OLIMPISMO

El legado de Samaranch padre no ayudó a su hijo a alcanzar la presidencia: "Cuando llegó, la caja solo tenía 200.000 dólares"

José Manuel Sotelo, jefe de prensa del COI en sus tiempos, y Juan Manuel Surroca, su biógrafo, recuerdan las luces y las sombras de una presidencia que cambió para siempre el deporte.

Juan Antonio Samaranch, el día que defendió la candidatura de Madrid. /ARCHIVO
Juan Antonio Samaranch, el día que defendió la candidatura de Madrid. ARCHIVO
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Entender a una persona como Juan Antonio Samaranch Torelló (Barcelona, 1920-2010) obliga a realizar varios saltos al vacío, ponerse en lugares que no solo ya no existen, sino que parecen casi irreales cuando se enuncian. Hoy el movimiento olímpico produce 7.000 millones de euros cada cuatrienio, pero lo que se encontró el español al llegar a Lausana por primera vez era una institución más cerca del cierre que de una segunda juventud.

"La dificultad principal era que en la caja del COI solo había 200.000 dólares", recuerda José Manuel Sotelo, que trabajó codo con codo con Samaranch llevando la comunicación del Comité Olímpico. Estrechísimo margen económico para llevar a cabo un proceso que tenía que revitalizar unos Juegos que estaban en franca decadencia. La edición de Montreal, en 1976, había sido una catástrofe financiera y, con un boicot de los países africanos, el prestigio de la cita había decaído. Unos meses más tarde se iban a realizar unos nuevos Juegos en Moscú, también con un importante boicot, en este caso de todo el bloque capitalista.

El movimiento olímpico, en aquel mes de junio, le dio las llaves a Samaranch y él, a diferencia de sus predecesores, decidió que ser presidente no implicaba únicamente ser el rostro de la organización, sino que tenía que dirigirla activamente. "Asumió que era presidente ejecutivo", recuerda Sotelo y eso significó orillar a Monique Berlioux, una personalidad arrolladora que, hasta ese momento, hacía y deshacía a su antojo.

Samaranch sobre la victoria de Coventry: «Es un resultado contundente». EFE

Samaranch llegaba al gran momento de su vida, pero lo hacía bastante preparado, llevaba rumiando la historia casi una década. "Él en el año 71 publicó un artículo en la Academia Olímpica de Atenas, que luego lo publicó Deporte 2000, en el que de alguna manera él exponía cómo creía que el Comité Olímpico tenía que evolucionar para poder superar la situación que estaba. Y de hecho, un poco, lo que hizo cuando accedió a la presidencia", explica Juan Manuel Surroca, que colaboró en una de las biografías más completas del dirigente deportivo.

El español había hecho una carrera en el deporte español dentro del régimen de Franco, algo que los medios anglosajones, que nunca le tuvieron gran estima, resaltaron en muchas ocasiones e incluso lo siguen haciendo cuando hablan de su hijo. El último gran cargo que ejerció antes de llegar a la presidencia fue la embajada en Moscú, un puesto delicado, pues fue el elegido para abrir relaciones diplomáticas con un país que, hasta la llegada de la democracia en España, era poco más que un enemigo. Ese periplo en la URSS le permitió atar una serie de relaciones que serían imprescindibles tanto para su elección como para todos los cambios que hizo en el movimiento olímpico.

Samaranch, el día de su elección.
Samaranch, el día de su elección.

Dar la vuelta al olimpismo como un calcetín

Y, al llegar, cambió todo lo cambiable. "Una de las primeras cosas que hizo fue poner a mujeres como miembros del COI, en concreto dos mujeres. Un año más tarde hubo un congreso en Baden-Baden en el que creó la comisión de deportistas, que desde entonces ha sido algo muy importante", relata Sotelo.

Lo que llegó, en los 20 años posteriores, fue toda una explosión de los cimientos del olimpismo para ir remodelándolo como una institución adaptada a los nuevos tiempos. Surroca tiene un decálogo de lo que son los principales hitos del gobierno de Samaranch: la diplomacia olímpica, la unidad del movimiento olímpico, la transformación del programa, el profesionalismo —tremenda historia—, las fuentes de financiación, la solidaridad olímpica, la presencia de la mujer en el COI, la lucha contra el dopaje, la creación del TAS y la sostenibilidad.

En un listado no parece demasiado, no más de un párrafo, unas pocas letras, pero entre coma y coma hay un concepto que costó muchísimo sacar adelante. Sotelo, el guardián de sus palabras, recuerda cuáles fueron sus cualidades personales para tejer todo ese cambio: "Visitó todos los países del mundo, que era un empeño muy muy personal, 200 países. Él tenía unas habilidades interpersonales increíbles, unas grandes dotes de comunicador y ya ni hablamos de sus condiciones diplomáticas. Tenía ese talento".

Un ejemplo de la transformación económica, contado por Surroca: "El tío no tenía prácticamente más que telarañas en sus arcas y él fue muy hábil con dos temas, fundamentalmente el tema de los derechos de televisión y el programa Top, el The Olympic Program, que era una serie de patrocinadores que tenían exclusividad para los Juegos. Fueron las dos claves para que los Juegos se convirtiesen no solo en el evento más impactante a nivel mundial, sino también en una fuente económica tremenda. Parte de estos derechos son los que permitieron potenciar también solidaridad olímpica, que es la que ha hecho ese gran trabajo de ayuda, sobre todo de esos países que tenían pocos recursos para la formación de sus deportistas y de sus técnicos".

La universalidad del deporte, de los Juegos, donde hay campeones de pequeñas islas del Caribe o recónditos lugares de África, no sería posible sin aquella inyección económica. Samaranch, conocido por su capacidad negociadora, logró embarcar en aquella nave que se hundía a algunas de las mayores marcas del mundo. Ahí estuvo Horst Dassler, de Adidas, y también otras firmas de renombre como Coca Cola o Xerox.

Quizá lo más importante, más allá del tema obvio de la supervivencia, era el hecho de que no podían disputar los Juegos profesionales, algo que hoy parece lejano, casi absurdo. "El olimpismo estaba en una hipocresía absoluta del amateurismo marrón, entre comillas, mientras los países socialistas tenían a sus deportistas totalmente profesionalizados a través del ejército y tal, con lo cual era la tapadera para poderles pagar. Nadie era profesional, pero todo el mundo cobraba", explica Surroca.

Samaranch decidió dar carpetazo a aquello, no sin oposición, pues el movimiento olímpico, de cierta raigambre aristocrática y en el que primaba un cierto clasismo, no terminaba de entender que tras los anillos podían también caber Michael Jordan, Miguel Indurain o Steffi Graf, por poner ejemplos de deportistas que brillaron en el tiempo del español en el COI.

Esa capacidad de poner en una mesa a quienes no son solo rivales, sino enemigos, tuvo importantes éxitos. Él fue capaz, por ejemplo, de que compitan en los Juegos tanto China como Taiwán, aunque ambas reclamen ser el mismo país, e incluso fue capaz de llegar a acuerdos entre las dos Coreas antes de la celebración de la edición de Seúl, en 1988.

Los recuerdos de Sotelo sobre aquellos días dan cuenta de la capacidad diplomática de Samaranch. "Yo estuve allí en Pyongyang en uno de esos viajes y recuerdo un momento crítico cuando hubo un atentado de un vuelo de Corean Air, que murieron más de 100 personas y decían que habían sido los norcoreanos para impedir los Juegos. Él consiguió que esos Juegos pasaran a la historia como los últimos de la Guerra Fría, puso fin a la era de los boicots. Aquello parecía que iba a ser como Múnich72, cuando el atentado. No fue un destino nada agradable, nos costó mucho, los norcoreanos pedían muchas más pruebas de las que el COI podía ofrecerle... ". Los norcoreanos no asistieron, pero tampoco hubo un boicot y los Juegos se realizaron sin problemas.

No todo fue perfecto, cualquier historia compleja tiene claroscuros y esta no es una excepción. Samaranch hizo más grande el comité ejecutivo del COI y dio voz a los atletas, pero la transformación final del olimpismo solo llegó por un revés, el escándalo de corrupción en la adjudicación de los Juegos Olímpicos de Invierno de Salt Lake City.

"Cuando pasó aquello hubo la expulsión de algunos miembros, tuvo que coger el asunto en sus propias manos y hacer reformas para apaciguar la amenaza que llegaba desde Estados Unidos, llegó a testificar ante el Congreso, cambió la Carta Olímpica y tuvo que aplicar su diplomacia para aplacar el temporal. Esto fue impresionante, lo vivimos todos como un momento muy complicado, es su momento más bajo", rememora Sotelo.

Aquella falta de transparencia, que se solventó solo en parte, fue aprovechada por el mundo anglosajón para poner a Samaranch en la diana. Esto tiene también otra explicación, la prensa inglesa y americana entendieron el tiempo del español casi como un atropello, un robo a lo que era suyo. No fue solo por él, se juntó una generación entera de dirigentes latinos que, de repente, se hicieron con las riendas del mundo del deporte. Ahí estaba Primo Nebiolo, italiano y emperador del atletismo; Joao Havelange, todopoderoso en la FIFA; los hermanos Vázquez Raña, que dirigían las finanzas y la unión de Comités Olímpicos... demasiada gente que no era de los suyos.

Esos titulares en la prensa, también algún libro como The Lord of the Rings, muy críticos. "Vyv Simson y Andrew Jennings, los tuve yo 40 veces en la oficina", explica Sotelo. Se llegó a hablar de una demanda por libelo de parte de Samaranch, pero nunca la puso. Una de las bases de aquel libro fue, precisamente, el pasado franquista del español. Que era obvio, sin duda formó parte del régimen, algo que le acompañó para siempre pero que era carta común también de casi todos los dirigentes que hicieron la transición española.

Como le ocurrió a otros líderes mundiales, Samaranch tuvo que lidiar con la caída del bloque comunismo, que era especialmente importante en el movimiento olímpico. Los Juegos de Barcelona también requirieron de meses previos de adaptación y recolocación para que todos aquellos atletas pudiesen participar en un mundo en el que la inestabilidad geopolítica era brutal.

Samaranch lleva la antorcha por los alrededores de Barcelona en 1992.
Samaranch lleva la antorcha por los alrededores de Barcelona en 1992.

También cambió España

Fue, evidentemente, un agente del cambio en el mundo, pero también es importante para entender la historia reciente de España. Primero, en su elección, porque en el año 1980 el país todavía era un sospechoso en la geopolítica internacional, un régimen que se estaba quitando de encima años de dictaduras para intentar asimilarse al occidente más desarrollado. La mera presencia de Samaranch en el concierto mundial acercaba también al país a esas posiciones.

Lo más importante, claro, llegó más tarde, en Barcelona, en los Juegos de su ciudad. Sin él hubiese sido todo mucho más difícil, y el éxito con el que se celebraron no es algo que se pueda dudar. "Transformó la metrópolis de Barcelona en una ciudad de primera magnitud mundial, fue un salto tremendo", explica Sotelo.

Años más tarde, lo intentó también con Madrid. Ya anciano, pero sonriente y con la cabeza intacta, apareció en Copenhague para intentar que la historia se repitiese con Madrid. Manuel Cobo, en una entrevista reciente con Relevo, recoraba lo importante que fue su presencia, y si se estuvo tan cerca fue en parte por él.

Madrid no sucedió a Barcelona, como Samaranch Salisach no sucederá a Samaranch Torelló. Todo lo que el hijo aprendió en casa, acompañando al mayor transformador del deporte en el siglo XX, tendrá que ser aportado en el Comité Olímpico, pero no en la presidencia. Vienen tiempos difíciles para el movimiento, la inestabilidad geopolítica afecta mucho a estas instituciones internacionales. No habrá un Samaranch para llevar el timón, la historia espera a Kirsty Coventry.