centésimas. En algún momento de su carrera las 20 mejores marcas de la historia en la prueba eran suyas. Eso es dominar y lo demás monsergas.
Es un tipo exitoso, pero el éxito siempre es un concepto superficial. Peaty sabe el coste que tiene la exigencia del deporte de élite porque él mismo sufrió una fuerte depresión que le mantuvo casi un año lejos de la piscina. El británico tiene un déficit de atención por hiperactividad (TDAH) y ha confesado haber pasado por episodios de alcoholismo en su carrera. En algún momento de su vida ha sido capaz de combinar la durísima rutina que exige la natación a sus deportistas con una incapacidad para mantenerse equilibrado y tranquilo. Y, en todo eso, seguir sacando éxitos.
It just wasn't to be today but Adam Peaty has redefined British swimming over the last 10 years by showing what is possible. If this is the last time we see him in the 100br he can leave with his head held high - Gold-Gold-Silver is an Olympic record to be incredibly proud of. pic.twitter.com/J11KmIY91s
— pullbuoy (@pullbuoy) July 28, 2024
"Muy poca gente entiende lo que ganar y el éxito hacen a la salud mental de un individuo. No entienden las presiones a las que se someten estos individuos para ganar una y otra vez", ha llegado a decir en sus redes sociales.
Peaty explica que existe en la vida de los deportistas algo parecido a una adicción, una manera de entender el mundo sensiblemente distinta a lo que les ocurre al resto de los seres humanos: "Como atletas, nuestros cerebros están conectados de manera un poco diferente, estamos constantemente persiguiendo una recompensa y trabajando extremadamente duro para conseguirla. Así que es lo mismo en tu vida y cómo llenas ese vacío, especialmente cuando estás lesionado o fuera de temporada, estás constantemente buscando un subidón o una recompensa y muchos atletas luchan con el alcohol".
Entre las cruzadas de Peaty recientemente ha tenido que levantar la voz contra el dopaje. Claro, que están las cosas como para no tenerlo en cuenta. La natación vive con el peso de un caso de dopaje de 23 nadadores chinos cerrado sin sanción tras una investigación. Qin, uno de ellos, era el rival más fiero para el británico, pero terminó hundido en la piscina de La Défense. Con eso encima de la mesa es difícil que no sea un tema de conversación.
"Siempre está en el fondo de tu mente como deportista", explicaba estos días Peaty a la prensa. "Lo que quieres sin duda es juego limpio, quieres ganar con justicia y estar rodeado de gente que viva con esos mismos valores", añadía el bracista, que no quiso darle muchas más vueltas a la historia. Al final, tampoco podía hacer mucho más para solventar un problema que corroe a la natación mundial. "Es algo que no puedo controlar, solo dar mi mejor preparación y no distraerme con algo en lo que realmente no puedo hacer nada". No le venció Qin, sino Martinenghi, un italiano que ha vivido a su sombra hasta encontrar su momento para ser campeón.
Comer por afición: «Me encantan los dulces, soy muy goloso»
Lo de la mejor preparación de Peaty es algo, como suele ocurrir en la natación, casi legendario. Tiene enfoques curiosos dentro de la natación, por ejemplo en cuestiones como nutrición, donde es un poco menos estricto de lo que se suele ver en el deporte profesional.
"Creo que cuando llegas a un punto en el que no disfrutas y no ves el final a la vista, es cuando se produce el desgaste mental y se vuelve más duro que el propio entrenamiento. La nutrición no debe ser más dura que el entrenamiento, creo que debe complementarlo. En mi caso, me encantan los dulces, soy muy goloso, así que si eso me va a beneficiar al día siguiente porque me he comido un brownie y me siento bien, aunque sean 300 calorías... podría comer 300 calorías limpias y sentirme miserable. Sé que no es igual, pero se trata de estar en el estado mental adecuado", explicaba recientemente en una opinión recogida por un interesante artículo de Sciencesport.
Peaty defiende una manera casi artesanal de afrontar el entrenamiento. "No hay una manera fija de saber cuántas calorías necesitas porque hay muchos cambios que afectan a tu metabolismo. Pero en realidad depende de cuál sea tu objetivo y de cómo te sientas en el agua. Hay tanta ciencia ahí fuera y tantos datos, que es genial digerirlos y meterse en ellos, pero nunca hay que apartarlos de cómo te sientes, y cómo te sientes es el factor más importante".
Es tan peculiar que, por las tardes, camina 10.000 pasos. Suena a objetivo común y corriente de gente que quiere mantenerse en forma, pero hay que tener en cuenta que él se ha pasado el día entre la piscina y el gimnasio, comiendo cantidades pantagruélicas y con unas cargas de trabajo descomunales.
Igual todo eso está cerca de parar. Su entrenadora se marcha y en diciembre cumplirá 30 años, una edad que en un nadador no indica juventud. Cuando eso ocurra, cuando decida marcharse, dejará tras de sí mil récords y un legado. Nadie en la natación olvidará nunca a Adam Peaty.