José María García, en La Resistencia: cuando no importa ni el dinero en el banco ni el sexo del último mes

El instinto es algo maravilloso. Ni se puede ignorar, ni se puede explicar. Se ama por instinto de supervivencia, se regresa a casa por instinto infantil. Tampoco se puede fingir porque cuando uno se mueve en contra de lo que le dictan sus impulsos algo chirría. Como las tildes mal puestas, como las cosas fuera de lugar. La presencia anoche de José María García en 'La Resistencia', para promocionar su documental de Movistar+, vino a confirmar todo esto.
Confieso que cuando supe que el mito del periodismo iba a acudir como invitado al programa de David Broncano, en #0, sentí cierta inquietud. Después, a medida que se acercaba la hora de emisión, me dominó la intranquilidad que se experimenta cuando en las bodas ves a tu padre al borde de la pista de baile, preparado para coger a la prima de la novia y marcarse unos pasos de reggaeton. Pero en el instante en el que atravesó la puerta del plató y entró en el plano, sólo tenía interés, expectación, ilusión. Como con aquellas señales horarias de la medianoche.
Él fue el primer rey de la noche de este país y, como tal, conserva íntegros su sentido del show, su dominio del espacio y, sobre todo, su manejo de los tiempos. No tanto la gracia, por falta de uso. Se advirtió al inicio que llevó interiorizado el espíritu de La Resistencia porque hay que ser riguroso incluso en la comedia. Sin embargo, no hay que forzarla. Sus primeros intentos de hacer reír me hicieron pensar en una lección que Richard Boleslavsky, director teatral, dio a sus alumnos sobre la diferencia entre emoción y sentimentalismo: "Cuando es fácil, cuando no hay que luchar ni forzarse a uno mismo, cuando las lágrimas llegan sin esfuerzo, es emoción verdadera. Cuando te esfuerzas y tienes que trabajar para conseguir una lágrima, es sentimentalismo". Ese García de 80 años buscando la carcajada estaba lejos del que le ponía sonido a mis sueños.
Dilo, reina pic.twitter.com/e3ZonL6b2v
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Pero la naturaleza es indomable y siempre acaba por aflorar. Después de un corte publicitario, el público presente en el programa, que en su mayoría no escuchó a aquel hombre menudo a través de la radio, asistió al advenimiento de Supergarcía. Con sus razones y sus polémicas. Con su ausencia de miedo para demostrar ser libre. "He pensado siempre que para que un país sea grande, de Champions, tenemos que tener unos políticos brillantes. Los tenemos malos, sordos y tontos", dijo de los políticos. Los periodistas no nos quedamos fuera de su látigo: "Necesitamos una prensa libre y plural y la que tenemos no es libre, ni plural y empieza por no ser prensa".
Luego chocó con Broncano cuando atizó a los streamers en general y a Ibai en particular ("Le respeto pero no le admiro porque no es periodista, no puede pisarle una noticia a los periodistas") y el presentador defendió la compatibilidad de los dos hemisferios. E incluso hubo tiempo para acordarse del rey emérito, para pellizcar a Florentino y para un debate sobre la tauromaquia en el que García salió con más de una estocada en lo alto y con olor a cerrado.
José María García: "A Ibai no le admiro porque no es periodista, pero le respeto. No puede pisarle una noticia a los periodistas y no hacer una pregunta que no merezca la pena"
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El problema es de los periodistas, no de los streamers. pic.twitter.com/Yd11pp3nVB
El caso es que cuando se adueñó de la pantalla sin imposturas, el pasado fluyó hacia adelante. Y volví a sentirme un adolescente pese a que nunca he sido tan viejo como en la última semana. Ya no importaba ni cuánto dinero tenía García en el banco ni cuántas veces había practicado sexo en el último mes. Sólo cuando uno obedece a su instinto, y el suyo es el de ser el rey de la noche, se puede llegar a lo verdadero. Sin forzar. Con naturalidad.