El italiano que aspira a ser rey del mayor templo del muay thai: "Lloraba todos los días"
Mathias Gallo Cassarino peleará por el cinturón del estadio Lumpinee, el más prestigioso de Tailandia, el 29 de abril. Sería el séptimo extranjero en lo lograrlo.
![Mathias Gallo Cassarino, concentrándose para un combate./Samy Menaï (@sam_noritakam)](http://s1.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202304/16/media/cortadas/mathias-gallo-Rs3z7Qqv1uFvp1lVxwjeKoJ-1200x648@Relevo.jpeg)
"Los tres primeros meses en los que viví de manera permanente en Tailandia fueron muy duros. Lloraba cada día porque iba al colegio y no lograba enterarme de nada. Aún así, tras volver a Italia sabía que mi futuro estaba en Asia. En Tailandia había podido pelear un montón de veces y en Italia, durante el mismo periodo de tiempo, apenas me salieron un par de combates", recuerda Mathias Gallo Cassarino.
El luchador de Turín echa la vista atrás en Relevo para valorar el difícil peaje que ha tenido que pagar para estar a un paso de lograr el mayor logro que nunca antes un luchador de su país ha logrado. Mathias peleará el 29 de abril por convertirse en campeón del estadio Lumpinee, un hito.
Gallo Cassarino vive ahora la parte bonita de la historia, pero el esfuerzo que lleva detrás hace que su camino sea todavía más bonito. El pequeño Mathias viajaba en verano de Italia a Tailandia desde que tenía uso de razón. Su padre, Roberto, era luchador y aprovechaba su tiempo de asueto con su familia para ir a la cuna del muay thai a mejorar su técnica. Acompañando a su padre, el pequeño no perdía la oportunidad y jugaba, más que entrenar, con otros niños de su edad. Poco a poco fue creciendo y con 14 años tuvo que elegir. Priorizó el muay thai.
Mathias le comunicó a su padre que quería dedicarse al muay thai y Roberto, sin dudarlo, le dijo que para hacerlo bien tenían que mudarse a Tailandia. Lo hicieron durante un año y después regresaron a Turín durante el mismo tiempo. La idea era que el adolescente comparase la vida que tendría en un país y en otro y eligiese. Se quedó con Tailandia. "Una vez que te metes en la cultura asiática te acostumbras. Claro que echo de menos Italia, es mi país, pero desde el punto de vista deportivo no hay comparación. Además, en mi caso, la transición, aunque difícil, fue más sencilla. Cuando volvía del colegio estaba con mis padres. Estaba en casa, fuese en Tailandia o en Italia", afirma el luchador.
![Mathias Gallo Cassarino, de niño, antes de un combate en Tailandia.](http://s2.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202304/16/media/cortadas/mathias-gallo-peque-U74045432123ohs-406x720@Relevo.jpeg?cw=300&ch=533)
En su regreso a la cuna del muay thai, el patriarca de los Gallo Casarino tenía una cosa clara: quería vivir en una ciudad tranquila. Por lo que descartó vivir en Bangkok de inicio. "Al principio estuvimos en Pattaya. Tenía playa y no había demasiados problemas para encontrar un buen colegio, pero se masificó y buscamos un lugar más 'rural' para tener un hogar. Entonces nos instalamos en Rayong (ciudad de 50.000 habitantes a 180 kilómetros al sur de Bangkok)", recuerda. Una vez allí, el choque cultural fue importante, ya que Roberto quiso montar su propio gimnasio. "Fue un shock para los locales. Nunca había habido farang (así llaman los tailandeses a los extranjeros) en su localidad y menos todavía habían montado un gimnasio de muay thai, el deporte nacional en Tailandia", añade.
La familia italiana tenía claro su futuro y por ello trabajaron desde pronto para integrarse. Mathias, además de inglés, habla perfectamente thai, lo que le ayuda a la hora de trabajar con los locales. El italiano también tiene un impoluto castellano gracias a su gran amistad con el luchador gaditano Carlos Coello, quien entrena en el 7muaythai gym. Ese gimnasio, con el paso de los años, se ha acabado convirtiendo en una referencia. "Nunca lo imaginé, quizá mi padre sí. Es más ambicioso y soñador", afirma el luchador.
La carrera de Mathias creció de manera fulgurante. Con 18 años estaba debutando en el Estadio Lumpinee, el más prestigioso del país. En Tailandia, el muay thai es algo cultural, por lo que dan mayor importancia a sus 'templos' que a los títulos mundiales. Gallo Cassarino estaba ya más que integrado y sabía de la importancia de su estreno. "Todavía hoy no me explico cómo no llegué al combate sin energía. Me pasé todo el día muy acelerado de los nervios. Pensaba que como no lograse controlarlo, no podría volver a pelear allí. Me daría algo antes (risas)", reconoce el italiano.
Llegó y ganó, al igual que en otra de sus grandes noches. En 2013, con tan sólo 20 años, Gallo Cassarino estuvo presente, disputando un título, en una multitudinaria pelea para festejar el cumpleaños de la reina. "Había peleado 11 días antes y me había cortado. Mi único pensamiento era poder llegar al combate. Lo logré y gané haciendo caso a la esquina. Al empezar muy pequeño a pelear lo relativizas y eres capaz de controlar los nervios en situaciones de tanto estrés. Había 200.000 personas en la grada, pero logré evadirme de ello y seguir el plan", apunta.
Desde ese momento, su nombre empezó a crecer en Tailandia y los éxitos no tardaron en llegar. Ha sido campeón mundial y ha ganado cinturones muy prestigiosos en Tailandia. De hecho, cuando quiere posar con todos casi no tiene brazos para sostener todo. Pese a ello, fue en 2019 cuando logró uno de los mayores hitos de su carrera. Logró ranquearse entre los 15 mejores luchadores de su peso (superligero) en el Lumpinee. El trabajo desde entonces le ha dado la oportunidad de pelear por el título el 29 de abril.
"Da respeto. Es algo muy grande y estoy haciendo la preparación con mucha ansia y nervios, pero siempre doy lo mejor de mí cuanta más presión tengo", espeta Gallo Cassarino. Con 30 años y una vida dedicada al muay thai, Mathias está a punto de cumplir el sueño de todo thai, por sí, él es uno más. "No me gusta hablar de mí mismo, lo que los locales me dicen es que soy un thai en un cuerpo de farang. Soy agresivo, algo menos habitual aquí, pero mi estilo es totalmente tailandés", concluye el italiano.
En 1990, el neerlandés Ramon Dekkers se convirtió en el primer extranjero pelear por el cinturón del Lumpinee. Le han seguido quince hombres y sólo seis de ellos han logrado alzar el título. Gallo Cassarino está convencido de ser el séptimo. Ha dedicado media vida a un sueño en la otra punta del mundo y con menos reflectores de los que debería en su país, pero desde el inicio sabía que iba a ser complicado. Su objetivo está a un paso. Una pelea para que el thai de Turín sea el rey del Lumpinee.