JUEGOS OLÍMPICOS

Cuando la Residencia Blume era también una sala de fiestas antes de los Juegos de Barcelona: "¡Fuera la gorda, viva don Ricardo!"

Los medallistas en esos Juegos vivieron una preparación a conciencia pero divertida en un centro sin normas.

La Residencia Blume de Esplugues de Llobregat. /BLUME
La Residencia Blume de Esplugues de Llobregat. BLUME
Alberto Martínez

Alberto Martínez

Residencia Blume de Esplugues de Llobregat. A un kilómetro escaso del Camp Nou, en el límite con Barcelona y donde ahora, camino de 40 años después, sigue habiendo actividad deportiva aunque menor desde la inauguración del CAR de Sant Cugat. En un barrio renovado y tranquilo, a mediados y finales de los 80 la casa de los olímpicos no solo era un lugar de entrenamiento, sino también una de las salas de fiestas más populares de Barcelona, en la que ídolos como el jugador de voleibol Rafa Pascual se gastaron 300.000 pesetas (1.800 euros) en un equipo de música -el más innovador del momento- o la habituación de los waterpolistas Jesús Rollán y Pedro García Aguado era conocida como La Suite... donde habitaba también un loro y una tortuga.

Dónde no había horarios ni normas y los deportistas salían y entraban cuando les venía en gana y algunos de ellos, especialmente los que procedían de fuera de Catalunya, no iban a las clases de BUP ni de COU ni nadie les controlaba. Otras épocas donde se mezclaba el éxito deportivo y una vida a toda velocidad. Impensable hoy en día, habitual en la España pre-olímpica. "Sí que había un vigilante con una lista que apuntaba las horas de entrada y de salida, otra cosa es que te hicieras colega de él como algunos", rememora el waterpolista Chava Gómez, quien no pasó demasiado tiempo en la residencia pero el suficiente para conocer el funcionamiento.

"Cuando se habla de aquello y de la Blume, no sé si había control o no, si el método era justo o no, es cierto que teníamos todas las libertades, pero éramos conscientes de lo que hacíamos. Si tuviera que elegir, porque estuve con cuatro generaciones y métodos distintos, me iba allí. Por cómo lo hacíamos, por la actitud. Hacíamos lo que queríamos y éramos felices. Queríamos representar al país, y teníamos una pasión diferente a la de ahora. No era deporte profesional, jugábamos por qué queríamos ser felices", insiste siempre Rafa Pascual, quien recordó ese pasaje para el libro Eterno Rollán.

La Residencia Blume tenía cinco plantas. Su director era Ricardo Sánchez desde los años 60. Había sido atleta y campeón de España, después directivo, hasta que finalmente se le encargó el cuidado del centro, que se inauguró principalmente con los nadadores de la generación del 48 dirigidos por Jan Freese. Hasta 1986 no se permitía la entrada de mujeres, que ocuparon la última planta. María y Geno eran las encargadas de la limpieza y de hacerle la comida a los deportistas, una especie de madres desde la distancia, aunque muchos de ellos pasaban los fines de semana compitiendo y con sus familias, siempre y cuando no hubiera fiesta en la Blume. "Muchos llegaban tarde de sus entrenamientos y nos qudábamos para darles de cenar aunque fueran las once de la noche", explica Geno.

Urdangarín, Rollán, Corretja, Bosma, Ballester...

Por aquella Residencia pasaron infinidad de nombres conocidos. Más allá de los citados, también estuvieron Iñaki Urdangarín, Pepote Ballester, Chava Gómez, Javier Bosma, Álex Corretja, Albert Costa... y otros muchos de los que conservaban la habitación aunque ya se les había acabado la beca o habían dejado el deporte. "Se utilizaba a veces de picadero", recuerdan algunos de los deportistas de aquel momento.

La liturgia no tenía días y era compatible con el entrenamiento. Muchos de ellos, como los waterpolistas, llegaban a entrenar tres veces: nada más levantarse en el centro de tecnificación ubicado en la misma Blume y al mediodía y por la noche con su equipo, que solía pagar unos sueldos elevados que empezaban a sacar a los deportistas del amateurismo -entre 12.00 y 2.000 euros. El dinero se les entregaba en un sobre en mano a final de mes y a veces duraba lo que duraba... a lo que había que añadir la beca de la Blume con todo incluido y las ayudas del gobierno antes de los Juegos de Barcelona. Muchos de elllos, deportistas entre 18 y 22 años, aprovecharon el tiempo para pasarselo bien.

Sin excesivo control, aprovechaban algunas noches para iniciar la fiesta en la Blume y después trasladarse a discotecas de Barcelona en taxi. Algunos de ellos, para burlar el control del vigilante, saltaban hasta por la ventana si vivían en los pisos bajos. "Éramos muy jóvenes y podíamos aguantar el ritmo. Luego muchos de nosotros conseguimos medallas en los Juegos de Barcelona. La preparación era espectacular, le poníamos pasión, lo hacíamos porque nos gustaba e íbamos a vivir unos Juegos en casa; pero también aprovechábamos para pasarlo bien", cuenta otro de los waterpolistas que vivió aquella época inolvidable para la mayoría por los recuerdos.

La llegada de Tensi Graupera y el incidente con Mateo Garralda

Pero a medida que se acercaron los Juegos de Barcelona, todo cambió. Ricardo Sánchez se jubiló y Hortensia Graupera llegó como directora. Y, en su primer día, ya quedó perpleja con todo lo que vio. Las habitaciones estaban desordenadas, la ropa estaba tendida en los pasillos sujetas a los tubos de cobre, la habitación de Rollán y Toto García desprendía un olor particular -había pájaros, una tortuga pintada de blanco y un loro- y Mateo Garralda, el de balonmano, preguntaba enfadado en recepción quién había aparcado en su plaza. Al no tener sitio había dejado el coche en el parterre.

Tensi, que había sido campeona del mundo de Salvamento y Socorrismo, cambió el centro de arriba abajo al ver que tampoco había un control académico ni un listado de las entradas y salidas de los deportistas. Empezó a poner orden y se encontró con la resistencia de algunos, como el jugador de waterpolo Pedro García Aguado, que acudió a la droguería de al lado por un spray amarillo y pintó en las paredes del centro: "Fuera la gorda, viva don Ricardo". Lo que le valió la expulsión del centro.

El centro cambió ya por completo y después de los Juegos de Barcelona todo fue más estricto. Aquellos deportistas siguieron sus carreras exitosas en el deporte, con más medallas en los Juegos de Atlanta -el oro del waterpolo- y con, después, más sombras en la vida. Desde aquel momento se les hace un seguimiento, se potencia la formación dual para que lo académico vaya de la mano de lo deportivo, hay un departamento psicológico y el contacto con las familias es asiduo. Antes, no. España era primeriza. Pero todos ellos recuerdan, como sintetizan Rafa Pascual, "que fueron los momentos más felices".