Es hija de un número 1, ha madurado cruzando el Atlántico sola en aviones y eligió ser la gran promesa española: "Quiero ser como mi padre"
La floretista Ariadna Tucker es uno de los grandes proyectos de futuro de todo el deporte español y ya empieza a lograr buenos resultados a nivel absoluto.

La frase 'De tal palo, tal astilla' no siempre se cumple, aunque existen varios ejemplos en el deporte español sobre hijos que afrontaron la aventura de ser o intentar ser tan exitosos como sus padres. Los Sainz en el motor, los Dujshebaev en balonmano o los Sanchís en el fútbol han conseguido destacar en dos generaciones consecutivas, algo que ahora va a intentar Ariadna Tucker (Valencia, 2004), la gran promesa de la esgrima española.
Y es que la joven floretista nos cuenta que practica esgrima porque "le gusta ir todos los días a la sala a entrenar y le encanta el sentimiento de competir, de verse al nivel en el que está", pero quizás el secreto de esos sentimientos e impulsos de esta joven risueña, de cabello rizado y amplia sonrisa, es que lleva el noble arte de la esgrima en los genes: es hija y ahora también discípula de la leyenda cubana Rolando Tucker, tres veces campeón mundial, tres años seguidos número 1 del mundo en el ranking de florete y medallista olímpico en Atlanta'96.
"Yo me veo siendo como mi padre", dice valiente en su visita a Relevo. "Para mí, siempre ha sido un referente. Yo hasta los ocho años o así no tenía ni idea de que mi padre había sido quien había sido. De repente, un día, mi madre me dijo: 'Tu padre es medallista olímpico'. Y yo: '¿Qué?'. Desde entonces, la esgrima ha estado presente en mi vida. Por lo que... Quiero ser como mi padre, si no mejor". Y ya quiere empezar a demostrarlo. Después de sumar un bronce europeo en la categoría junior y un TOP8 en el Campeonato del Mundo a un solo tocado de las medallas, sus primeros cuadros con las 'mayores' ya hacen soñar, clasificando en dos ocasiones entre las 32 mejores en Copas del Mundo esta temporada. "...Y mi objetivo era meterme una vez esta temporada", confiesa con una mirada que inspira que esto solo es el principio. Estos resultados le han puesto en el rádar internacional por su calidad y cualidades.

Nacida en Valencia, en un principio Ariadna solo cogía el florete para las fotos junto a su padre cuando todavía era un bebé e incluso, cuando empezó a crecer, todo hacía indicar que no iba a seguir los pasos de su progenitor. "Desde muy pequeñita, mis padres me llevaron a ballet", nos desvela. "Me gustaba mucho. Eso sí, mi padre siempre me preguntaba si quería hacer esgrima y yo siempre decía que no, que yo quería hacer ballet. Incluso, entré en el conservatorio profesional de danza y todo. Y cuando tenía 10 años, nos mudamos a Estados Unidos por el trabajo de mi padre y, una vez allí, mientras mis padres estaban buscándome una academia de ballet, un día en el coche les dije que ya no quería hacer ballet. 'Yo quiero hacer esgrima', les dije. Mi padre dijo: Vamos ya, antes de que cambies de idea. Y desde ahí, empezó todo". Con el maestro en casa y un ADN campeón, no tardó en destacar y colarse entre las mejores del mundo a su edad.
Los Tucker residen ahora en el Estado de Indiana, donde ambos defienden los colores de Notre Dame University, una de las universidades con mejor y más exitosa apuesta por la esgrima a nivel mundial. Y les va bastante bien: Rolando, como entrenador asistente, y Ariadna, como una de sus estrellas, levantaron hace pocos días el título de campeones nacionales de esgrima de la NCAA, confirmando que no puede haber mejor factoría para la gran promesa española de este deporte.
Por si fuera poco, de manera indirecta, Notre Dame también está colaborando con la esgrima española cuando Tucker sale de Estados Unidos para representar a España en las competiciones internacionales como las Copas del Mundo, los Grand Prix, Europeos y Mundiales. Además, de formarla y entrenarla para la élite, también es la propia universidad quien está abonando todos los gastos en los viajes: "Me pagan vuelo, hotel, comida y absolutamente todo. Aunque vaya a competir por España, también les estoy representando a ellos".
Eso sí, tras el próximo curso, y si todo va como debería, la floretista terminará su periodo universitario y ya empieza a pensar en su vuelta a casa: "Cuando me gradúe, estoy mirando para venirme aquí a entrenar. Me podría quedar entrenando en la universidad, pero claro, el tema viajes, como ya no estoy compitiendo, ya no me pagarían nada. Además, todo es muchísimo más complicado cuando estás en Estados Unidos. Entonces, cuando me gradúe, estoy mirando venirme aquí a Madrid a entrenar al CAR con el equipo nacional".
A pesar de ser hija de cubano y haber empezado su aventura en la esgrima en Estados Unidos, Tucker nunca ha tenido duda de la bandera que iba a vestir en su salto a la élite y así se lo expresó a su familia cuando se metió entre las 20 mejores cadetes del mundo: "A mí me gustaría representar a España", les dijo. "Yo vivo en Estados Unidos, pero yo he nacido y me he criado en España. Yo, con mi madre y con mi hermana, hablo en valenciano. O sea, que yo realmente no me siento americana, yo soy española". Y así lo ha hecho, tras destacar ya en la categoría cadete y junior, ahora es la niña mimada del equipo nacional junto a nombres con trayectoria internacional como Teresa Díaz, María Mariño o Andrea Breteau.
"Viajar sola me ha ayudado bastante a madurar"
Su residencia en Estados Unidos ha obligado a Tucker a un sinfín de viajes transoceánicos hasta España para afrontar las competiciones nacionales que le permitieran competir a nivel internacional y, también, a las concentraciones de la federación española. Y todos esos vuelos, desde que tenía quince años, los ha hecho sola: "Viajar es súper, supercaro. Aparte, mi padre no podía venirse conmigo, tenía que ir a trabajar y no podía tomarse esos días libres. Según la compañía, creo que tienes que tener 15 años para viajar solo, por lo que cuando tenía 14 me contrataban una azafata por si tenía conexión de vuelo y que fuese conmigo. Pero sí, siempre he viajado sola".
"Creo que esto me ha ayudado bastante a madurar", relata con seguridad a la pregunta de cómo vivió ser una niña dentro de un avión y ante un viaje tan largo. "Estaba sola, no tenía a mi madre si me pasa algo, y ese sentimiento me ha hecho ser más responsable. Siempre he sido una niña que tiene que tener todo en orden, soy muy organizada y con estos viajes como que siempre lo tenía que llevar todo súper a rajatabla. La primera vez sí que tenía un montón de miedo, pero ya con la experiencia lo fui perdiendo".

Padre e hija, entrenador y tiradora
La historia y la carrera profesional de Ariadna van hasta ahora de la mano de su padre, algo que no siempre es fácil de sobrellevar y convivir sin que afecte, para bien o para mal, en la relación. Pero, en cambio, en este caso parece que han sabido hacer que fluya en lo deportivo y en lo personal. "Mi padre y yo, a lo largo de los años, hemos establecido muy bien la relación padre-hija y entrenador-deportista", explica. "Mi padre es una persona que tiene muchísima paciencia, muy calmada. Entonces, su personalidad también ayuda, sobre todo cuando yo era más pequeña y cada dos por tres me empezaba a quejar. Hemos conseguido crear una dinámica que funciona y yo la verdad que no lo cambiaría por nada. Le quiero tanto como mi padre como mi entrenador, y no nos ha afectado nada la relación que tenemos como padre e hija. Esto es algo bueno".
Pero, ¿y cómo le llama? En otras relaciones padre-hija y entrenador-deportista hay muchos ejemplos de cómo afrontar la situación haciendo una diferenciación a la hora de llamarse dentro de la pista, pero en esta ocasión también se trata con normalidad: "En la sala de la universidad todo el mundo le llama Roli, entonces hay veces que le llamo Roli y hay veces que le llamo papá. También depende un poco, pero al final yo creo que yo tengo interiorizado que, cuando estoy en la sala, es mi entrenador".
"Tenía el cúbito demasiado largo y me tuvieron que cortar el hueso"
Juntos afrontan ya el camino a Los Ángeles, donde han puesto la punta del florete y no tienen miedo a hablar de que es "un objetivo", un sueño a cumplir. Será por cuestiones de la edad, pero mientras otros recuerdan cómo se enamoraron de los Juegos en ediciones de hace ya casi cuatro décadas, Tucker mira atrás en su memoria... y llega a Tokio 2020. Cosas de la juventud: "Me acuerdo de verlos en mi pueblo, simplemente porque me gustaba la esgrima, por verlos y porque vi tirar a Llavador. Me pareció impresionante".

El inicio del camino ha comenzado superando una operación el pasado otoño postolímpico por un curioso motivo. "El año pasado me operaron porque, de nacimiento, tenía el cúbito demasiado largo y, del impacto de la esgrima, el cartílago lo tenía destrozado. Me tuvieron que cortar el hueso y poner una placa de hierro, tornillos y tal. ¿Qué pasa? Si los tornillos no molestaban era una tontería volverte a abrir, pero me volvieron a molestar y todo el verano pasado me dolía muchísimo tirar. Y el médico decidió que lo mejor era quitarlos y me volvieron a operar".
En el apartado positivo, la experiencia de llevar dos años siendo seleccionada en competiciones senior, a pesar de estar en edad junior, le ha dado una experiencia para tomar la alternativa ahora: "He vivido el proceso, y aunque yo no estaba directamente con la cabeza en clasificar, he estado tirando durante toda la temporada preolímpica. He visto el estrés, todas las emociones que suceden y todo lo que pasa. Para mí, estos últimos dos años me han servido para ver cómo es y para ver cómo afrontarlo yo en el futuro". Tucker, la heredera, está lista para triunfar.