Jorge Prado, el niño que emigró para reinar en el mundial de motocross
Esta es la historia de toda una familia entregada a un sueño, que emigró a Bélgica con dos niños pequeños y en plena crisis en busca de brillar en el motocross.

¿Qué habrías respondido si con ocho años te preguntan si estás dispuesto a dejar atrás a tus amigos y poner rumbo a otro país para que tu hermano mayor dé los primeros pasos de un sueño? Cecilia lo tuvo claro: adelante. 12 años después, Jorge Prado, su hermano, ha cumplido ese sueño, tras dos primeras temporadas complicadas en la élite del motocross mundial. Antes, ya se había coronado dos veces campeón del mundo de MX2, la segunda división (2018 y 2019). Pero ahora escribe para siempre en mayúsculas su nombre en el panorama internacional de la disciplina y en la historia del motociclismo español.
Aquella tarde del verano de 2011, en su casa de Lugo, los padres de la familia Prado, Jesús y Cristina, afectados por la crisis económica que asolaba España, plantearon una pregunta que en cualquier otro hogar habría hecho saltar por los aires la convivencia. Pero la pequeña de la familia no dudó: se marcharían a Lommel (Bélgica), un pequeño pueblo pegado a Países Bajos donde se respira motocross a la vuelta de cada esquina y se habla neerlandés. Después de que su hermano se hubiese proclamado campeón de Europa y del mundo de 65cc (el más joven de la historia en lograrlo, con 10 años), el fabricante austriaco de motos KTM y Red Bull le habían fichado para los próximos cinco años.
No obstante, el contrato no incluía la manutención de la familia y Jesús y Cristina tuvieron que buscarse la vida en un país desconocido y sin nadie que les pudiese echar una mano inicialmente. Así, todavía sin conocer el idioma local, él, que venía de trabajar en un banco y en la empresa de su padre, compaginó las carreras de Jorge con el pegado de filtros de espuma en una fábrica, mientras que ella, abogada de profesión, entró a trabajar en una heladería.
"Había una crisis brutal que azotaba a España y nuestra posición laboral era bastante mala en ese momento; a lo mejor eso hizo más fácil tomar la decisión. Cuando no tienes mucho que perder, no pierdes nada por intentarlo. Nos fuimos con una mano delante y otra detrás, eso sí con el respaldo de que Jorge tenía un contrato con Red Bull y KTM para contar con el material para entrenar y competir, fuese en España o Bélgica. Pero hubo que buscar la manera de comer todos", recuerda Jesús Prado en conversación con Relevo.

La decisión hizo que KTM pusiera a Jorge en manos de los Everts, leyendas vivas de la especialidad (14 mundiales entre padre e hijo, Harry y Stefan, respectivamente). Aunque la adaptación no fue sencilla, la familia fue acostumbrándose a los días lluviosos de Bélgica y el pequeño Jorge fue puliendo sus habilidades en las arenas embarradas de los circuitos de motocross de los alrededores de Lommel. Lo más complicado: compaginar las horas de entrenamientos y carreras fuera de casa con los estudios, pero consiguió acabar la secundaria tras haber aprendido neerlandés y haber depurado su inglés. Actualmente, también domina el italiano y algo de francés.
"Los primeros años fueron bastante complicados, te cambia la forma de vivir. No tienes a nadie. Como mi mujer trabajaba todo el verano sábados y domingos, durante la temporada de motocross de Jorge, ella no podía venir y yo me llevaba a los dos pequeños en el camper porque mi hija no tenía con quién quedarse", rememora el padre de la familia.
Una pasión familiar
Pero, ¿qué le hizo meter a su hijo pequeño en un mundo tan complicado como el del motocross?
El abuelo paterno de Jorge, Ignacio, es un apasionado de las motos que aún hoy se sigue levantando de madrugada para ver la gira asiática de MotoGP. Aunque no respaldó en demasía los tímidos escarceos de Jesús en la competición, con su nieto se ha desvivido desde que se dio cuenta que era algo "fuera de lo normal".
La primera moto -de trial y con la que no llegaba a tocar los pies en el suelo- se la regalaron a Jorge el 5 de enero de 2004, cuando cumplió tres años. Pero hasta ese momento ya dominaba la pequeña Molto de plástico, montaba en bici sin ruedines, hacía caballitos y ofrecía espectáculos improvisados en cuanto su padre se descuidaba hablando con amigos en las calles de Lugo. Los primeros años se los pasó compitiendo en Madrid los fines de semana y se proclamó dos veces campeón de trial, pero el siguiente regalo fue una moto de motocross con seis años y ahí ya no hubo marcha atrás.

Dio cada vez más pasos hacia delante, a la vez que demostraba en cada carrera la habilidad y la velocidad que tenía, innatas y autodidactas, según reconoce su padre. A los títulos nacionales a muy temprana edad les sucedieron el Europeo y el Mundial de 65cc, que atrajeron las miradas de todos los grandes nombres del motocross y la mudanza a Bélgica.
Pero los siguientes tres años tuvieron una buena dosis de sinsabores. Jorge arrasaba en las clasificatorias de 85cc, pero no consiguió llevarse el gato al agua. La última temporada ni siquiera pudo disputar las finales del Europeo y el Mundial tras romperse una tibia por el impacto de un rival en la vuelta de formación de la primera. "Era el favorito para el Europeo, donde se jugaba todo a una carrera final. Llevábamos tres años en Bélgica y este era uno de los objetivos que teníamos, él era el más rápido con diferencia y la mala suerte le dejó sin él. Es un momento que supuso una gran presión, incluso para Jorge. Pero al siguiente año ganó el Europeo de 125cc con 14 años y se desquitó", recuerda Jesús, el padre.
El punto de inflexión
Pocos podrían haberse imaginado que un fin de semana de finales de agosto de 2016, con solo 15 añitos, el gallego tuviera las agallas, y quizás la inconsciencia, de meterse en Assen en un duelo manillar con manillar con el héroe local: Jeffrey Herlings, que iba camino de coronarse por tercera vez campeón del mundo de MX2, segunda categoría del Mundial de Motocross.
El neerlandés, también piloto oficial de KTM, le llegó a recriminar en pista que le plantase cara por la victoria en mitad de su exhibición local. No todos los días te tose un rival siete años menor que tú. El duelo finalmente se lo llevaría Herlings, pero el segundo puesto de Prado aquella tarde (tercero en la general del gran premio de Países Bajos) en su debut en la segunda división del Mundial fue una auténtica declaración de intenciones. Acababa de nacer una estrella que aún miraba inocente, con sonrisa dulce y mofletes sonrosados, pero que cuando se ajustaba las gafas y giraba el puño, no entendía de límites.
Campeón las 24 horas del día
Ese descaro le ha caracterizado desde siempre, pese a que ha tenido que competir contra rivales de mayor edad y desarrollo físico, debido a la apuesta de KTM de no retenerle más de la cuenta en cada categoría e ir subiendo escalones sin pausa.
"Jorge ha sido un descarado siempre y lo sigue siendo. Respeta a sus rivales, pero solo personalmente, a nivel deportivo no se amilana ante nadie, por muchos títulos que tengan. Herlings [6 veces campeón del mundo] y Cairoli [9 veces campeón del mundo] lo saben bien. Cairoli era su ídolo de toda la vida, pero una vez que ha compartido pista y equipo con él, no le ha regalado ni un centímetro. Es un ganador nato y como todos ellos, no perdona. No nos olvidemos de que prácticamente todo esto lo ha conseguido siendo un niño y un adolescente", subraya Diego Muñoz, que lleva desde 2013 como persona de confianza del lucense, a Relevo.
Precisamente en ese año 2013 se produjo una instantánea que Muñoz y Prado guardan con especial cariño. Red Bull organizó un evento en Valdemorillo llamado Give me five (Choca esos cinco) y allí viajaron algunos de los pilotos más relevantes del panorama internacional. En la fotografía se observa a Cairoli, Dungey y Roczen, campeones del mundo y de EE UU, respectivamente, mirando atónitos un scrub (salto con la moto en paralelo al suelo), de ese pequeño de mirada risueña y sonrisa inocente.
"Es muy perfeccionista y tiene una sensibilidad tremenda con la moto. Pero es que también le pasa con las fotos y siempre hay discusión. Tú ves una espectacular y él te dice que no, que tiene un poco el codo metido y que no le gusta. Es campeón del mundo porque tiene mucho talento y porque trabaja las 24 horas del día. Desde pequeñito tenía muy claros sus objetivos y quería ser el mejor del mundo de la que es su pasión y sigue siendo así. Está convencido de que tiene talento para lograrlo, pero también sabe que hace falta trabajo para ello y se deja la piel todos los días. Si no está en la moto, está haciendo el descanso apropiado, viendo vídeos para aprender más o comiendo lo que tiene que comer. No le ves tomándose unas patatas fritas con kétchup. Lo tiene muy claro y nunca en un entrenamiento ha pedido terminar antes", añade Muñoz.
Crecer en mitad de un ambiente de competición profesional te obliga a madurar a pasos agigantados, pero el entorno de Prado reconoce que había momentos en los que casi costaba darse cuenta de que era un niño quien provocaba los oooh! del público y atraía las miradas de sus rivales. Los duelos con sus compañeros de equipo le hacían pasarlo mal cuando se convertían en rivalidades duras, como la que tuvo con Paul Jonass en MX2. Eso le creaba tensión. Una sensación similar a la que experimenta cuando ve la cara de su padre y no encuentra lo que espera. Muestra de la intensa relación que comparten dos personas que recorren medio mundo persiguiendo un sueño es el beso que Jesús le da a Jorge aún hoy antes de empezar cada manga.

Un sueño cumplido
Sus dos títulos en MX2 en 2018 y 2019, ya con la mayoría de edad cumplida, fueron el trampolín hacia la cima de la especialidad, pese a que la familia tuvo que separarse en una nueva apuesta de futuro. Jesús y Jorge se mudaron a Santa Marinella, a 70 km de Roma para trabajar con la estructura de Claudio de Carli, que tiene su sede en Malagrotta, a 20 km del centro de la capital italiana. Mientras, la madre y la hermana siguieron en Bélgica, aunque la pequeña de la familia se trasladó en los últimos años a Lovaina para estudiar en la reputada universidad, fundada en el siglo XV.
Sus tres primeras temporadas en la primera categoría del Mundial, MXGP, tuvieron altibajos, condicionadas por lesiones graves (como la rotura del fémur en la pretemporada de 2019, antes de su debut en la cima), la COVID-19 y una buena pizca de mala fortuna. Aun así, el español ha sido capaz de ofrecer varias muestras de su calidad y nivel, y suma en sus cuatro años en la categoría un total de 25 victorias de manga, 39 podios y 7 victorias absolutas, junto con dos títulos como el mejor piloto en las salidas (2021 y 2022). En esto último, no tiene rival gracias a una habilidad especial para gestionar los primeros metros cuando baja la valla.
Y este 2023 -cuando ha vivido a caballo entre Bélgica y Roma- cerró el círculo por el que su familia cambió de vida: ser campeón absoluto del mundial de motocross. El primer español en lograrlo. Todo ello después de un año casi perfecto, en el que solo faltó a su cita con el podio en dos de las 18 citas disputadas hasta que selló el título.
El futuro está en sus manos y Jorge ya sabe lo que es saborear el ser el mejor del mundo sobre una moto de motocross, tocar la gloria con las manos y celebrar el éxito tras años de trabajo, sacrificios y jornadas complicadas.
¿Y EE UU? Los sueños se cumplen de uno en uno y Prado está a gusto en un mundial donde se siente valorado y respetado. Ya habrá tiempo de pensar en un posible traslado para explorar el Supercross americano y sus estadios a rebosar. El Mundial es la materia de sus sueños y su familia, el agradecimiento eterno.