La realización, el reparto de los barcos y la lluvia pinchan el globo de París en la ceremonia más criticada que se recuerda
La capital francesa paga el atrevimiento y cierra la jornada inaugural con más dudas que certezas. Para colmo, la bandera olímpica se izó del revés.
Faltaba algo más de media hora para que arrancara la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París y los paraguas se abrieron de golpe. Los periodistas de todo el planeta tapaban los ordenadores como podían y el cielo, gris casi negro, más parisino que nunca, anunciaba que lo peor estaba aún por llegar.
Comenzó la celebración con Zinedine Zidane como protagonista, portando la antorcha por el metro de París —corte de luz mediante— en unos planos grabados que darían paso al directo. Fue entonces cuando las cámaras enfocaron la grandiosa entrada de Emmanuel Macron, presidente de la República Francesa, y Thomas Bach, mandamás del Comité Olímpico Internacional.
La pólvora explotó y los colores de la bandera francesa tiñeron las aguas del Sena en un comienzo a la altura de las expectativas. Sería, eso sí, de lo poco que se salvaría de las críticas durante las cerca de cuatro horas que duró la ceremonia de apertura de los XXXIII Juegos Olímpicos modernos, la primera que se realizaba fuera del estadio olímpico.
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La embarcación de Grecia, país fundador de los Juegos, abrió la veda, y, seguido del equipo olímpico de refugiados, comenzó la terna de invitados por orden alfabético, reservando el último lugar, el de mayor honor, a Francia, el país anfitrión.
Hasta entonces, los fallos en la realización televisiva marcaron una ceremonia con demasiados claroscuros. Ni siquiera las actuaciones de Lady Gaga, Aya Nakamura o Gojira salvaron la papeleta. Rótulos que desaparecían, transiciones que se atascaban e interminables planos fijos con las cámaras empañadas y sin aparente sentido indignaban a quienes veían el desfile olímpico desde el otro lado de la pantalla.
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"Cuatro años dejándolo todo a un lado para preparar estos Juegos Olímpicos y ahora te ves parado bajo una lluvia torrencial, en camiseta de manga corta y cogiendo frío en un barco justo antes de la competición más importante de tu vida", comentaba en X Thijs Zonneveld, reputado periodista neerlandés.
Es un buen resumen de lo visto en las aguas del Sena. París ha querido demostrar mucho, llenar la ceremonia inaugural de sus Juegos de referencias históricas, de música, de actuaciones y de espectáculos que poco o nada tienen que ver con el deporte. Entendible, claro, si uno atiende a las normas que rigen una celebración de semejantes magnitudes. Pero difícil de comprender, en cualquier caso, si se tiene en cuenta que aquí, lo importante, tal vez lo único incluso, son los deportistas.
El pebetero, encendido; y la bandera, izada del revés
Así, después de que el relevista enmascarado navegara las aguas del Sena a lomos de un caballo metálico durante minutos, y minutos, y minutos, la bandera olímpica llegó, al fin, a la Torre Eiffel, destino final de la ceremonia. Detalle menor a esas alturas que se izara al revés.
Tras las declaraciones de Tony Estanguet, director de los Juegos 2024, Thomas Bach y Emmanuel Macron, y después de escuchar el himno olímpico bajo un incesante diluvio, signo habitual de una noche ya cerrada, el fuego de la antorcha olímpica volvió a manos de Zinedine Zidane, que le entregó la entorcha a Rafael Nadal, momento en el que la ceremonia cambió por completo.
Zinedine Zidane passe la flamme à Rafael Nadal. pic.twitter.com/8eamjmWa53
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En lo que serán sus últimos Juegos Olímpicos, el tenista español tuvo el honor de descender con la antorcha, de nuevo, hasta las aguas del Sena, donde zarpó en una embarcación junto a, atención, Carl Lewis, Nadia Comaneci y Serena Williams. Casi nada.
Con la jornada mejorando a cada paso, la antorcha olímpica regresó a tierra, esta vez en manos de Amélie Mauresmo, directora de Roland Garros, que dio el relevo a Tony Parker en el emblemático Museo del Louvre.
A partir de ahí, un buen puñado de deportistas franceses portaron la llama olímpica hasta las manos de la atleta Marie-José Perec y el judoca Teddy Riner, que fueron los encargados de encender el pebetero, ubicado en pleno pulmón de la capital francesa, y prendido con el alma del olimpismo, el inmenso globo dorado voló al cielo de París para inaugurar los Juegos Olímpicos con la emocionante actuación final de Céline Dion. Ahora sí, final a la altura.