TENIS DE MESA

"La de amarillo tiene 59 años, es mi madre y se ha ido a jugar la Champions"

Marta Pajares ha viajado a Polonia para medirse a la número 12 del mundo porque la mejor de su equipo, el RCTM Linares, no podía jugar. Esta es su historia.

Marta Pajares, en una imagen de archivo. /RCTM LINARES
Marta Pajares, en una imagen de archivo. RCTM LINARES
Álvaro de Grado

Álvaro de Grado

El otro día mi madre llegó a casa con una noticia: "Me voy a Polonia a jugar una eliminatoria de la Champions League". Esto lo hemos escuchado unas cuantas veces en mi familia, no en vano lleva ya tres décadas jugando al tenis de mesa: ha sido subcampeona de España en 1985, ha disputado Mundiales y Europeos y ha formado parte de la selección española. Esto es lo que contamos de memoria, de carrerilla, lo importante, sin mencionar por ejemplo el número de veces que ha ganado el campeonato nacional de veteranos, que ni lo sabemos.

Lo del otro día, sin embargo, escondía un valor añadido: tiene 59 años.

Resulta que la mejor jugadora del equipo, la olímpica Thip Paranang, tailandesa y top 100 del mundo, no podía acudir a la cita. Así que le tocó a ella representar al Real Club Tenis de Mesa Linares, club del que forma parte aunque ya no de titular, en una ronda donde ya solo quedaban los mejores 12 conjuntos de Europa.

En Polonia se iban a enfrentar a las vigentes campeonas de la competición, el KTS Tarnobrzeg, cuya alineación tenía a las jugadoras 10, 12 y 18 del ranking mundial. Casi nada. Tres rivales y todas ellas en el Top 20 del mundo. El objetivo nos lo dijo rápido para no ilusionarnos: "No quiero quedarme a 0".

La situación era más o menos así a las seis de la tarde: yo encendiendo la televisión para poner un streaming en el que Yang Xiaoxin se enfrentaba a Marta Pajares, mi madre, de amarillo, con los logos de la Champions League en la pista, y mis hermanos y mi padre comentando el partido por whatsapp. Esos pequeños grandes momentos de felicidad.

El resultado fue lo de menos porque perdieron como intuían que iban a perder (3-0 en el global), pero conseguimos lo que andábamos buscando: no se quedó a cero contra una de las mejores del mundo. Dio la cara más que de sobra (11-3, 11-6, 11-6) y dejó el punto del partido. "Se crece en las grandes citas", escribió mi hermano. A mí me vale. A todos nos vale. Si a mí me preguntan qué hago viendo un partido de tenis de mesa un martes por la tarde, la respuesta es fácil: "Mi madre es la de amarillo".