BÉISBOL

El 'Señor Juan': el ojeador de Los Angeles Dodgers al que las balas llevaron a Sant Boi

El técnico, que ha vivido varios episodios de violencia en su Venezuela natal, se abre a Relevo para contar su historia.

Juan durante un entrenamiento del Sant Boi./ELABORACIÓN PROPIA / JORDI CARDERO
Juan durante un entrenamiento del Sant Boi. ELABORACIÓN PROPIA / JORDI CARDERO
Jordi Cardero

Jordi Cardero

Una rotonda da la bienvenida a Sant Boi. Se lee en ella "cuna del rugby". Y es que la ciudad, al oeste de Barcelona, lleva años viendo triunfar a la Santboiana. También a los hermanos Gasol, nacidos en esta localidad. En el barrio de Camps Blancs, presidido por edificios en forma de bloques de cemento, Juan García cita a Relevo en un bar cerca del estadio. Fue scout de Los Angeles Dodgers, descubrió a algunos de los mayores talentos del béisbol y ahora entrena a niños en Sant Boi. Dos amenazas de muerte cambiaron el destino de su vida. Ahora se abre para contar su historia.

Nos acompaña de fondo el ruido de la máquina tragaperras y las discusiones de hombres visiblemente embriagados, aunque sean las cuatro de la tarde. "Yo vengo del futuro", inicia Juan. Nacido en Caracas y apasionado del béisbol, el Señor Juan -así lo llaman sus jugadores- ha moldeado centenares de peloteros y llevado a la élite a varios de ellos. En su país lo tenía todo. Pero la inseguridad terminó empujándole lejos de Venezuela. Un océano más allá. Dos amenazas de muerte le obligaron a marchar sin mirar atrás. Ahora, en Sant Boi, inculca su pasión a un grupo de chicos y chicas que le ven como un referente.

Hasta los 30 años, Juan siempre había sido entrenador de niños. Compaginaba su pasión con la fundición de hierro, su trabajo. Todo cambió como suelen cambiar las cosas: sin aviso previo y por azar. Un día, Camilo Pascual, ojeador de Los Angeles Dodgers, acudió a uno de sus entrenamientos para ofrecer una prueba en el equipo norteamericano a uno de sus jugadores. Y sin embargo, quien más encandiló a Camilo fue el entrenador: el propio Juan. Le explicó que la franquicia quería abrir una academia en Venezuela y le ofreció ser parte del proyecto. Comenzó el ascenso a los cielos.

"En Venezuela la mayoría deja los estudios porque sueña en ser jugador profesional de béisbol"

Juan García Ex ojeador de Los Angeles Dodgers

Por sus manos han pasado centenares de beisbolistas y ha mandado a siete de ellos a las grandes ligas. Ahora entrena lejos del foco. "No es lo mismo llegar a ser un jugador profesional de béisbol habiendo nacido en España o habiendo nacido en Venezuela", comenta. Allá miles de chicos se lo juegan todo porque no tienen nada que perder. "En mi país se juega al béisbol todos los días del año y la mayoría deja los estudios porque sueña en convertirse en profesional. Aquí todos estudian, no son niños de la calle", añade.

Juan García, el segundo por la derecha, cuando era ojeador de los Dodgers. IMAGEN CEDIDA
Juan García, el segundo por la derecha, cuando era ojeador de los Dodgers. IMAGEN CEDIDA

El brazo, el bateo, la velocidad, la fuerza, el físico y la interpretación. Estas son las características que Juan estudiaba. Y así impulsó al estrellato a siete jugadores. Los recita de memoria: Lino Urdaneta, Bellerín, Franklin Gutiérrez, Marcos Carvajal, Rómulo Sánchez, Danry Vásquez y Kenley Jansen, recientemente fichado por los Boston Red Sox.

'Secuestrar' a un jugador para poder ficharle

A Kenley lo tuvieron que "secuestrar" para firmarlo. Cerca de 30 equipos de las grandes ligas querían hacerse con el beisbolista nacido en Curaçao. Tenía 16 años y Juan y su equipo lograron firmarlo por 100.000 dólares, cifra cinco veces superior por lo que se ficha a jugadores de su edad. "Fue un escándalo", recuerda Juan. "Literalmente lo secuestramos y lo trajimos a Venezuela, lo encerramos en la academia hasta el momento de la firma. Allá practicaba todos los días, de nueve de mañana a dos de la tarde, de lunes a sábado. No iban a la escuela, únicamente jugaban al béisbol. Puro béisbol". Su all in fue un acierto de pleno.

Kenley Jansen con su nuevo equipo, los Red Sox de Boston. REUTERS
Kenley Jansen con su nuevo equipo, los Red Sox de Boston. REUTERS

A causa de una reestructuración del club, Juan dejó los Dodgers y tras un paso por DirecTV, de la que fue un exitoso productor sin experiencia previa en el gremio, saltó al mundo de los agentes. Un día descubrió en su pueblo, Charallave, a Danry Vasquez. "Era el Messi del béisbol", relata. Danry tenía sólo 13 años y Juan, a quien todo el mundo conocía por su paso por los Dodgers, era un ídolo para el joven beisbolista. Trabajaría con él hasta los 16 años, momento en el que ya pueden firmar su primer contrato profesional.

"No podrás retenerlo, te acabas de encontrar con Tony Oliva -una leyenda de las grandes ligas-", le advirtió Camilo, su ex compañero en los Dodgers. Pero Juan lo logró. Y tres años después, los Detroit Tigers lo firmarían por cerca de un millón y medio de dólares. La carrera de Vásquez, por temas extradeportivos, terminó quebrando. Mientras tanto, Juan, que acababa de encumbrar su carrera como ojeador, aún no sabía que su vida nunca volvería a ser la misma.

Una pistola en la cabeza durante 45 minutos

Todo el mundo se enteró del fichaje de Vásquez por los Tigers. También de la cifra. También los criminales. Lo firmaron en 2010, en 2012 recibieron el dinero y un año después Juan viviría uno de los momentos que le acompañarán hasta el último de sus días. Así recuerda uno de los relatos más impactantes de su vida.

"Cuando yo firmé a este chico, la delincuencia se enteró. Sabían que yo iba a tocar plata. Acababa de comprarme un Toyota Corolla. Un día iba a montarme en el coche y aparecieron tres personas. Pensé que me lo iban a robar porque era nuevo. Me tuvieron 45 minutos con una pistola en la cabeza. Me hicieron llevarlos a mi casa en busca del dinero, pero les llevé a donde estaba la policía. Ellos no lo sabían. Les mentí, les dije que vivía en dirección a donde estaba el cuartel. Y al llegar ahí me tiré del coche en marcha. Se prendió aquel atajaperros", cuenta. En un primer momento la policía le detuvo por "actividades sospechosas".

"Le rogué que no me matara porque era el cumpleaños de mi hija"

Juan García Entrenador del Sant Boi

El coche terminó llenó de balazos en una disputa entre los criminales y la Policía, que logró detenerlos. "Estuve 15 días sin salir de casa. ¿Cómo podía salir así a la calle? Quedé traumatizado", recuerda. Venezuela era un país cada vez más inhabitable. No fue la única mala experiencia. "Ocurrió el 26 de julio de 2013", comienza relatando la otra anécdota. "Me intentaron robar el coche. Ese día cumplía años mi hija. Le dije que se llevara el coche, el dinero, todo lo que quisiera. Pero le rogué que no me matara porque mi hija estaba cumpliendo años. Mi mujer y yo íbamos camino a comprarle una tarta. Eso fue lo que me salvó la vida".

"Amo mi país, quiero estar en mi país. Pero no puedo", explica Juan, emocionado. "No tengo palabras para agradecer a España la acogida que me han hecho. Lo tranquilo que vivo aquí no tiene ni precio ni comparación". El problema, sin embargo, está a la hora de encontrar trabajo. "La gran mayoría de los que llegamos somos buena gente", alega Juan.

La familia, su mayor orgullo

Se le iluminan los ojos cuando habla de su familia. Y especialmente de su esposa, pues se emociona con tan solo mencionarla. "Fliparías con el currículum de mi esposa. Es doctora en Educación y se dedica a actividades de geriatría. Mi hija es fisioterapeuta y trabaja en un restaurante. Mi hijo es licenciado en Publicidad y trabaja en paquetería. Y no nos quejamos. Pero en mis oraciones le pregunto a Dios qué mal habré hecho. No nos dejan demostrar lo que valemos", comenta Juan, tan agradecido como resignado.

Juan se convierte en el Señor Juan cuando entra al estadio del Sant Boi. El béisbol, tantos años después, sigue siendo su gasolina. Cuando se viste de entrenador, su templanza se transforma en fuego. Los campeonatos de España en categorías Sub-11, Sub-13 y Sub-18 que ha levantado no llegan únicamente lanzando halagos a los peloteros. "Dentro del campo les marco, pero ellos ya lo saben", explica. El Señor Juan es exigente con los niños y niñas del equipo, pero no hay ninguno que ponga una mala cara. "Todos quieren que sea su entrenador", comentan desde el club.

"Si te lo tengo que contar otra vez te canto el see you later", le lanza a un niño que no llegó a tiempo a la segunda base y quedó eliminado. El Señor Juan viaja en tren desde Sabadell durante dos horas cada día para asistir a los entrenamientos. Tres los fines de semana. Trabaja en el Sant Boi, un club y un barrio que precisamente se nutrió de la migración. Camps Blancs se creó cuando sacaron las barracas de Montjuïc. Fue una de las tres zonas que nacieron -junto a La Mina y Sant Cosme- de la reestructuración de El Polvorí, cuna de familias en situaciones sociales y económicas muy complicadas. "A pesar de haber competido a nivel continental, el verdadero éxito del club es su labor social", remarca Moisés, también entrenador del club y vecino del barrio desde pequeño.

Ni Juan ni su familia han tenido la oportunidad de hacerse valer en sus profesiones. Pero el Señor Juan, cuando se enfunda la gorra blanca del Sant Boi, vuelve a vestirse con la pasión que lo catapultó a los Dodgers. Algunos de los jugadores que llevó a la élite le siguen escribiendo. A Juan no le dejan abrir algunas puertas, pero otras las ha abierto a patadas. Se labró su propio camino. Fuego en la cancha y hielo fuera de ella. La vida le pasó por encima. Y hasta la vio pasar por delante de sus ojos. El béisbol y su fe decantaron la balanza.