WRC

Kalle Rovanperä, el niño prodigio que revoluciona los rallies: devoción por Japón, las redes sociales y los coches clásicos

Ya es el campeón más joven; va enfilado hacia su segundo Mundial y encarna un arquetipo de piloto insólito por su precocidad, que ahora muchos intentan emular.

Kalle Rovanperä, dentro de su GR Yaris. /Red Bull Content Pool
Kalle Rovanperä, dentro de su GR Yaris. Red Bull Content Pool
Nacho Villarín

Nacho Villarín

La suya es una historia única, asombrosa y genial. No se había conocido nada igual en esta especialidad, hasta que vino él a reescribir el pasado y a romper moldes, a perfilar inconscientemente un nuevo paradigma, con el que ha cambiado para siempre la historia de los rallies. Una disciplina necesitada de figuras incipientes que rejuvenezcan el Mundial, en la que sólo Kalle Rovanperä (por ahora, nadie más) ha demostrado el talento y el talante adecuados para mirar de tú a tú a los Ogier, Tänak y compañía; y, con una naturalidad encomiable, desbancarles del trono de campeón del Mundo. El más joven de todos los tiempos nada menos (con 22 años y un día). Una hipérbole que resume por sí sola, y de forma recurrente, la carrera del nuevo finlandés volador.

Su historia, igual que la de otro prodigio como Max Verstappen, responde a una suerte de profecía: ya estaba escrito por sus ideólogos deportivos que el chico quebraría sistemáticamente todos los récords de precocidad habidos y por haber. Así tenía que ser y así ha sido. Tampoco cabe decir que naciera con esa misión, pero sí que los designios estaban estipulados desde hacía tiempo. Lo educaron desde su más tierna infancia para que deviniera el día de mañana como el piloto de época en que ya se está erigiendo.

La trayectoria de Rovanperä tiene algo de experimental; por eso también es un poco show de Truman. No responde al azar, no ha surgido de la nada, por generación espontánea ni inspiración divina. Aunque resulte sorprendente, a nadie le ha sorprendido. Todo responde a un plan preestablecido. A pesar de su juventud, o más bien a propósito de ella, Kalle es el primero en muchas cosas: la primera de ellas, su propia identidad como piloto.

Nunca antes había emergido un perfil así. Tampoco habíamos asistido en forma de serial al advenimiento de una futura estrella del Mundial. Su caso ha sido distinto hasta en ese sentido. Lo hemos visto nacer y crecer al volante, paso por paso, hasta alcanzar el Olimpo que habita ahora. Con la connivencia de la tecnología, hemos podido asistir de principio a fin a la génesis de un campeón.

Todo empezó en YouTube

Rovanperä es un modelo a seguir para los chicos de su generación, el gran exponente de piloto centennial, tanto en el fondo como en la forma, en el cuándo y también en el cómo; de modo que su nombre, igual que el de tantos otros coetáneos, empezó a popularizarse a través de Internet. El guión de su vida deportiva se pergeñó con tanta premura que la película comenzó a rodarse hace ya dos décadas, cuando Kalle apenas había cumplido los 8 años.

Natural de Jyväskylä –la cuna de uno de los rallies más célebres del Mundial, el mítico 1000 Lagos, y del héroe trágico por excelencia de este deporte, Henri Toivonen–, Rovanperä aprendió a conducir a una edad muy temprana, como todos los grandes talentos que ha parido Finlandia, el país que más campeones del Mundo congrega (ocho contándole a él). Su padre, Harri, piloto de primera línea cuando Carlos Sainz estaba aún en la pomada, le subió a un kart casi al mismo tiempo que el niño aprendía a andar, pero el asfalto de los circuitos no le entusiasmó. En cambio, cuando lo sentaron al volante de un pequeño Toyota Starlet, el crío quedó embelesado… Y Rovanperä senior todavía más.

Timo Jouhki, Harri Rovanperä y Kalle Rovanperä.  Archivo personal
Timo Jouhki, Harri Rovanperä y Kalle Rovanperä. Archivo personal

Kalle empezó a mostrar de forma natural unas maneras y una capacidad de aprendizaje alucinantes. Harri, fascinado por las cualidades de su vástago, le grabó un vídeo casero donde se le veía pilotando sobre nieve como un consumado especialista cuando apenas levantaba dos palmos del suelo. Alguien lo subió a YouTube… Y en pocos días se viralizó.

Al verlo, Timo Jouhki, el inversor que ha financiado y gestionado la carrera de casi todos los grandes pilotos suomis, llamó instantáneamente a Rovanperä padre, al que ayudó también en su momento a llegar al Mundial. Entre los dos acordaron una cita para que el mecenas viera desempeñarse de cerca al pequeño, y tan claro tuvo que estaba ante un diamante en bruto que, desde ese momento, Jouhki y su antiguo representado empezaron a idear juntos un programa a largo plazo para que el niño prodigio llegara cuanto antes al estrellato.

Debutó sin carnet

Loeb empezó a correr cuando tenía 23 años, a la misma edad que Ogier; Sainz y Sordo, a los 18; Kalle, a los 11… Obviamente, sin haber pisado aún la autoescuela. Su progenitor consiguió que le dejaran salir en algunos rallysprints de escaso kilometraje, el primero de ellos casualmente en la localidad natal (Kärla) del campeón del Mundo de 2019, el estonio Ott Tänak, que se inició también muy joven disputando ese tipo de pruebas. El paso clave de verdad tuvo lugar poco después.

Harri entró en conversaciones con la federación letona para que, a tenor del nivel de pilotaje que atesoraba su hijo, lo acogieran en su campeonato, y así acaeció: Kalle empezó a foguearse con un Citroën C2 por los veloces caminos del país báltico, junto al mismo copiloto que había llevado su padre en el Mundial, Risto Pietiläinen. El encargado de ponerse al volante durante los trayectos por carretera abierta, antes y después de cada tramo, según les indicaron las autoridades.

El joven finlandés no tardó en despuntar. Con 15 años recién cumplidos, coronó su primera campaña completa como campeón de la categoría de dos ruedas motrices. Un par de temporadas después, y acoplado ya a un vehículo de primer nivel –un Škoda Fabia R5 como los que disputan el Europeo y los campeonatos nacionales, o la categoría de plata del Mundial (WRC2)–, el chico se adjudicó con una facilidad pasmosa el título absoluto de Letonia… siendo aún menor de edad. Algo inaudito en otro país del mundo. Una gesta sin precedentes, que creó tendencia.

Desde entonces, la federación letona recibe cada año numerosas solicitudes de chavales de varias nacionalidades (españoles algunos de ellos), ansiosos por debutar con un coche de rallies en plena pubertad. El caso de Rovanperä ha pasado de ser una singularidad a convertirse en un modelo que otros ahora pretenden copiar, también a nivel legislativo: recientemente, España e Italia rebajaron a 16 la edad mínima en esta especialidad, lo que ha supuesto todo un revulsivo para aquellos adolescentes que quieren ser como Kalle.

Kalle Rovanperä, junto al Skoda Fabia R5.  Skoda
Kalle Rovanperä, junto al Skoda Fabia R5. Skoda

Una carrera contra el reloj

La rauda progresión que demostró en los tramos letones hicieron que el nombre del chaval resonara cada vez más. Red Bull lo incorporó de inmediato a su elenco de atletas; y hasta el mismísimo gobierno finlandés quiso promover la meteórica carrera del muchacho de Jyväskylä. Al cumplir 17, Kalle recibió un permiso especial para examinarse del carnet de conducir un año antes de lo que dicta la normativa del país. Pocos días después, ya estaba entrando con paso firme al Mundial en el Rally de Gran Bretaña, y suscitando el interés de todos los jefes de equipo.

Ford le brindó esa primera oportunidad, Hyundai también le sondeó, pero el tanto se lo acabó anotando Škoda. La marca de Mladá Boleslav –trampolín para otros pilotos nórdicos como Esapekka Lappi o Andreas Mikkelsen– fichó sin titubear a Rovanperä, convirtiéndolo en el piloto oficial más joven de siempre. Su salto al WRC2 se vio obstaculizado por su edad: el primer año, siendo aún menor de edad, no todas las organizaciones aceptaron su inscripción. Pero en 2019, recién superada por fin la barrera de los 18, Kalle se salió: dominó de cabo a rabo la categoría, legitimándose a sí mismo para desbloquear la siguiente pantalla de su 'videojuego' particular.

El plan de nuevo se cumplió a la perfección: Toyota, el fabricante de aquel rudimentario Starlet azul con el que Rovanperä aprendió a pilotar, acababa de retornar al Mundial con un equipo puramente finlandés, ubicado en Puuppola, a escasos kilómetros de su ciudad natal. Para colmo, al frente del operativo se encontraba uno de los hijos predilectos de la localidad: el tetracampeón mundial Tommi Mäkinen, amigo de Rovanperä padre y protegido al igual que él de Tomi Jouhki. Todo quedaba en casa. Así que, como cabía esperar, el salto a la élite del chaval no se hizo esperar más.

A nadie le extrañó que Kalle promocionara con Toyota a la clase reina del Mundial. Era un secreto a voces que Mäkinen ya le había invitado anteriormente a varios test en secreto. Lo que sí sorprendió fue que, nada más debutar con el Yaris WRC, Kalle plantara ya cara desde el primer momento a sus nuevos compañeros (recién llegados igual que él al equipo): el nuevo referente de la afición británica, Elfyn Evans, y el campeonísimo Sébastien Ogier ni más ni menos. A la postre, duelistas por el título los dos años de la COVID-19, antes de que llegara el turno de su joven aprendiz.

El futuro, en sus manos

2022 conllevó el comienzo de la era híbrida del Mundial con el estreno de los Rally1, y también la irrupción de Rovanperä como aspirante al título antes de lo esperado. Su adaptación al GR Yaris fue igual de sorprendente que las hechuras de campeón en ciernes que empezó a adoptar. Después de haber rozado la corona dos años, Evans empezó el campeonato siendo el gran favorito, una vez concluida la dinastía de los Sébastien (Loeb y Ogier). Por primera vez, el octocampeón francés renunció al máximo galardón, descantándose por un programa parcial que compatibilizó con su primera ofensiva en el Mundial de Resistencia. Así pues, el galés pasó a encabezar la estructura de Toyota. Pero Rovanperä en seguida lo eclipsó.

Kalle había conseguido el verano anterior su primera victoria de relumbrón en Estonia, el país donde debutó de crío. Antes, incluso, llegó a posicionarse líder del Mundial muy al principio. Todo ello con sólo 20 añitos. La temporada pasada, su salto cualitativo fue exponencial: desde el segundo rally (Suecia), el finlandés se hinchó a ganar, y ya sí despuntó sin ambages como candidato número uno.

Kalle Rovanperä celebra una victoria en el Mundial de Rallies.  Red Bull Content Pool
Kalle Rovanperä celebra una victoria en el Mundial de Rallies. Red Bull Content Pool

Aunque volvió a quedarse con las ganas de triunfar en casa, y tuvo algún desatino que le hizo demorarse más de lo previsto, Rovanperä acabó coronándose a falta de dos rallies, en Nueva Zelanda, donde celebró su 22 cumpleaños y al día siguiente la corona mundial. El récord de precocidad de su primer triunfo se lo arrebató a su actual jefe en Toyota, Jari-Matti Latvala, que ganó el Rally de Suecia de 2008 con 22. Al rubricar su primer campeonato, Rovanperä rebasó en los registros al malogrado Colin McRae, campeón a los 27, en 1995, tras un duelo fratricida ante Carlos Sainz cuando compartieron equipo en Subaru, con tintes más bien de culebrón.

Pese al eco y la trascendencia de una hazaña histórica como la suya, el prodigio finlandés no ha cambiado un ápice: sigue siendo un chico flemático y reservado (ahora, con rizos ensortijados y tatuajes minimalistas), se pirra por ir a derrapar en invierno con sus amigos a los lagos helados, está todo el día enganchado a las redes sociales, y tiene devoción por Japón, adonde viaja frecuentemente para competir en drift, su auténtica gran pasión. De vez en cuando, hace también algunos escarceos en rallies de coches clásicos, que pilota con fruición. Pero para Kalle el deporte al que se ha dedicado desde niño tiene mucho más de profesión que de devoción. Es su medio de vida, el trabajo en el que desempeña las habilidades innatas que le enseñaron a explotar desde muy chico.

Así lo vive él: llega a un rally, cumple su cometido, celebra cuando triunfa sin demasiada efusividad, y retorna en cuanto puede a su vida normal. Ahora mismo, tiene muchas papeletas para hacerse con otro Mundial (ha ganado en Portugal y lidera holgadamente antes del clásico Rally Safari, donde arrasó el año pasado). Si así lo desea, puede disputar muchos campeonatos más y batir sobradamente el récord de nueve coronas consecutivas que mantiene Sébastien Loeb.

Sin embargo, quienes le conocen de verdad auguran que Rovanperä no se prodigará muchos años en los rallies. La estadística y la biología le avalan, sin duda; su talento también. Pero sólo él tendrá la potestad de decidir si quiere cumplir su destino hasta el capítulo final y pasar a los anales de la historia como el piloto más laureado de esta especialidad.