SALTOS

El saltador "diez" que contrajo el VIH y vivió durante años con el remordimiento de Seúl 88

En el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA, Greg Louganis, el mejor saltador de la historia, es uno de sus mayores activistas.

Greg Louganis, en una imagen reciente. /GREG LOUGANIS
Greg Louganis, en una imagen reciente. GREG LOUGANIS
Alberto Martínez

Alberto Martínez

En el Día Mundial de la Lucha contra el SIDA, inundan la mente deportistas que contrajeron el VIH, como Magic Jonhson, la cara más visible, o el tenista Arthur Ashe. Seguramente ninguno con una historia tan potente y hollywoodense como el saltador Greg Louganis (California, 1960), doble campeón olímpico en Los Ángeles 84 y Seúl 88 en plataforma y en trampolín de 3m, quien de 1982 hasta su retirada en 1989 no tuvo rival y creó escuela, como recuerda el técnico de la Real Federación Española de Natación Donald Miranda: "Su estética era única. Era el ejemplo del diez".

Esa aura de Nadia Comaneci, la primera gimnasta en lograr esa puntuación en los Juegos de Montreal en 1976, donde Louganis, a sus 16 años, ya se colgó una plata en plataforma, le acompañó durante su atormentada vida lejos de un trampolín. Es paradójico que el estadounidense se sintiese más seguro en las alturas, a punto de lanzarse de cabeza a 50 km/h a la piscina, una valentía que define su historia, que en otros lugares a priori más seguros.

A los pocos días de ver la luz, a Louganis ya le tocó vivir la primera dificultad. Sus padres tenían 15 años. Él era de Samoa y ella de ascendencia nórdica, un mestizaje genuino. Sin capacidad para poder darle una formación y hacerse cargo de él, la familia Louganis, formada por Peter y Frances, lo adoptó. Si la madre fue protección y ayuda, el padre apenas se interesó por su hijo hasta que entendió que tenía unas habilidades innatas para el deporte, como explica Louganis en su biografía Breaking the Surface.

De pequeño, Louganis tuvo problemas en el colegio. Era disléxico, por lo que no leía fluido, lo que le llevó a soportar el 'bullying' de sus compañeros. Encontraba refugió en la gimnasia, le encantaba además el baile y aplicaba lo aprendido en el trampolín de casa de sus padres. Lo que le llevó por lógica a especializarse en los saltos de trampolín, donde en categoría de edades ya lograba dieces. Y llegó a sus primeros Juegos en Montreal, donde se colgó una plata. El comienzo de un palmarés que se define con otros cuatro oros olímpicos (no participó en Moscú 80 por el boicot) y cinco oros mundiales.

Entre medio, Louganis luchó contra todo y todos. Admirado encima del trampolín, la vida solo le deparaba heridas cuando pisaba tierra firme. Compañeros y público se reían de él por su amaneramiento en una época donde nadie salía del armario, mientras que su mánager y novio Jim Babbitt abusaba de él (incluso lo amenazó con un cuchillo) y en 1987 contrajo el VIH. Louganis se hizo las pruebas antes de los Juegos de Seúl y dio también positivo.

“Soy Greg Louganis, soy gay y soy seropositivo”

En una época donde el estigma del SIDA marcaba a cualquier persona, Louganis decidió callar para participar en los Juegos. Y en su estreno ocurrió la peor escena: su cabeza impactó con el trampolín y su sangre inundó la piscina. Con los remordimientos que le generó ese momento y que confesaría años después, el estadounidense, aún conmocionado, clavó el siguiente salto y se colgó el oro en unos Juegos exitosos de nuevo. Un año después decidió retirarse y en 1995, con el temor de que la enfermedad se acelerará irremediablemente, publicó su biografía en la que explicaba su verdadera historia.

"Soy Greg Louganis, soy gay y seropositivo". Así arrancó la presentación de un libro que no deja indiferente y que explica la otra cara de su vida. "Fue el primer saltador moderno. Su dificultad se acercaba a la de hoy en día, lograba saltar con tres tirabuzones y medio inverso, que ahora equivale a final olímpica", dijo Miranda, que de adolescente idolatraba a un saltador perfecto.

Louganis siguió con su vida, con su faceta de actor y como activista del movimiento LGTBI. Se sigue dejando ver en los grandes campeonatos de natación, ahora ya "liberado", como él mismo pronunció aquel día de 1995 cuando ayudó a normalizar el VIH.