Todo lo que Nadal puede ganar y perder al apostar por las dos medallas
El tenista español ha decidido jugar también el individual, donde puede enfrentarse a Djokovic en segunda ronda.

PARÍS.- ¿Tiene sentido que Rafael Nadal juegue el individual del torneo olímpico de tenis? Él cree que sí, pero sabe también los riesgos que la decisión implica. No por casualidad exhibió en público hasta hace unas pocas horas todas sus dudas acerca de si debía medirse este domingo al húngaro Marton Fucsovics, 83 del ranking mundial.
"No siempre más es más; (a veces) más es menos", dijo en la noche del sábado.
Finalmente se convenció de que más es más. Una apuesta a todo y quizás nada. Tampoco es exagerado plantearlo como un a matar o morir.
Si en los últimos dos años Nadal no pudo competir por el trono de tenista más exitoso de todos los tiempos no fue porque su tenis se haya oxidado o porque sus golpes hayan mermado en capacidad de daño y efectividad. No, lo que le falló al tenis de Nadal fue su físico, y lo que lo hizo dudar hasta este domingo es su físico.
Cada vez que logró enhebrar una serie de partidos, su cuerpo le dio señales de que no está de acuerdo con seguir contribuyendo a su pasión de tenista profesional. La última demostración de ello estuvo en Bastad, donde llegó a la final jugando en un nivel discreto para perder con el portugués Nuno Borges, una derrota impensada.
Llegó a París cansado, con el aductor enviando señales de que había que parar, con los callos en la mano izquierda haciendo lo mismo. En esas circunstancias, durante toda la semana la idea en su grupo más cercano fue clara: menos es más.
El plan sugerido era apostar por el dobles junto a Carlos Alcaraz, donde la exigencia física no es un hándicap y la medalla es posible, y dejar de lado un individual que implica desgaste físico y emocional, la posibilidad de nuevas lesiones y el enorme desafío de medirse a Novak Djokovic si gana en el debut.
Cuando supieron que Nadal analizaba no jugar el individual, los fans más recalcitrantes del serbio lo acusaron de tener miedo, de descubrir súbitos problemas físicos una vez que el sorteo lo emparejó con el rival más duro de su carrera.
Pero eso es no conocer a Nadal, quesiempre quiso jugar, que siempre quiere jugar. Y una vez más, como viene sucediendo en el tramo final de su carrera, la ambición de seguir y seguir se impuso a cuánto consejo recibiera. París 2024 es, así, una nueva apuesta de riesgo, aunque ningún sitio más seguro que la pista central Philippe Chatrier, donde en 20 años jugó 117 partidos y apenas perdió cuatro.