El inicio del traspaso de mando de Nadal a Alcaraz ante los ojos de 17.000 personas
El duelo dejó en la retina una imagen, la del murciano y manacorí, que fue un impacto.

París.- Algún día España podrá hacer una reflexión serena para intentar calibrar la descomunal influencia de Rafael Nadal en su historia y su psiquis. Y para sacar conclusiones no hará falta ver ninguna de las 14 finales ganadas en Roland Garros, tampoco rescatar la mítica definición de Wimbledon 2008 ante Roger Federer.
No, alcanzará con revivir la primera ronda del torneo de dobles de los Juegos Olímpicos de París 2024.
"El que es bueno es bueno", suele decir Nadal. Y ahí está la explicación de lo que sucedió en una noche de frescor casi otoñal a finales de julio, una noche de pura magia en París.
Una sucesión de imágenes para guardar en la cabeza y el corazón. En los primeros minutos se podía ver a Nadal buscando la mirada y la propuesta táctica de Carlos Alcaraz, descubrirlo gritando "¡vamos!" y apretando el puño con la misma pasión de 2005 tras un smash de revés, encontrar en la grada a Ana María, su madre, con Rafael jr. en el regazo. O revisar las estadísticas y confirmar que nunca, jamás, Nadal jugó dobles en Roland Garros.

Lógico, entonces, que el aire de la Philippe Chatrier estuviera cargado de electricidad. El partido se vivía con la expectación y la emoción de una final de Roland Garros, aunque fuera la primera ronda del dobles olímpico.
Porque era una final, quizás el final. Era el inicio del traspaso de mando de Nadal a Alcaraz ante los ojos de 17.000 personas y en el escenario más especial que pueda recordar el deporte español. Y era la síntesis de todo lo que convierte a Nadal en un tenista y un deportista tan especial: es el hombre de la pasión inagotable. Aunque lleve 30 años haciendo lo mismo.
🎙️ @rafaelnadal y @carlosalcaraz explican en Eurosport con @alexcorretja74 los nervios y las sensaciones de la primera vez de 'Nadalcaraz'.#Paris2024 | #tennis pic.twitter.com/L1HQ4UsdAK
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) July 27, 2024
Nunca en su carrera, Nadal había enhebrado tres partidos tan diferentes en la pista que lo proyectó a una categoría inexistente hasta entonces e irrepetible seguramente, la de aquel que es capaz de ganar 14 veces un mismo torneo de Grand Slam.
Final de 2022 con un triunfo arrasador sobre el noruego Casper Ruud; primera ronda de 2024 con una derrota histórica ante el alemán Alexander Zverev; y hoy, 27 de julio de 2024, primera ronda del dobles ganada en los Juegos Olímpicos de París 2024.
Lo que estaba pasando en esa noche de sábado en la capital de Francia no era normal, hasta el último espectador lo sabía.
Y como no lo era, Nadal quería que terminase como casi siempre. Quería, una vez más, ganar. Como en Río 2016, por ejemplo, cuando se llevó el oro olímpico junto a Marc López.
Nadal, dueño de 11 títulos y ex número 26 del mundo en dobles, fue asumiendo el mando en la pareja ante un Alcaraz que apenas se había probado en la especialidad y que no siempre entendía dónde pararse o qué tiro elegir.
Era necesario que Nadal hiciera sentir toda su nadalidad en una pista en la que llevaba jugados 116 partidos con solo cuatro derrotas.

Aunque los rivales, los argentinos Máximo González y Andrés Molteni, son especialistas en dobles. Saben achicar espacios, avanzar a la red, resolver los puntos con economía de esfuerzos.
Lo hicieron también ante Nadal y Alcaraz, que encarnaban toda una paradoja. Alcaraz era el mismo que 48 días antes, en esa misma pista de tierra naranja, había mostrado una autoridad notable para imponerse a Zverev en la final. Nadal, aunque golpeado por el paso del tiempo, es el Nadal que conquistó 14 trofeos allí.
¿Y entonces? El dobles es una especialidad irrespetuosa, no toma en cuenta pergaminos y leyendas del singles, en él rigen otros códigos. Y así, un Molteni que no pasó del 181 en el ranking mundial individual, y un González que apenas llegó a ser 58, les juegan de igual a igual y también mejor a todo un Nadal y todo un Alcaraz.
Un Alcaraz que es humano y tiene 21 años. Hay que escuchar, si no, lo que dijo tras el partido ante la pregunta de si se sintió abrumado al inicio.
"No me imponía Rafa en sí, sino la situación. Al final, la Philippe Chatrier llena, jugar con Rafa en las primeras olimpiadas. Era un momento voy a decir, complicado, de lidiar con los nervios, pero no con la presión. Tenía bastantes nervios al principio, luego conforme ha ido avanzando el partido, los he ido gestionando de una manera más adecuada".
Mientras Nadal jibarizaba a González y Molteni, sacaba simultáneamente a Alcaraz del pozo de las dudas en el que pudo caer. A puro "¡vamos!" e infinitas indicaciones y comentarios lo contagió de pasión y confianza para que juntos, y en París, como debe ser, disparen los sueños hasta quién sabe dónde.