El Carinyo, la promesa de la pelota valenciana que se hizo bandolero y murió fusilado
Fue fusilado en Paterna después de pasar varios años en prisión.

Rafelcofer es una pequeña localidad valenciana situada en la comarca de la Safor que no llega en la actualidad a los 1.500 habitantes. Pocos vecinos conocen la historia de José Andrés Momparler, El Carinyo, un deportista que llegó a ser una figura de la pelota valenciana antes del estallido de la Guerra Civil y que el 24 de julio 1950 fue fusilado en Paterna después de pasar varios años en prisión. Su nombre de guerra como pelotari fue Pepe el Cariño. Se convirtió en un auténtico ídolo. Había dejado su labor como agricultor para ganarse la vida, y bastante bien, por un deporte que en aquella época estaba muy en boga y que le permitió adquirir un mejor nivel de vida. No siempre había sido así de popular esta modalidad deportiva. Durante la dictadura pasó a un discreto segundo plano, si bien la cosa fue peor durante la Edad Media. En 1381 el Consejo General de la Ciudad de Valencia prohibió que se jugara en la calle porque "se decían diversas blasfemias en ofensa de Nuestro Señor Dios y de los santos". Cada vez que alguien desobedeciera tenía que rascarse de los bolsillos veinte morabatis de oro.
Para un padre de familia de la comarca de Safor era muy difícil salir adelante durante los años previos a la contienda bélica si no trabajaba en el campo. Era la única alternativa a los que no tenían estudios. Ese fue el motivo de que el chaval apostara fuerte por la pelota. Su técnica y habilidad le permitieron codearse con los mejores desde muy temprana edad y tener cierto reconocimiento entre sus vecinos. Así, el hombre más acaudalado de Rafelcofer, Francisco Femenia Estruc, financió en 1935 la construcción de un trinquete que hoy en día está en desuso. Y es que en el pueblo había muchos y buenos pelotaris. Un año más tarde, en plena Guerra Civil, se inauguró el nuevo recinto deportivo con un partido a cepillo (raspall) entre el trío local formado por Momparler, Daniel y Rocher frente a la pareja formada por su paisano Batiste y el único jugador foráneo, Carlets. Ganó el dúo 25-15.
La política no era en aquellos una prioridad para El Carinyo. Lo que ocurre es que las personas que organizaban los partidos de pelota buscaban implicar a los protagonistas en la causa republicana. Él, en cambio, era una persona conservadora. El comité revolucionario de su pueblo vio en su vecino más ilustre, que por entonces sólo tenía 27 años de edad, una oportunidad pintiparada para poner a Rafelcofer en el mapa. No dudaron en convertir a un buen pelotari en un auténtico héroe. Y, claro, en una época tan convulsa donde a todo el mundo se le cogía la matrícula en función de sus ideas políticas, la puesta en escena que hizo aquel comité revolucionario con su persona le dejó marcado para el resto de sus días.
El profesor de secundaria Héctor Labrador detalla en un estudio sobre la vida del pelotari valenciano y el modelo de captación. El comité revolucionario del pueblo organizó pocas semanas después del estallido de la Guerra Civil un partido entre El Carinyo y Vincent Cremades, El Blanquet, un jugador que, a su vez, era párroco en el cercano municipio de Vall d´Albaida. Parecía una cosa inocua, pero, en realidad, no lo era. El dinero recaudado iba a ser destinado a Socorro Rojo, una especie de agrupación que daba apoyo a los presos comunistas. Ambos pelotaris quedaron marcados, aunque con suertes distintas. El Blanquet iba a ser fusilado en la Pedrera de Gandía. El hecho de ser jugador de raspall le salvó la vida. El Carinyo, por su parte, pasó a convertirse en enemigo para los nacionales. Y eso que ni siquiera quiso jugar aquel partido, así que de la noche a la mañana se vio medio obligado a unirse al comité revolucionario.
Hay que tener en cuenta que durante la Guerra Civil quedaron suprimidos eventos tales como el fútbol o los toros por el riesgo que pudiera suponer la concentración de miles de personas. La pelota, en cambio, no sufrió parón alguno. "Entre las modalidades valencianas y las de pelota vasca, se han encontrado más de 1.500 partidas programadas. De los 985 días que duró la Guerra Civil, solo en 33 días no se ha encontrado ninguna referencia de partidos", tal y como señala el profesor e investigador Josep Andreu Bosch, autor del libro "El deporte valenciano durante la Guerra Civil (1936-1939)". Finalizada la contienda, los vencedores comenzaron a pasar factura al bando perdedor, entre ellos a El Carinyo. No está muy claro que todas las acusaciones formuladas contra él fueran ciertas. Por ejemplo, se le relacionó con la ejecución de un grupo de falangistas en Bellreguard. Sin embargo, Labrador afirma en su estudio que Momparler estuvo presente en los hechos, pero que no llegó a apretar el gatillo porque "tuvo siempre la escopeta colgada del cuello".
El caso es que le condenaron y sus huesos fueron a parar al Penal del pantano de Benageber. El director del centro decidió emplear a los reclusos como mano de obra forzada para la construcción de un pantano que fue inaugurado por Franco en 1955. Era la forma de reinsertarlos en la "nueva España" y de someterlos a la re-educación político-social y religiosa bajo los principios del nacionalcatolicismo. El primer destacamento de presos llegó al penal en 1941. El Carinyo, como los otros 600 reclusos, se alojaban en barracones y, a veces, trabajaba hasta 18 horas diarias pico y pala en mano. Durante aquellos años murieron alrededor de 450 presos por distintas enfermedades o ajusticiados, y sus cadáveres fueron arrojados al hormigón. No debió sentirse muy a gusto en el penal porque al poco tiempo logró huir junto con otros presos. No podía regresar a su casa que compartía con su mujer, así que, como hizo la mayoría de los fugados de la justicia, se refugió en las montañas. En concreto, en la sierra de la comarca de Safor, situada en el sureste de la provincia de Valencia.
Su época de bandolero está repleta de anécdotas que corrían de voz en voz por la zona. Al ser un tipo fuerte y valiente, pronto se hizo respetar entre sus compañeros que se dedicaban a apoderarse de lo ajeno para poder llevarse algo de comida a la boca. Sin embargo, no era un hombre violento. Se cuenta que cuando fueron a asaltar una casa, el dueño se resistió. Uno de los bandoleros le golpeó y El Carinyo se lo recriminó al instante. "Aquí solo hemos venido a robar", le dijo. Su leyenda fue agrandándose con el paso del tiempo. Hay quien le recordaba de su época de pelotari por su cercanía con el público y su carácter bonachón. Si, además, se mostraba a la gente como un tipo noble y simpático, su figura se agigantaba aún más. Tan es así que le consideraban como un ser muy astuto, casi mitológico, capaz de huir de las situaciones más comprometidas.
La Guardia Civil nunca dejó de seguirle los pasos. El 3 octubre de 1945 el Juzgado Militar de la Capitanía de Valencia exigió al Gobernador Civil que ordenase la búsqueda y captura de un grupo de bandoleros para ser conducidos a la Prisión Celular de Valencia y ser juzgados por tres delitos: el asalto a L´Orxa, la agresión a un agente de la Benemérita y un posterior enfrentamiento con otros agentes armados en Simat de Valldigna. Aquel grupo estaba dirigido por Francisco Corredor Serrano, Pepito el Gafas, "un estudiante madrileño de 26 años"; Armando Fuster Furió, Vicente Colomer, José Andrés Momparler, Salvador Santamaría Escrivá y un individuo apodado "El barbero", un desertor de un Batallón Disciplinario en Melilla.
En noviembre de 1945 la Guardia Civil informó al Gobernador Civil de que no habían dado resultado sus gestiones para detener a los miembros de la denominada Agrupación Guerrillera de Levante17. La Justicia Militar consideró probado que los bandoleros robaron alimentos y dinero en varios domicilios y que "sembraron el terror" en L'Orxa. Después se dividieron en dos grupos, uno de los cuales mantuvo un enfrentamiento con guardias civiles durante el cual falleció uno de los agentes. A raíz del operativo policial fue arrestado Joaquín Mayor Boldó, una de las personas que participó en las labores de logística al grupo. Sus declaraciones ante la Guardia Civil permitieron la desarticulación de la banda. De hecho, El Carinyo fue arrestado cuando trataba de huir a Francia.
Antes de ser capturado, el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 13 de noviembre de 1945 publicó una requisitoria a José Andrés Momparler, "hijo de Vicente e Isabel, de cuarenta años de edad". En la misma se decía que "bajo apercibimiento de declararle rebelde y de incurrir en las demás responsabilidades penales", de no presentarse el procesado "en el plazo que se fija a contar desde la fecha de la publicación del anuncio" el juez acordará "a todas las autoridades y a la policía judicial" que procedan a su "búsqueda, captura y conducción" para ponerle a disposición judicial. Al final los hechos fueron juzgados en un Consejo de guerra celebrado en Valencia el 25 de marzo de 1950 donde fue condenado a muerte.
Un militante comunista llamado Manolo Martínez compartió con Momparler sus últimas horas de vida en la primera galería de la cárcel Modelo de Barcelona. Había otros 30 internos en su misma situación recluidos en celdas individuales con un colchón, un grifo y un cubo de agua para combatir el asfixiante calor que había en el interior del centro penitenciario. Solo recibía las visitas de un cura, y en el patio tenía limitadas sus comunicaciones al grupo de homosexuales encarcelados allí por su orientación sexual. A Martínez le indultaron pocas horas antes de su ejecución. El Carinyo no corrió la misma suerte. Fue trasladado a Paterna y fusilado el 24 de julio de 1950, el segundo lugar del territorio nacional con más ejecuciones tras el cementerio del Este de Madrid. Un expediente que publicó el Diario Oficial de la Generalitat, y que sirvió para recordar las atrocidades vividas en el conocido como "Paredón de España" de Paterna, reflejaba que en ese lugar fueron fusiladas 2.238 personas procedentes de 191 pueblos de la Comunitat Valenciana y de otros 60 municipios españoles.