Adiós al tenista que se destruyó a sí mismo persiguiendo el nº1
Andy Murray cuelga la raqueta con un palmarés portentoso, tres Grand Slam, 14 Masters 1000, dos oros olímpicos y una Davis. Todo, sin embargo, lo consiguió antes de llegar al nº1.

Los periodistas muchas veces buscamos y rebuscamos hasta en lo más profundo del mundo estadístico para intentar explicar la trascendencia de determinados deportistas. El tenis es una modalidad en la que hay casi más datos que jugadores, y siempre habrá uno o dos que refuercen determinado argumento. Será por estadísticas. Muchas veces, para resaltar la importancia y la influencia de los mejores vamos al historial de otros. Las dichosas comparaciones. De eso sabe, y no precisamente poco, Andy Murray, que puso fin a su carrera este jueves.
El británico ha vivido toda su carrera a la sombra de los tres monstruos, del famoso Big Three formado por Novak Djokovic, Rafael Nadal y Roger Federer. A eso hay que sumar el enorme peso que supone ser británico en un mundo como el del tenis, donde la prensa anglosajona ejerce una presión tremenda ante las escasas alegrías que dan los jugadores de las islas.
Murray fue, de hecho, el hombre que puso fin a una sequía de 76 años sin títulos Grand Slam para el tenis británico. También fue él, con su melena pelirroja y alborotada, el que lloró desconsolado delante de miles de británicos (y millones por la televisión) cuando perdió la final de Wimbledon 2012. Murray, oriundo de Dunblane, un pequeño pueblo escocés, acabaría desquitándose: ganó dos títulos en Wimbledon y reseteó la historia de los suyos.
Con esos andares de Robocop, como si en cualquier momento se fuera a desmontar, con esa entrega y ese derroche de esfuerzo, y con un tenis excelso, Murray fue labrándose poco a poco un nombre en el tenis. Forjado en la Academia Sánchez-Casal de Barcelona, desde donde una vez con 14 años llamó a su madre para decirle que Nadal -ya por aquel entonces se conocían- entrenaba muchas más horas que él y que apenas estudiaba, el chico empezó a dar que hablar en 2008 con la final del US Open y los títulos de Madrid y Cincinnati.
El 2016, cima y final
Murray aterrizó en la élite en un momento en el que era muy difícil asomar la cabeza. Federer y Nadal se repartían todo el pastel y tanto él como Djokovic se tenían que contentar con las migajas. Nole dio el salto definitivo antes que Murray, que tuvo que seguir trabajando en la sombra a la espera de su oportunidad. Después de perder sus primeras cuatro finales de Grand Slam -sumad a eso otras seis derrotas en semis, en la orilla-, parecía que había una especie de maldición sobre sus hombros. En concreto la del tenis británico, que esperaba desde Fred Perry en 1936 para festejar su primer grande.
"Cuando gané Wimbledon por primera vez. Sentía que ya no había nada. Yo jugaba para eso, para ganar Wimbledon. Cuando lo conseguí fue como, 'gracias, señor'"
Murray se quitó todo el peso de la mochila con el título del US Open 2012 y ganaría Wimbledon al año siguiente para repetir corona sobre el césped londinense en aquel 2016 que nunca olvidará. Su temporada 2016 le llevó al cielo y al infierno. Fue, de largo, su mejor temporada, con el oro olímpico de Río 2016 y títulos en Wimbledon, las ATP Finals, Roma, Shanghai, París, Pekín, Queen's, Viena, lo que le valió para alcanzar por primera vez el número del ranking ATP y arrebatárselo a un Djokovic que había conquistado Australia, Roland Garros y cuatro Masters 1000.
Aquello le encumbró a la cima del mundo, pero tuvo que poner semejante esfuerzo en ese objetivo que terminó destruyéndole. Se vació tanto que le costó encontrar la motivación y su cuerpo pagó las consecuencias. El palmarés de Murray antes y después de noviembre de 2016, cuando llegó al número uno, es revelador y explica el peaje que tiene que pagar un tenista para intentar sentarse en la mesa de los mejores. Algo parecido le pasó a Dominic Thiem.
El peaje de mirar a la cara a Nadal, Djokovic y Federer
Antes de que terminara el 2016, Murray había levantado tres títulos de Grand Slam (y había alcanzado otras ocho finales), 14 de Masters 1000 (siete finales más), dos oros olímpicos, una Copa Davis, unas ATP Finals y había alzado un total de 44 títulos. Tenía entonces 29 años y la lógica decía que le quedaba cuerda todavía, que tenía cosas que decirles a los Djokovic, Nadal y Federer.
Desde enero de 2017, su palmarés se reduce a dos títulos menores -Dubái en 2017 y Amberes en 2019- y sólo ha vuelto a pisar las semifinales de un Grand Slam. Su techo en los Masters 1000 es la tercera ronda. Dicho de otra manera: desde que Andy Murray llegó al número uno, desapareció prácticamente del mapa. Estuvo en el número uno hasta agosto de 2017. Tres meses después salió del top ten y nunca volvió. En febrero de 2018 salió del top 20 y nunca volvió. En marzo de 2018 salió del top 30 y nunca volvió.
"Mantener tu motivación y tu concentración por tanto tiempo es difícil", dijo a mediados de 2017 a la agencia AFP para explicar su bajón de rendimiento. "A finales de 2016 puse muchísimo esfuerzo y mucha energía para conseguir un grandísimo objetivo. Ya me pasó cuando gané mi primer Grand Slam y cuando gané Wimbledon por primera vez. Sentía que ya no había nada. Yo jugaba para eso, para ganar Wimbledon. Cuando lo conseguí fue como, 'gracias, señor'. Tienes que resetear tus objetivos".
El calvario de las lesiones
Cuando pronunciaba esas palabras, su físico ya le había mandado alguna señal de que las cosas no iban bien. A mediados de aquel 2017, una lesión en la cadera cambió su carrera para siempre. Se operó en enero de 2018 y volvió a competir seis meses después. Pero los dolores no desaparecieron. Se hundió en el ranking ATP -cayó hasta el puesto 839- y en enero de 2019, harto, anunció entre lágrimas que se retiraba. Otra vez le esperaba el quirófano: le pusieron una cadera de titanio.
Su final no estaba escrito todavía. Sorprendió a todos diciendo que iba a volver, y en su primer torneo, el de Queen's 2019, levantó el título de dobles junto a su amigo Feliciano López. En singles le seguía costando una eternidad. El 2020 se lo pasó casi en blanco y en 2021 tuvo algo más de continuidad, pero apenas le dio para acabar el año en el puesto 134 del ranking.
En 2022 regresó a los 100 primeros y desde entonces se ha mantenido en el top 100 hasta hace un par de semanas. Su cuerpo ya no le permite seguir jugando y recientemente anunció que los Juegos serán su última competición.
Se presentó en París con el objetivo de jugar el singles y el dobles y despedirse para siempre del tenis. Pero su tobillo no aguanta: se tuvo que bajar del singles para centrarse en el dobles. Y en la primera ronda hizo honor a lo que es él, a su historia, salvando cinco match points en un partido épico. Con esa derrota se va un gigante del tenis. Un héroe en Reino Unido y uno de los tipos más respetados dentro del vestuario. Un jugador que empezó a decir adiós el día que alcanzó la cima.