Sandra Sánchez recuerda la humillación vivida tras apoyar a su madre con cáncer: "Ni una llamada, fui invisible durante años"
La campeona olímpica española de kárate en los JJ.OO. de Tokio reflexiona en 'El Vestuario' sobre uno de sus momentos más duros.

La vida de Sandra Sánchez se puede explicar perfectamente con una película de la última fase de Marvel llena de multiversos paralelos, porque la campeona olímpica de kárate en Tokio es una rara avis del deporte y, más concretamente, de su especialidad: mientras que la mayoría de sus compañeros alcanzan su prime entre los 20 y 25 años, ella tuvo que esperar a la treintena para empezar a pescar a lo grande; mientras que son muchos los deportistas que alargan todo lo que pueden el declive de su carrera, Sandra va y se retira justo después de ganar un Mundial y el oro en unos Juegos Olímpicos.
Lo de Sandra, insistimos, merece un capítulo aparte porque gran parte de los hitos de su carrera se retrasaban, se alteraban o se precipitaban con momentos clave en su vida que, en su mayoría, escapaban a su control. Probablemente el más importante llegó hace 20 años, en pleno ascenso profesional, cuando recibió la noticia del cáncer de su madre. Precisamente de ello ha hablado con Quique Peinado en el último episodio de 'El Vestuario', dando una auténtica lección de vida.
Puedes ver aquí la entrevista completa de Quique Peinado a Sandra Sánchez
Hay una historia que me gustaría abordar: en el arranque de tu carrera te becan para estar en la Blume, ¿no? (La Blume es la residencia adscrita al centro de alto rendimiento del Consejo Superior de Deportes) Y tú te vas de la Blume, para volverte a casa (en Talavera, Toledo) porque tu madre enferma de cáncer y decides que lo importante es cuidarla. ¿Cómo fue esa decisión?
Mira, me becan en el centro de alto rendimiento, tendría 19 o 20 añitos, que es cuando se supone que empieza la carrera deportiva de cualquiera y cuando ya se supone que puedes entrar en el equipo nacional siguiendo un poco el orden normal de las cosas. Eran además las primeras becas que se daban en kárate en la modalidad de kata, así que entrábamos Damián y yo, que era como lo más top… y dos meses después le diagnostican el cáncer a mi madre. Y no es que yo tenga que decidir, porque enseguida yo digo: "Me voy a casa, esto lo tengo que pasar en casa, quiero estar con mi madre". Yo no pensaba en ese momento que tomar esa decisión iba a tener las consecuencias deportivas que tuvo, que, aunque lo hubiera pensado, hubiera hecho exactamente lo mismo, pero que lo que me había hecho llegar al CAR, que era entrenar con mi maestro en Talavera, lo iba a seguir haciendo, pero yo quería dormir en casa cuando las cosas se ponen difíciles, porque la enfermedad no dura un día ni dos y el tratamiento es largo, son muchas noches de no dormir y eso hay que pasarlo en casa, y cuando tu madre está tan mal, cuando tiene esas noches malas, todos nos levantamos y estamos con ella y eso no te lo da ninguna medalla, ninguna tiene tanto valor como la de la familia.
Hay un punto en el que tú abandonas el CAR y se supone que ahí te toman la matrícula un poco.
Esas son las consecuencias: de repente se interpreta como que desaproveché la oportunidad, que al dejar esa beca había hecho un súper feo y que eso podía tener consecuencias de que a España no le dieran becas al año siguiente.
Las palabras "mi madre tiene cancer", no influyen, ¿no?
No, creo que no llegaron, ¿no? (Sonríe con ironía) De hecho, nunca recibí ninguna llamada ni en ese momento ni después, ningún "¿Cómo está tu madre?". Nunca. Yo desaparecí del mapa. Quiero decir que es verdad que la gente de la Federación no es la misma que estaba hace 20 años, pero yo en ese momento no recibí nunca ninguna llamada. Nada, nada. Un vacío, como si yo nunca hubiera existido y como si nunca hubiera estado en el CAR ni nada. Yo me fui a mi casa, pasé toda la enfermedad, al año siguiente yo me presenté al Campeonato de España…y era como como si no existieras. No te llamaban ni siquiera para un entrenamiento de un fin de semana con la Selección…Eras invisible durante años, hasta que yo creí que ya había hecho todo lo posible, que no me iban a volver a llamar, y entonces dejé de competir. Mi madre ya se había recuperado y pensé: "Voy a viajar al extranjero y voy a centrarme en desarrollar mi vida personal y profesional, porque la deportiva ya está y se cierra un círculo".
Es que claro, los deportistas que habéis hecho un ciclo entero tenéis un relato de lo que pasó, de cómo empezó todo, con un primer acto, un segundo y un tercero. En cambio, con tu carrera hay muchos mundos paralelos: uno en el que tu madre no se pone enferma y en el que tú hubieras empezado a ser campeona con 22 años, te hubieras retirado con 27 y ahora estarías haciendo vete tú a saber qué.
Nunca hubiera ido a unos Juegos Olímpicos
Claro, porque entonces no los había. Un mundo, insisto, en el que tú, con 32 años, no puedes ir con la Selección porque alguien decide que eres muy mayor, ¿te imaginas? Es que hubiéramos perdido a una de las deportistas más grandes de la historia del deporte español ¿Esto cómo se valora? Porque hay decisiones importantes que se han decidido por cuestiones como el azar o por la decisión concreta de una persona en concreto en un momento determinado.
Cualquier cosa hubiera cambiado toda la historia de mi vida, hubiera provocado muchos universos paralelos con una Sandra haciendo cosas totalmente diferentes por decisiones ajenas, pero mira, casi no pienso en eso. Lo único que pienso más, porque creo que quien más lo ha sufrido ha sido mi madre, es de todo lo que pasó tras su enfermedad, porque yo sé que ella, de alguna manera, aunque yo le quiera transmitir que no, se sintió culpable. Ella arrastra el sentimiento durante muchos años de que por su culpa su hija no ha tenido esa oportunidad. Entonces, cuando me preguntan por mi medalla más importante pensando en unos Juegos Olímpicos, yo siempre digo que para mí está por encima mi primer mundial ganado en Madrid con el Wizink lleno y mis padres en la grada. ¿Sabes por qué? Porque yo me pude dar la vuelta y ver a mi madre llorando. Fue ahí donde se quitó 100 kilos de encima, un lastre que arrastraba por pensar que mi oportunidad ya se había pasado. Pues mira, mamá: mi oportunidad solo tuvo que esperar para que llegara en el momento adecuado.
Pero qué tremendo es pensar que la decisión de un señor, dos o tres de una federación puede condicionar tu carrera, la de la historia al deporte español y la vida de una señora que cuyo mayor pecado fue tener cáncer.
Sí, sí. Lo que más duele es el sentimiento de mi madre. Todo lo demás da igual, pero sentir que tu madre está sufriendo por algo… y encima, ¿cómo lo cambias? ¿Cómo le hago ver que mi vida no ha tomado ese camino y ha tomado otro? Y yo siempre le decía: "Si es que yo soy feliz, he vivido cosas increíbles a través del deporte, aún cuando no conseguía llegar al equipo nacional"...era feliz y yo le quería transmitir eso a mi madre: "Mamá, soy feliz, soy feliz, mi vida me ha llevado por otro camino, nuestra vida nos ha llevado por este camino, pero siempre feliz", intentando quitarle ese sentimiento de encima, pero por culpa de otras personas no sabía cómo devolverle esa tranquilidad.
Y con esos hombros y esos bíceps que tienes, ¿no te daban ganas de darle una hostia? Di la verdad.
Pues no. Mira, es verdad que he vivido muchos momentos de rabia, de impotencia, de sentir que esto no es justo, y piensas en qué puedes hacer para cambiar esa injusticia, qué hago, cómo lo lucho, cómo lo hago. Pero no tengo nada en contra de nadie, te lo prometo, de verdad que no. También es porque me siento muy satisfecha de cómo ha sido mi vida y porque en todo momento me he sentido feliz en el camino en el que transitaba en cada momento, y además hay otra cosa: cuanto más malos sentimientos metro dentro de mí, peor porque me los como yo mientras el otro (el que ha tomado la decisión), para mi desgracia, tomó la decisión que tomó y al día siguiente no se acordaría de mí.
¿Tú crees que hoy sí está viendo esto?
A lo mejor ahora sí porque ha pasado lo que ha pasado (a todo lo que ha ganado, se refiere), pero durante esos ocho o diez años donde yo no volvía a la competición, donde no encontraba mi lugar, esa persona ni se acordaba que era la que había tomado esa decisión.
La movida del karate es que te ayuda a somatizar otro montón de cosas de la vida que no son sólo al deporte, entiendo.
Claro, ¿qué hace la gente cuando se quiere desahogar? Pegarle al saco, al cojín o al que tiene al lado, ¿no? Pues en el karate puedes sacar esa rabia. Yo siempre lo digo: todo deportista, incluido el karateka, puede sentir rabia o envidia, puede sentir lo bueno y lo malo, y es a través del karate donde intento darle más espacio a unos sentimientos que a otros dentro de esa pelea interna.