Merodeando dentro del búnker de Corea del Norte en la Villa Olímpica en su regreso a los JJOO
El país más hermético del mundo vuelve a unos JJOO tras no participar en Tokio 2020 y Pekín 2022.

París.- Estamos en territorio de Corea del Norte, o al menos en los metros cuadrados de París que le fueron entregados temporalmente para su uso al país más hermético del planeta.
Esta visita al cuarto piso de uno de los edificios de la villa olímpica de los Juegos Olímpicos de París 2024 es todo un acontecimiento en más de un sentido.
Primero, porque no hubiera sido posible ni en Tokio 2020 ni en los Juegos invernales de Pekín 2022. El régimen de Pionyang aprovechó la pandemia para evitar que sus atletas pisaran en julio de 2021 tierra tan conflictiva como lo es Japón, y lo mismo valió para China apenas siete meses después.
Segundo, porque Corea del Norte se caracteriza por ser una presencia ausente en los grandes acontecimientos deportivos. No está dentro de sus intenciones recibir periodistas en su alojamiento. Alcanza con recordar la triquiñuela a la que su selección de fútbol apeló durante el Mundial de Sudáfrica 2010: la concentración del equipo estaba en una zona especialmente conflictiva de Johannesburgo, engullida por uno de los muchos townships (barrios de chabolas) de la ciudad. Muchos periodistas europeos tenían sencillamente miedo de conducir con el auto hasta allí y evitaron ir.

Ho es personal administrativo del equipo norcoreano. Es amable, pero elusivo, mira a los dos periodistas de Relevo entre desconcertado y suspicaz. El "no, no, no" sale varias veces de su boca, aunque finalmente entiende que no hay amenaza en los visitantes, solo preguntas.
La amenaza se corporiza en realidad en una señora de mediana edad y un joven que emergen por un pasillo junto a dos deportistas norcoreanas en un claro diálogo de sordos. Son los encargados del control antidopaje, y la cosa no parece ir bien.
"Es complicado", dice a Relevo la responsable del control, que parece tener las cosas mucho más claras que el joven que la acompaña, autor de una pregunta que deja alucinadas a las deportistas.
"¿DPR... ¿qué es eso, qué significa esa sigla?".
Las deportistas norcoreanas no pueden creer que el joven no sepa lo que es DPRK (República Popular Democrática de Corea) y, con una sonrisa entre irónica y molesta, responden al unísono. "¡North Korea!".
La negociación entre los controladores antidopaje y las deportistas continuaría, mientras Ho se tomaban las cosas con cierto humor. Ante las preguntas acerca de las expectativas deportivas de su país en París 2024, Ho se negó a precisar cantidad de medallas y apostó por una respuesta heterodoxa señalándose el estómago: "Vamos a ganar la medalla a los que más comemos".
Un comentario que no es exactamente la mejor de las bromas para un país que entre 1994 y 1998 sufrió una hambruna que se calcula que mató al menos a medio millón de personas.
Exceso de modestia, también, por parte de Ho, porque unos pocos días después, el tenis de mesa le daría la primera medalla a su país, una plateada. Y ese éxito deportivo llevaría a algo inesperado, algo fuera de control incluso para un régimen tan despótico como el de Kim Yong-un.
La plata llegó este jueves en el dobles mixto, con Kim Kum-yong, de 22 años, y su compañera, Ri Jong-sik, de 24, que tras la ceremonia de premiación pasaron velozmente por delante de los periodistas sin detenerse a hablar.
"Ri, zurda, y Kim, diestro, adeptos a la empuñadura ortodoxa de la raqueta, son totalmente desconocidos para los especialistas de este deporte, que nunca se han cruzado con ellos en el circuito profesional. Sólo se les ha visto en los Juegos Asiáticos de 2022 en Gongshu y en un torneo de clasificación olímpica hace tres meses", destacó Le Monde.
Es habitual que los deportistas norcoreanos eviten hablar con la prensa extranjera, pero esta vez había razones más potentes para mantenerse mudos: con las tres duplas en el podio, el surcoreano Lim Jong-hoon tomó su Samsung, marca emblemática del salto de Corea del Sur de país pobre a potencia económica, y les propuso a Ri y Kim, junto a su compañera Shin Yu-bin, un selfie.
La propuesta fue tomada con naturalidad por los chinos Wang Chuquin y Sun Yinghsa, y con alegría por la norcoreana Ri, pero desconcertó y puso en una posición visiblemente incómoda a Kim: en un país en el que la libertad es un concepto desconocido y todo se decide desde el poder, ese momento de espontaneidad era tan novedoso como peligroso. Todos, menos él, sonrieron para el selfie.

Corea del Sur y Corea del Norte siguen técnicamente en guerra desde el armisticio de 1953. La península está dividida en dos países definidos por el paralelo 38, la frontera más militarizada del planeta. Al sur, un pujante Estado capitalista; al norte, una dinastía hereditaria comunista.
A Kim Jong-il, padre del actual líder norcoreano, le gustaba el golf, pero a Kim Jong-un le apasiona el baloncesto, a tal punto que forjó una extraña amistad con Dennis Rodman. O no tan extraña: el joven Kim estudió en un internado suizo, y allí, en un ambiente occidental, se hizo fan del baloncesto y de los Chicago Bulls.
Pese a esa pasión, Corea del Norte no está compitiendo en baloncesto en estos Juegos. Atletismo, boxeo, saltos de trampolín, gimnasia, tenis de mesa y lucha son sus deportes. ¿Y la halterofilia, donde tantos éxitos ha logrado?
Hace menos de un año, los norcoreanos lograron seis oros, cinco platas y dos bronces en los Juegos de Asia, además de romper seis récords mundiales. Ausentes en Tokio y en los Mundiales en Arabia Saudí, tampoco competirán en París 2024 al ausentarse de las pruebas clasificatorias obligatorias.
¿Qué han hecho los norcoreanos en todo este tiempo encerrados en su país?, se preguntaban las otras potencias de la halterofilia. Los norcoreanos fueron sancionados por la Agencia Mundial Antidopaje en 2021, pero a ellos no les importa. Se declaran "líderes mundiales" en pesas. Y en París, en los Juegos, se ríen cuando un control antidopaje los visita y no sabe qué significa DPRK.