WATERPOLO

Manel Estiarte y sus tripletes antes de Guardiola: "Presidente, te presento al mejor jugador del mundo"

El que fuera mejor jugador del mundo de waterpolo, ahora ayudante del de Santpedor en el Manchester City, recuerda su curioso aterrizaje al Pescara.

Manel Estiarte celebra una victoria del Manchester City. /
Manel Estiarte celebra una victoria del Manchester City.
Julio Ocampo

Julio Ocampo

Es conveniente no perder demasiado tiempo. Pronto el todopoderoso City saltará al Santiago Bernabéu en la ida de cuartos, en Champions League. Guardiola y Ancelotti se cruzarán de nuevo. Entonces el mundo comentará, como si fuera la primera vez, todo lo que han ganado. Se sacarán las calculadoras, se sumarán los títulos entre los dos, habrá juegos de quién ganó más, de si son más importante dos tripletes, un sextete o cuatro Champions. Habrá debates eternos sobre los estilos, se intentará involucrar al lector para que opine quién es mejor…

Es conveniente no perder tiempo porque con Pep, además de su acorazada futbolística, llega su asistente Manel Estiarte, el mejor jugador de waterpolo de todos los tiempos. Es probable incluso que, aprovechando la coyuntura, algún intrépido recuerde su tremendo éxito abanderando España en Atlanta 96. Sí, el oro con los mitos Jesús Rollán, Pedro García Aguado…

Es probable, aunque parece imposible. Además, tomar conciencia de cómo pasa el tiempo puede ser un drama, especialmente porque la sensación siempre es que no se aprovechó bien, luego es inútil rescatarlo. ¡Y es un agravante que no sea fútbol! Por eso, salvando esas nimias elucubraciones, conveniente saber ya -sin dilación y ante posibles arrepentimientos- que este tipo ganó un triplete en Italia cuando todavía no se había inventado allí este término. Fue en Pescara allá por 1987…

La entrevista -con sorpresa final- es a contracorriente, porque quien comienza preguntando es él, quizás para adormecer el presente, ralentizando así el arribo futuro: la exigente vuelta en Manchester, donde surgirán nuevas comparativas acerca del palmarés y se discutirá cuanto pesa en libras lo que ganaron Pep y Carletto. Se abrazarán, se besarán, luego se hará lo propio con Vinicius-Haaland, con De Bruyne, Bellingham, Rodrygo o Foden…

Han pasado más de cuarenta años. ¿Por qué me preguntas por mi historia en el Pescara? ¿Por qué allí concretamente?

Porque todo el mundo va a estar hablando de su Manchester City, y a mí me apetecía rescatar su triplete en waterpolo. Ponerle en el mapa, volver atrás para -ahora sí- cerrar definitivamente la historia.

"Bien, pregúntame lo que quieras entonces. Espero que estés grabando porque la aventura es larga y curiosa", anticipa Manel Estiarte a Relevo casi pidiendo permiso para poder narrarla, quizás por miedo a volver a entusiasmarse. Porque sí, es bella, homérica y emocionante.

Estoy preparado...

Yo estaba en el Barcelona. En aquella época nadie podía jugar en el extranjero como profesional, aunque recuerdo que era el 1982 cuando ya se hablaba sobre la oportunidad de abrir fronteras. Sonó Italia, sí, donde había nivel. En realidad, la palabra profesional en aquella época no existía, pero el primer lugar donde se comenzó a comentar esto fue en aquel país, sí. ¿Qué pasa? Te explico: para cumplir mi sueño de ir a Italia, tuve que hacer antes la mili.

Sin hacerla uno no podía ir al extranjero.

Es curioso, porque mi madre me dijo que, como yo era muy afortunado, fuera a sorteo para que me tocara cerca. ¡En Ceuta fue! Estuve un año allí para quitarme el servicio militar. Acabé en el 83, y pronto entramos ya en el famoso 84, el de los Juegos de Los Ángeles. Allí el rumor de Italia toma fuerza de forma definitiva.

Usted se convierte en el máximo goleador de esos Juegos. Era una estrella mundial y ya se sabía que un jugador por equipo podía acudir a Italia.

Sí, pero faltaba que te llamaran. Tuve la suerte que conmigo lo hicieron ya que hice unos buenos Juegos. Entonces, sin móviles, el fijo de casa no paraba de sonar. Tenía varias llamadas de Italia: el Nervi, el Ortigia… Muchos clubes interesados en mí. Yo ya tenía claro que me iba a Italia. Faltaba decidir dónde.

Lo que jamás pudo imaginarse es que sería el Pescara, que estaba en Segunda. ¿Cómo fue?

Llamó una chica que ejercía de traductora. Detrás estaba el factótum Gabriele Pomilio. El gurú del waterpolo en Pescara, el dueño, el ideólogo del triplete allí. Yo hablaba algo de italiano… Ellos insisten muchísimo en que querían contar conmigo. Me explican que estaban en Segunda… Yo les digo que no, porque te puedes imaginar con el ego que tenía entonces. Les di las gracias diciéndoles que quería jugar en Primera.

Ellos insisten mucho.

Me dijeron que habían fichado a jugadores top: Alfio Misaggi, Marco D'Altrui, que jugaba en la selección… También a Sante Marsili, campeón del mundo años atrás… Los conocía muy bien. ¡Habían montado un equipazo en Segunda! Además, el sponsor era Sisley, perteneciente al grupo Benetton. Les rechacé varias veces al teléfono, sin embargo.

Hasta que le pidieron por favor, y sin compromiso, que visitara Pescara para verlos, conocerlos, descubir la ciudad...

Mira, esto hoy parece normal pero visto en perspectiva es algo único. Nos invitaron a mi padre, mi hermano mayor y a mí a Italia. Mi hermano mayor tenía que estar también porque es mi divinidad. Yo jugué al waterpolo por él, pero eso es otra historia. Bien, el caso es que durante el viaje no paramos de hablar Alberto, mi padre -descanse en paz- y yo… Tratábamos de concienciarnos de un mensaje que no deberíamos cambiar por más que ellos trataran de persuadirnos.

¿Cuál?

A ver, nosotros llegamos allí, agradecemos todo porque nos han invitado, somos educados con ellos, pero nada de firmar. 'Cuidado con los italianos, ya se sabe'. Ahora, hablando contigo, comprendo que fue una encerrona mágica y preciosa. Llegamos a Roma, luego en coche 200 kilómetro de carretera hasta Pescara. De costa a costa hasta el Adriático. Vino a por nosotros -al aeropuerto de Fiumicino- Gabriele Pomilio. Recuerdo que llegamos a la ciudad a la hora de comer. Durante el viaje hablábamos de trivialidades. Comimos estupendamente, luego fuimos a la Riviera de Pescara, que es espectacular… La playa, la gente, el mar, que me encanta… Luego fuimos al club, con unas instalaciones espectaculares… La gente que me recibe, me saluda, pero nadie me habla del contrato.

Uste pensaba que le estaban engañando.

Yo pensaba, y se lo decía a mi padre, que quizás por teléfono no les entendí bien. El caso es que se hace de noche, y nos dicen que llegó el momento de conocer al presidente. Subimos a los edificios Benetton de la plaza principal de Pescara. Unos despachos increíbles. Salones preciosos antiguos de 200 metros cuadrados, mucho mármol… Era impactante. Al fondo había cuatro o cinco directivos muy elegantes. Ejecutivos que no llegaban ni a los cincuenta años, con trajes sofisticados, pañuelos de seda… Los clásicos italianos, ya se sabe.

El presidente era el señor Gianni Santomo.

Era el hombre fuerte de Benetton, al menos en el centro-sur del país. Otros empresarios estaban junto a él… Me viene a la mente Santini… Gabriele Pomilio, en una punta, nos presentó. Te puedes imaginar, tres tíos de pueblo como nosotros ante estos altos ejecutivos.

¿Cómo le presentó Pomilio?

"Presidente, te presento Manel Estiarte, considerado el mejor jugador del mundo…". Rápidamente lo interrumpe Santomo, con muchas tablas, y se dispone a explicar el ambicioso proyecto que tenía. Su objetivo era subir ya y luego optar a títulos. Quiero abrir un paréntesis para explicarte una cosa curiosa del reglamento: aunque estuvieras en Segunda, el primer año podías ganar la Liga. ¿El motivo? Si terminabas primero o segundo jugabas directamente playoffs por el título en Primera.

Ese punto es interesante, clave. Un aliciente, sin duda.

Aún así yo al presidente le dije que no fichaba. Repito que yo tenía un ego desmesurado, y que sí, que había visto muchas películas. Quién sabe la que me había creado en mi cabeza. Incluso osé a responder en italiano. El presidente, que se las sabía todas, me lanzó un doble órdago: "La oferta que te hago es buenísima, pero si no fichas no pasa nada. En otra sala hay un jugador húngaro, estrella como tú, que está para firmar. Si no aceptas, él es nuestro plan B". Con el tiempo supe que era mentira. Firmé en dos segundos.

Estiarte, segundo arriba por la izquierda.
Estiarte, segundo arriba por la izquierda.

Fue la primera piedra para construir uno de los tripletes más insólitos de la enciclopedia deportiva, de cualquier disciplina o modalidad. ¿Qué contrato era?

La cantidad era en liras -con muchos más ceros- pero sabía cuánto era al cambio. No te diré la cifra exacta, pero a la vez que lo leía tocaba por debajo de la mesa a mi hermano para manifestarle mi sorpresa. El waterpolo en aquella época era amateur, luego el contrato por tres o cuatro años era una barbaridad.

Estábamos para hablar de tripletes, pero la epopeya estaba en la negociación de su fichaje. La historia son los matices. ¿Me confirma que allí -tierra del soldado y escritor Gabriele D'Annunzio- jugó hasta en tres periodos diferentes?

Sí, la primera fue del 84 al 88, creo. Luego volví en el 92, tras los Juegos de Barcelona. Recuerdo que nos llamó Pomilio -vivía de cazar publicidad- para hacernos regresar. Entre medias estuve dos años en Savona y uno en Barcelona. Por suerte, volví a Pescara, donde salí la primera vez por un ego mío que generó una discusión con el presidente, que ya no era Santomo. Luego jugué del 92 al 94, si no recuerdo mal… A continuación, me marché un año cerca de Caserta (Volturno) porque se perdieron sponsors y tuvimos que salir todos… Y la trilogía se cerró del 95 al 99, con dos ligas más. Una vida entera en Pescara. Mi último año de carrera fue en España (Barceloneta), pero donde más he jugado ha sido allí, exacto.

Hablemos del mítico 1987. El entrenador era Ivo Trumbic.

Tenemos un grupo whatsapp de esos jugadores. Hace años nos hicieron un homenaje, y fuimos allí. A menudo les digo: "Es uno de los mayores milagros en mi vida deportiva. Esa Copa de Europa lograda sin ser un súper equipo".

Pues yo creía que sí lo erais.

Es que antes hablamos del que construyeron para el 84, pero con ese no ganamos mucho. Se fueron algunos (Marsili, Belotti, el portero se lesionó…) y Pomilio tuvo que reconstruir la escuadra para 1987. No éramos favoritos para nada, y ganamos el Triplete. Fue insólito.

El primer milagro fue en Liga.

Sí, porque entonces el mejor equipo era el Posillipo de Nápoles. También nosotros éramos buenos, pero no tanto. Esa Liga la ganamos en campo contrario. Nos impusimos el primer partido allí, y luego vencimos también en casa. Lo que sucedió en Pescara jamás lo había vivido antes: quince o veinte mil espectadores, no sé si más… Recuerdo que era verano… Todo el mundo tirándose a la piscina. Creo hay imágenes aún circulando por youtube. Jóvenes, adultos, ancianos… Todos.

Fue el primer campeonato para Pescara (100.000 habitantes aproximadamente) en cualquier disciplina.

Una locura. Toda la ciudad estaba allí. Bueno, en realidad, la ciudad nos acompañó todo el año. Había pantallas gigantes por todos lados… Algo sencillamente maravilloso.

El penúltimo milagro fue la Orejona contra el Spandau de Berlín. Usted dice que era, en bloque, la selección alemana.

Exacto. Alemania venía de ganar la Eurocopa, además. Todos estaban allí. En la ida ganamos de dos (12-10), y en la vuelta -en Alemania- empatamos a nueve. Luego, semanas después, nos vamos a Zurich a jugar la Supercopa con el Posillipo (campeón de la Recopa), y también la levantamos.

Manel Estiarte arma el brazo para un lanzamiento con la selección española.  EFE
Manel Estiarte arma el brazo para un lanzamiento con la selección española. EFE

Hace años, para celebrar el 30º aniversario de la gesta, os reunisteis en el complejo deportivo Le Naiadi. Además de usted, que le llaman el Maradona del waterpolo, estaban D'Altrui, Pomilio hijo, Ballerini, Mundula, Rapini, Battinelli, Bertazzoli, Malara, Di Fulvio, Salonio y Papa. ¿Qué secreto guardaba ese bloque?

Hay cosas en el deporte que no se explican. Allí hubo mística, milagro, algo de suerte, pero el esfuerzo del grupo fue inaudito. Teníamos talento, sí, el míster era muy bueno, aunque algo rígido… Pero hay veces que pasan cosas, sin más. Pomilio y Santomo lo crearon, lo trabajaron, insistieron en ello. Fueron determinados cuando nadie creía… Nosotros nos esforzamos muchísimo. Detrás había una ciudad que vivía un sueño.

Aquel año fue mágico. El Pescara Calcio también subió a Primera. El capitán, entonces, era Gasperini, hoy técnico del Atalanta.

Somos amigos. Nosotros jugábamos siempre el sábado a las tres, y ellos venían a vernos porque su partido normalmente era el domingo. Salían del hotel de concentración solo para venir a vernos. ¿Entiendes lo que sucedió en Pescara ese 1987? Míster Galeone les dejaba. Él también estaba ahí, como un hincha más. Una ciudad que, a nivel deportivo, no había sacado pecho en Italia por nada de repente se topa con esta locura. Cada fin de semana colas kilométricas para venir a la piscina. ¡Increíble!

Antes me subrayó lo de ganar el campeonato en campo contrario.

El waterpolo son cuatro partes. En aquella época de siete minutos cada una. Bien, en la segunda parte, allí en Nápoles nos expulsaron a un jugador para todo el partido. Jugamos dos partes y media con uno menos, fuera de casa. Si hablas con un experto te dirá que es imposible. Naturalmente si nos referimos a dos escuadras igualadas. Vamos a ver, si juega el Real Madrid contra un equipo de periferia puede pasar, pero no a esos niveles. Resistimos, y ganamos. Recuerdo todo abarrotado, la gente que me insultaba… Luego, ya en casa, les pasamos por encima.

En ese equipo que escaló el Tibet solo creyó Gabriele Pomilio.

Sí, eso hay que reconocérselo siempre. Los boyas eran Paolo Malara… Sí, un buen jugador, de gran trabajo, un humilde centro boya luchador, pero no de los mejores ni siquiera del país… Imagínate del mundo... Luego, quien doblaba con él, porque necesitas dos boyas, era Nello Rapini, el capitán que terminó por darme el brazalete. Sí, yo llevé el brazalete, pero el capitán símbolo era él. Bien, pues ni siquiera él fue a la Nazionale. Por no hablar del portero, fundamental en el waterpolo, que tampoco era internacional. Esto hace más grande la gesta.

Amedeo Pomilio (el hijo) sí era una estrella...

Apuntaba maneras, y llegó a ser campeón olímpico pero muchos años después. En aquella época tenía -creo- diecisiete años. Marco D'Altrui, como yo, sí que estaba en la selección. Solo dos internacionales del equipo que ganó un triplete en el mundo. La alquimia fue maravillosa, y el grupo fenomenal. De diez. Lo mejor que vi en mi vida.

Firmar por el Pescara, lo leí por ahí, fe la decisión más importante de su vida.

Sin ninguna duda. No hay decisión en mi vida más importante. Mi mujer es de Pescara. Tengo dos hijas, una nieta… Estamos ya hablando de familia, algo más importante que el deporte. Mi mujer me apoyó para que jugara tantos años, para que fuera a Mundiales o Juegos. ¿Entiendes por qué estoy enamorado de Pescara? Sigo viviendo en Pescara. Conocí una ciudad espectacular que me mimó… Mi idioma principal es el italiano, mi casa está allí, ganamos todo, hablo con mi familia en italiano, tengo el whatsapp de los del 87… Si pones todo eso en una balanza, ¿sabes lo que significa? También tengo compañeros inolvidables de otras temporadas, y todo esto viene de aceptar unos billetes de avión para conocer una ciudad a principios de los ochenta. Te confesaré algo: antes de volver a Manchester para preparar el encuentro de Champions contra el Madrid, estuve con mi mujer de vacaciones, y nos volvimos a decir "joder, y todo gracias a Gabriele Pomilio".

¡Y seguro que también discutió con él!

Claro, como en cualquier relación. Cuando me fui a Savona estuve dos años sin hablarle. Ahí era el demonio para mí. Por suerte, esa sensación pasó rápido. Es capital en mi vida, y le estaré eternamente agradecido. Es el waterpolo, es Pescara. A mi mujer le dije hace poco: "Hostia, ¿y si no hubiera ido a Pescara?" Es la decisión más importante de mi vida.

Fue su primer triplete antes de lograrlo en el fútbol con el Barça, ya con Pep de entrenador. Luego vino el del City…

Sí, fue el primero, el mío, en mi deporte. Creo que en aquella época no existía la Copa del Rey. ¿Sabes? Mis dos milagros fueron éste con el Pescara y el otro con el Barcelona en 1981.

¿Qué pasó? Usted venía de debutar, con 19 años, en los Juegos de Moscú'80. Fue el máximo goleador, algo que repitió en Los Ángeles'84 y Seúl'88. ¿Qué milagro fue ese?

Espera, déjame pensar. La temporada 81-82 ganamos Liga, Copa de Europa y Supercopa, ya en diciembre en la antigua Yugoslavia. Sí, ganamos también el triplete. En aquella época el waterpolo español no era aún lo que conocimos después. Aún no ganábamos tanto por no decir nada.

Entonces tiene dos tripletes, los mismos que Pep.

Sí, efectivamente. El de Pescara fue el segundo.

Es curioso, y sé que no, pero parece que lo acaba de descubrir mientras charlábamos sobre Pescara. Y lo suelta así, con tanta humildad que asusta, que parece esconder algo.

(Risas) Si quieres profundizar en mi época italiana telefonea a Gianni Santomo, el presidente. Le gustará refrescar la memoria. Es el único directivo que sigue vivo. De vez en cuando le llamo. Bromeando, le digo que jamás le perdonaré que no viniera a vernos en la final.

¿El campeonato de liga? Ésta no la sabía.

Sí. Dijo por superstición, pero creo que no nos contó la verdad. Se quedó en su despacho. Cuando se enteró que habíamos ganado apareció rápido en la piscina. Tengo fotos con él abrazándonos y celebrándolo. Creo que nunca dice la verdad sobre esto. Lo curioso es que era un enamorado del waterpolo. Ya me dirás cuando hables con él. Es un señor brillante. Me enorgullece pensar que tres tipos de Manresa cogieron un avión y, en Italia, se encontraron con la realidad del mundo. ¡Qué bien que nos la jugaron!

No me ha dicho cómo fue el primer año en A2 (segunda) con el Pescara.

Quedamos primeros, pero en play-offs nos eliminó el Posillipo. El siguiente año, ya en Primera, perdemos la final contra ellos por cuatro segundos, y el tercer año llegó el triplete.

Su segundo.

Sí, es verdad.