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Nadal se abona a la agonía, pero no se rinde y ya se cita con Djokovic

El jugador español sufrió para ganar en tres sets a Fucsovics (6-1, 4-6 y 6-4) pero también demostró que no está en París para rendirse.

Nadal se abona a la agonía, pero no se rinde y ya se cita con Djokovic
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Es verdad, no es el jugador que fue, no le salen las cosas con la fluidez del pasado. Es cierto, se ve a Rafa Nadal y es una versión menor de sí mismo, un jugador no tan redondo, no tan agresivo, no tan perfecto. No hay duda de que faltan cosas, pero tampoco es difícil ver el reflejo de lo que fue, en él hay un competidor estratosférico, un tenista que huele los nervios del rival y es capaz de apretarle la soga en los momentos indicados.

Fucsovics lo entiende ahora, sabe lo que es jugar en la central de París contra el jugador que hizo de esa tierra el jardín trasero de su casa. Al final Nadal gana, sufriendo pero gana (6-1, 4-6 y 6-4). El sufrimiento no llegó desde el principio, eso sí.

Venían ambos de un primer set en el que el español sí que había desplegado una mejor versión de sí mismo. A Rafa ahora le faltan piernas, stamina, pero los golpes siguen ahí. Durante un buen rato estuvo dominando la escena con suficiencia, castigando a su rival y entendiendo en cada punto lo que necesitaba, que es algo que Nadal ha sabido hacer desde la adolescencia. Hay muy pocos jugadores que hayan sabido jugar mejor a esto, no solo por el despliegue de golpes y movimientos sino por el conocimiento de lo que tiene que hacer en cada momento.

Fue el rato en el que Nadal más se pareció a Nadal, pero a partir de ahí empezó la agonía. Es verdad que una bastante particular, porque en varias ocasiones tanto en el segundo como en el tercer parcial se vio por detrás, perdido, y fue capaz de hacerse grande para difuminar la ventaja del húngaro y equilibrar las cosas. En el segundo set su remontada fue insuficiente, logró remontar un break en contra pero las fuerzas se le fueron para lograr rematar.

En el tercero se encontró contra las cuerdas con 2-1 sacando y 0-40. Era una opción de oro para que Fucsovics cogiese una ventaja y que esta fuese casi definitiva, pero como tantas otras veces, Nadal volvió. Subió un poco el nivel, logró un punto, otro y otro más hasta terminar equilibrando el set y, a partir de ahí, coger impulso y no mirar atrás. Una victoria muy trabajada, complicada, agónica.

Es un problema, porque Nadal siempre ha sido muy capaz de sufrir, de ser el mejor en la agonía, pero la agonía siempre venía en noches de campanillas, y esta vez no era nada parecido a eso. Fucsovics es un jugador normal y corriente, más cercano al 100 que al 50 en el ranking, con algunos golpes lúcidos y carencias evidentes.

De esos en esas mismas pistas ha visto pasar decenas Nadal, a todos ellos los desarbolaba en poco tiempo, como un padre picajoso jugando contra su hijo. La historia de su vida está llena de partidos como ese en el que la derrota no era una opción, ni siquiera una sombra. Pero claro, tiene ya 38 años, el cuerpo no funciona como en el pasado. Ya no es el que era, por más voluntad que tenga, por más ganas que le ponga.

Porque se le pueden poner pegas a su juego, pero no a las ganas. Nadal se ha plantado en París con la carrera hecha, pero llega con ilusión para seguir intentándolo. Es dudoso que lo que ha hecho sea lo mejor para él, lo conveniente para su físico. Viene de jugar poco, de pasarlo mal en Bastad, de lesionarse una vez más en estos días parisinos. Cosas que pasan, estar parado tanto tiempo es una receta casi automática para que cuando vuelves te duela todo. A pesar de todo eso, ahí está, jugando con Fucsovics, sabiendo que no es cabeza de serie y que es prácticamente imposible que se lleve una medalla en este torneo. Pese a todo eso, que son muchas cosas, ha decidido no bajarse de este barco, seguir, seguir y seguir.

Por el camino le ha regalado al olimpismo la opción de un partido contra Djokovic en la central de Roland Garros que sería, sin duda, uno de los grandes momentos de estos Juegos. El tenis no suele ser lo que más llama la atención en el evento pero es imposible que jueguen esos dos jugadores y no les mire todo el mundo. En la presentación del torneo que la ITF hizo en Wimbledon se frotaban las manos pensando en el dobles de Nadal y Alcaraz. Son plenamente conscientes de todo lo que significa, como lo son sin duda también de que la mezcla entre Nadal y Djokovic es un pelotazo.

Es posible que las dudas se mantengan hasta que se juegue el partido. Nadal está renqueante y tiene que pensar antes de cada partido si de verdad no es mejor quedarse en la Villa, esperando, guardando las energías que quedan. Ese cálculo está presente, como no puede ser de otra manera, porque el físico es el que es, pero también ha demostrado Rafa que ha ido a París a jugar, que está haciendo todo lo posible por comparecer en la pista y entregar su mejor versión. Que esta llegue solo a ráfagas, que sea insuficiente, es otra cosa, pero su actitud es la de siempre, la del jugador que no entiende otra cosa que no sea competir.

Si el partido se juega será el serbio evidente favorito, a Nadal le está costando cada punto desde que volvió, no tiene el juego que se requiere para estas grandes ocasiones. Tampoco importa demasiado, la imagen de los dos colosos cara a cara, toda la liturgia que tiene el tenis cuando se juntan los dos, será suficiente esta vez.