La estrella que cayó en el alcohol y se refugió en la Iglesia vuelve a un podio mundial: "Pensé que todo esto no valía la pena"
El británico Adam Peaty se cuelga la medalla de bronce en los 100 metros braza del Campeonato del Mundo de Doha.

"El deporte no es el mundo real", pronunciaba Adam Peaty hace unas horas, con una mirada profunda durante una entrevista previa al Mundial de natación de Doha. La cita qatarí significa la vuelta a una gran competición un año y tres meses después para una estrella de la natación que ha pasado por un calvario marcado por el alcohol, la depresión y los problemas de la autovalidación. Parece que el británico perdió la ilusión por el mundo que le llevó a cinco medallas olímpicas y ocho títulos mundiales, pero no ha perdido la calidad: se ha colgado el bronce en los 100 metros braza, su primera prueba.
— SportMedia (@SportNMedia) February 12, 2024
La historia de Peaty es una historia de éxito, pero hay casos en los que combatir con el éxito es el mayor rival para una estrella acostumbrada a ganar. "Todo el mundo quiere sentarse en tu asiento, pero muy pocos entienden los efectos que la victoria y el éxito tiene en la salud mental de un individuo", escribía en sus redes sociales en marzo de 2023 para renunciar a participar en los Mundiales de Fukuoka. "Cualquier persona en su sano juicio sabe que 18 años haciendo lo mismo es una locura. Tratando de encontrar mejoras año tras año, tratando de encontrar el 0,1%".
La presión de la piscina venció al de Uttoxetter llevándolo a lo más hondo. "Pasé la mayor parte de mi vida validándome, obteniendo mi gratificación o plenitud de vida a partir de mis resultados y eso me llevó a algunos momentos oscuros", señalaba a la BBC en la previa mundialista. "¿Se puede medir la vida en resultados en lugar de centrarse en cómo están las personas que te rodean, cómo está tu hijo, mi familia y yo mismo?". Añade una reflexión en la que se sentirán identificados muchos deportistas de élite: "Ser atleta es 365 días al año, 24 horas al día, 7 días a la semana me partió por la mitad, me hizo llorar en la piscina y pensé que esto ya no valía pena, que no quería hacerlo".
¿Cuál fue su salida? "Mis demonios me dirigen hacia el alcohol", confesaba en una charla con The Times hace unos meses. "Estoy tratando de calmar esa voz, que es el alcohol. Me gusta una copa de vino o una cerveza, pero cuando no tengo un estímulo, no tengo nada en qué concentrarme, realmente lucho con ese ruido".

Para salir de la oscuridad, Peaty se refugió en la fe. "Para mí, la única satisfacción y la única paz es cada domingo en la iglesia", cuenta, mientras señala el último tatuaje en la piel de su abdomen: una cruz con la serigrafía "Hacia la luz". Aunque no parezca tener nada que ver, ha sido la creencia en Dios lo que le ha devuelto a piscina: "Esas conversaciones u oraciones cotidianas conmigo mismo son las que me mantienen inspirado y me mantienen en el camino correcto: tengo un don que usaré todos los días, ¿Por qué no usaría este regalo?".
Y se levantó y volvió a la piscina. En su recuperación, eligió España y el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat a las órdenes del técnico y entrenador jefe de la federación española Ben Titley. Salió de la burbuja de su país, de su entorno y de la presión que le hizo rechazar todo lo que había hecho en las últimas dos décadas: "Lo disfrutas, pero a veces también lo detestas y lo odias porque te quita la vida que quieres vivir".
A pesar de tener un palmarés más que destacado y su nombre no se olvidará fácilmente en el mundo de la natación, el británico ha vuelto a competir y ya sueña con volver a sacar lo mejor de sí en París. "Si quieres ir a los Juegos Olímpicos, tienes que redactar y firmar un contrato contigo mismo teniendo claro si quieres pagar el coste que eso significa. ¿Estarás dispuesto a pagar eso? No quiero vivir con el arrepentimiento de no haberlo intentado". De momento, ya ha vuelto a un podio mundial.