La cruda realidad de la retirada y las adicciones del deporte: "Ni cotizaba ni tenía historial médico"
Jordi Sans, Gervasio Deferr y Almudena Cid relatan sus historias y las dificultades para adaptarse a una vida sin deporte.

Hay conversaciones que son un tesoro, donde las palabras se pueden inscribir en la piedra Rosetta de cada individuo, da igual la procedencia y la circunstancia, porque la vida está repleta de "desequilibrios emocionales" aunque seas campeón olímpico o nunca te hayas calzado unas zapatillas para salir a correr. En el Museu Olímpic de Barcelona, junto al pebetero que encendió Antonio Rebollo en 1992, tuvo lugar uno de esos encuentros mágicos, donde Jordi Sans, Gervasio Deferr y Almudena Cid hablaron con el corazón como ciudadanos después de haberlo sido todo como deportistas, después de vivir en una burbuja y de salir desnudos a un mundo donde otros, como Jesús Rollán o Blanca Fernández Ochoa, no pudieron adaptarse y se suicidaron. "Podíamos haberles salvado la vida. Se actuó tarde".
Las historias de Sans, Cid y Deferr, acompañados por la jovencísima solista de natación artística Iris Tió, quien evidenció los cambios en el cuidado de la salud mental, protagonizaron la charla 'Deportistas de elite y salud mental', enmarcada en el XV Fòrum Olímpic-Memorial Romà Cuyàs. Una reunión impagable por los testimonios y las reflexiones, donde se expuso la cruda realidad de la retirada y las adicciones que genera el deporte de élite. Deferr comentó que Blanca Fernández Ochoa le dijo "tengo 30 años y no sé sacar dinero de un cajero", palabras en forma de metralla que recuerdan a las que me hizo la psicóloga del CAR de Sant Cugat Susana Regüela, acostumbrada a tratar con deportistas desde comienzos del siglo, con casos como él de uno que le preguntó que cuándo tenía que ducharse en su nueva vida porque antes lo hacía después del entrenamiento y ahora, claro, ya no entrenaba. "Ya no tienes un entrenador que te guíe", sentenció Almudena Cid.
Sans, su “falta de adrenalina” y su adicción al trabajo
Acostumbrado a pelearse en el agua con húngaros, rusos o yugoslavos de más de 100 kilos, salir de la piscina para siempre podía suponer un respiro y un descanso para Jordi Sans, al que resumiremos sus méritos como campeón y subcampeón olímpico y campeón mundial. Un espejismo. "Hay comportamientos que la gente considera normales pero que son adicciones. ¡Cuánto trabaja ese! Eso es una adicción. A mí me pasó. Mi padre falleció un día y al siguiente estaba a las cuatro de la mañana en la oficina. ¿Para evadirme? No lo sé. Pero tardé muchos años en asumir que ya no era deportista", explicó el boya, una excepción en aquella Selección de fantásticos jugadores y alocados fuera del agua, quien con 23 años ya tuvo claro que ese no era "el mundo real" y empezó a estudiar y a tener un trabajo. Pero ni con esas.
"Mi padre falleció un día y al siguiente estaba a las cuatro de la mañana en la oficina. ¿Para evadirme?"
Ex waterpolista"Tenía compañeros que decían que ellos nunca se levantarían antes de las 10:00. Yo creía que tenía unos hábitos fantásticos, pero ya no vives la adrenalina del deporte. Y te has vuelto adicto a la adrenalina", comentó Sans, quien reconoció que "mi entorno me decía que no era el mismo. Yo estaba feliz, pero no era el mismo. Los deportistas tenemos tres problemas, las tres D: demasiado pronto, demasiado intenso y demasiado largo".
Era un deporte prehistórico en cuanto al tratamiento de la salud mental. No había psicólogos y el entrenador solo quería sacarte rendimiento. "Los dioses nos sacaron del mundo, nos llevaron a otro y luego nos devolvieron a la realidad", resume Sans, quien reconoce que ahora ya ha podido procesar todo lo que vivió. "Antes cuándo me preguntaban cuál era el mejor momento de mi vida decía que era el oro de Atlanta. Ahora ya digo que es el nacimiento de mi hijo".
Cid: “El deportista no está preparado para pedir ayuda”
Almudena no ganó una medalla olímpica pero rompió moldes en la gimnasia rítmica al competir con 28 años y ser la única gimnasta en Pekín 2008 que había acumulado cuatro finales olímpicas. "El psicólogo que tuve al comienzo me generaba dependencia y no me daba autonomía", explica la gimnasta, que reconoció que siempre tuvo "pánico al fallo" y que ella "no era competitiva, no quería luchar contra nadie, solamente trasladar el entrenamiento a la competición".
Más allá de los infinitos problemas federativos que tuvo Cid y todas las lesiones que le acompañaron en su carrera, uno de sus momentos más brillantes fue cuando habló de la llamada del secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, nada más acabar su participación en los Juegos de Pekín. "Me dijo que ahí estaba para lo que necesitara... Pero el deportista no está preparado para pedir ayuda", sentenció.
"Yo no era competitiva, no quería luchar contra nadie, tenía pánico al fallo"
Ex gimnastaLa gimnasia se topó de bruces con la realidad cuando fue por primera vez al médico de la Seguridad Social: "Me dijo que no tenía historial médico. ¿Cómo? Si he tenido muchas lesiones. Nadie nos protege, ni cotizamos. El sistema ha estado muchos años utilizando mi cuerpo", reflexionó. "Es un salto al vacío, una pérdida de identidad", procesa. Cuatro años menor que Cid, Erika Villaécija, nadadora icónica de 800 y 1.500 libre, hace más de una década, también confesó en su momento que se sentía perdida cuando se levantaba después de más de dos décadas madrugando para ir a la piscina.
Mil Gracias por todos vuestros mensajes de apoyo Familia 💪 pic.twitter.com/m7TLkuEhWp
— Gervasio Deferr (@Gervasiodeferr) March 4, 2022
Deferr: “Quieren que seas el mejor, no que seas feliz”
Su historia es la más conocida, por el libro, las entrevistas y el documental que se está rodando. Gervasio Deferr es bicampeón olímpico y subcampeón en la modalidad de suelo en gimnasia artística, pero se fue insatisfecho cuando se retiró porque él solo quería ser el mejor en esa especialidad. Y no lo logró. "Me retiré realizado pero con sensación de derrota... con una pena que tardé 15 años en quitarme", aseguró.
El gimnasta habló de la cruda utilidad de las federaciones, donde solo quieren resultados y cuando estos ya no llegan te abandonan. "Te enseñan a ser el mejor en el momento más difícil, pero nadie te habla de la retirada", dijo el gimnasta que ahora hace un trabaja encomiable en el gimnasio de La Mina, un barrio marginal de Sant Adrià de Besòs que ahora recibe en cambio niños y niñas de todos toda la periferia y de Barcelona para aprender este deporte con el triple medallista olímpico.
"Te enseñan a ser el mejor en el momento más difícil, pero nadie te habla de la retirada"
Ex gimnasta"Yo me inundaba en alcohol... Pasé por una depresión y por una adición", añadió Deferr en unas jornadas que arrancó el campeón olímpico paralímpico Sergio Garrote, quien explicó su historia y confesó que "lo había ganado pero empecé a llorar. ¿Era realmente lo que quería?".
"Sí, era lo que quería", dijo. "Sí, volvería a vivir lo mismo 100 veces", dijeron al unísono Sans, Cid y Deferr, dioses de puertas para fuera, humanos con sus problemas y dificultades en un deporte de elite que genera adicciones y que, aunque mejor, sigue teniendo como asignatura pendiente la retirada y esa ausencia de adrenalina y ayudas.