El primer rival de Ilia Topuria es ahora mecánico de trenes en RENFE: "Me da mucha nostalgia pensar que podría estar ahí"
El venezolano Francisco Javier Asprilla atiende a Relevo desde Valladolid para recordar su pelea con el reciente campeón del peso pluma de la UFC, la primera del hispanogeorgiano como profesional.
El 4 de abril de 2015, Ilia Topuria debutó como luchador profesional en Denia, a solo una hora de su casa, en Alicante. Allí, estrenando la mayoría de edad, y todavía sin los tatuajes que hoy le conocemos, el hispanogeorgiano, vigente campeón de la UFC en la división de peso pluma, se enfrentó a Francisco Javier Asprilla Martínez, ocho años mayor que él. La pelea se decantó del lado de Topuria, que, con una sumisión de triángulo invertido en el primer asalto, sumó el primer triunfo a un récord que hoy, nueve años después, se mantiene inmaculado: 15-0.
El camino de Asprilla, sin embargo, tomó un rumbo muy diferente. "Con los años hice una oposición y ahora mismo trabajo en RENFE, como mecánico de trenes en Valladolid. Entro cada día a las 6:45 y salgo a la hora de comer", asegura al otro lado de la pantalla quien, pese a todo, no ha dejado de lado las artes marciales mixtas. "Entreno a una veintena de chavales en el Polideportivo Pisuerga y, además, soy el delegado de las MMA de Castilla y León, es decir, me encargo de organizar todos los eventos que se celebren aquí, así como de hacer el selectivo autonómico para los nacionales".
El venezolano, que llegó a España con tan solo siete años junto a su madre y su hermana, se presentó a la pelea con Topuria, por entonces novato, con ocho peleas a sus espaldas (3-5 de récord). "Me acuerdo como si fuera ayer", asegura con un inconfundible brillo en los ojos. "Él ya despuntaba mucho pese a ser tan joven… Tanto que yo ya había seguido su trayectoria amateur. Todavía era un chaval, pero tenía un movimiento, el suplex de espaldas, que metía miedo a todos sus rivales, incluso en profesionales".
"Entre los compañeros de mi equipo, nos decíamos, buah, hay que tener mucho cuidado con este chico porque si te coge la espalda, olvídate", recuerda. "Cuando salí a pelear contra él, sabía que tenía que medir la distancia, porque si me agarraba se me iba a complicar mucho el combate. Antes de Topuria había peleado también con Dani Bárez y otros peleadores a los que conseguía meterles mano, pero me derribaban y me ganaban en el suelo".
Dicho y hecho. Tras instantes de distancia, respeto y amagues, aún sin llegar a contactar, Asprilla se lanzó a por Topuria y el hispanogeorgiano, no sin dificultades, logró esquivar los golpes en el octágono de Denia. Acto seguido, como si estuviera automatizado, Topuria derribó al venezolano y buscó la finalización en el suelo. "Yo estaba avisado, claro", sonríe. "Sabía que él no intercambiaba mucho arriba, pero que cuando podía te agarraba y no te soltaba".
"En ese momento, cuando me tenía en el suelo, pensé, joder, cómo pesa este cabrón", señala. No es para menos, claro. La pelea se había pactado en 70 kilos, cuatro más de los que marcó la báscula de Topuria este fin de semana ante Alexander Volkanovski. "Yo por aquel entonces estaba en 65 y hasta ese momento no era consciente lo que era enfrentarte a alguien que te sacara cinco kilos y que se le diera tan bien el suelo".
"Cuando me derribó, se notaba mucho la diferencia de peso, de fuerza y de técnica", reconoce, honesto. "Me fue imposible levantarme. Él fue atrapándome poco a poco hasta que consiguió hacerme un triángulo invertido, que ojo, yo intenté salvarme, pero me fue imposible. Me tuve que rendir porque si no, claro, me hubiera dejado dormido".
Desde entonces, incluso desde mucho antes de aquel enfrentamiento, la progresión de Topuria no se ha detenido. "Él ha hecho siempre lo que tenía que hacer", indica Asprilla, tajante. "Siempre ha hecho todo de la forma correcta. Nunca ha dudado de sus posibilidades, y yo, en cambio, he pasado por circunstancias personales que me han hecho dudar. Cuando me tocó, no vi claro si de verdad tenía posibilidades de entrar en la UFC. Y él no dudó en ningún momento. Esa es la gran diferencia".
"Me alegra un montón todo lo que está haciendo y lo que está consiguiendo a día de hoy, pero es cierto que de vez en cuando siento un poco de nostalgia", admite, ahora con una evidente pena contenida. "Le veo y me paro a pensar qué hubiera pasado si hubiera seguido. Pienso, joe, yo también podía haber estado ahí. No digo llegar a ser campeón como él, pero sí estar dentro de la UFC, compartir velada allí con él…".
Esa oportunidad perdida, sin embargo, es ahora una ilusión irrefrenable en el peleador venezolano, que tras dejar las MMA hace unos años para criar a su hija, sueña ahora con fichar por la UFC cuando la compañía llegue a España. "Mientras busco pelea, me encargo de organizar el autonómico de Castilla y León y un Open en la Cúpula del Milenio, en mayo", dice quien nunca dejará de estar ligado al vigente campeón mundial del peso pluma. "A Ilia me gustaría darle las gracias, por el trabajo que hace, por motivar a tanta gente, incluido a mí mismo, y por tener una mentalidad tan fuerte como deportista".
"Yo al final me siento muy feliz por estar en la historia, ya no solo de Ilia, sino de las MMA españolas", sentencia Asprilla al otro lado de la pantalla. "Para que uno llegue a esa cima, muchos tienen que quedarse por el camino, y gracias a mi empeño, a mis ganas de querer ganarle aquella mañana de 2015, puse mi parte, mi pequeño granito de arena para que él sea hoy el luchador que es. Mi esfuerzo, en cierto modo, le ayudó a evolucionar. Y eso no se me va a olvidar nunca".