El día que Sísifo ganó un rally del Mundial: la victoria más sonora de Dani Sordo
Hace hoy 10 años, el cántabro se quitó un peso de encima rematando su primer triunfo de tronío, después de siete temporadas como piloto oficial.

No fue un gesto reivindicativo ni grandilocuente, sino liberador. Cuando el domingo 25 de agosto de 2013, a la sombra de la Porta Nigra de Trier, Dani Sordo alzó el puño derecho al verse presidiendo por fin un podio del Mundial, se sacudió de un plumazo toda la adrenalina, la inquietud y la tensión que bullían en su fuero interno hasta ese momento. Fue la expresión corporal que le nació de dentro al tomar conciencia de aquel triunfo balsámico: el primero en la élite de los rallies para el piloto cántabro, después de largo tiempo arrastrando una cuenta pendiente que, por momentos, llegó a atormentarlo.
Desde punto y hora que su padre le puso a correr con un Mitsubishi Lancer cuando cumplió 18 años, Sordo se habituó a ganar cada dos por tres; primero a nivel regional, después en el Campeonato de España, y paralelamente también en las categorías inferiores del Mundial. Pocos pilotos han saltado a un equipo oficial luciendo un palmarés tan lustroso como el que poseía el cántabro –campeón nacional la temporada anterior, y, al mismo tiempo, del Junior WRC– cuando Citroën lo contrató en el verano de 2006, después de que alcanzara sus primeros podios al poco de debutar con los grandes.
El Sordo de aquel tiempo parecía predestinado a lo más alto, reunía a todas luces las cualidades para llegar a ser un piloto de época. La marca del doble chevrón apostó por él desde muy joven porque atisbaron en él al nuevo Loeb… Y como tal se desempeñó, curiosamente, hasta que se topó con él.
Desde punto y hora que Dani empezó a competir al socaire de 'Seb', su sistema operativo cortocircuitó. Obediente y cumplidor, acató con tal sumisión los galones del astro francés que, paulatinamente, su instinto ganador fue menguando cada vez más. Casi sin darse cuenta, el español se enroló así en una espiral que lo hizo pasar de ser claro aspirante a ganar el Mundial, a convertirse en el subalterno ideal de Loeb.

Quizás esa metamorfosis se habría interrumpido si, en aquel tiempo, Sordo hubiese podido ganar un rally y recobrar las hechuras de piloto ganador que demostró fehacientemente desde sus inicios. Sin embargo, fueron pasando los años y su tan ansiado primer triunfo se le empezó a resistir más allá de lo que –a tenor de su historial cuando se unió a Citroën– ni los augurios más precavidos hubieran podido vaticinar.
Se peleó algún Cataluña –incluso un Rally de Alemania, donde el galo era insondable– con Loeb, aunque el equipo en seguida atajó cualquier disputa. Tuvo opciones de ganar un Acrópolis, también el Rally de Alsacia cuando Ogier lo relegó de Citroën y el español se unió al modesto equipo que fundó Mini. Pero, por hache o por be, Sordo no acabó de rematar. Concluyó tercero el Mundial en 2008 y 2009, confirmándose como uno de los pilotos más regulares del campeonato, con varios podios por temporada… aunque ninguno en el escalón principal.
La ansiedad por no ganar se convirtió en una losa cada vez más pesada para él, que empezó a esquivar el tema siempre que le preguntaban dónde y cuándo podría triunfar, incluso a dudar de su propia capacidad. Paradójicamente, fue en el ecuador de su octava temporada como piloto oficial, reintegrado en las filas de Citroën, y tras haber tocado fondo durante un Rally de Finlandia muy difícil de gestionar, en el que albergó la posibilidad de retirarse con 30 años… Cuando la piedra de Sísifo alcanzó la cima; y Sordo pudo desquitarse al fin, en el momento más inesperado, protagonizando de una vez por todas una sonora victoria.
"Suero o champán", escribió Dani en su Twitter antes de viajar a mitad de agosto al suroeste de Alemania, como si él mismo se planteara el siguiente rally como una prueba de fuego para su futuro deportivo. Sobre el papel, aunque fuese uno de sus terrenos talismán, se antojaba casi imposible que el español pudiera alzarse vencedor aquella vez en el asfalto teutón. Volkswagen había entrado al Mundial como una apisonadora con Sébastien Ogier y el Polo R WRC. Hasta ese momento, los de Wolfsburgo sumaban seis victorias y habían destruido ya moralmente a Citroën, jerarca del campeonato hasta entonces con Loeb, que, después de ganar su noveno galardón, atacó el Mundial de Turismos y firmó solamente un programa parcial con el DS3 WRC.

Aunque el coche francés quedara campeón los dos años anteriores, tanto Mikko Hirvonen –uno de los grandes oponentes de 'Seb', antes de incorporarse a su bando– como Dani Sordo se vieron desbordados ante la ofensiva de los germanos, que, contra todo pronóstico, pincharon en hueso por primera vez justamente en 'su' rally. Ironías del destino, aquel fin de semana en Trier, que debería haber supuesto un recital por parte de la escuadra de Hannover, resultó calamitoso para Volkswagen. Cumpliendo la tradición de la prueba alemana, la lluvia alteró por completo el pulso de la carrera durante la recta final de la penúltima etapa, y, ante el estupor general, encumbró a Sordo como nuevo líder.
Ni él mismo lograba asimilar los giros de guión que sacudieron el rally de tal manera en apenas dos tramos. Pero el caso fue que el cántabro amaneció el domingo muy bien enfilado hacia su primer triunfo. Aún le quedaba por delante una última jornada de trámite, que se le hizo eterna dentro del habitáculo, hasta que por fin pudo alcanzar la meta y abrazarse aún incrédulo a su copiloto, Carlos del Barrio, y a sus padres (Dani y Montse).
Aquel día quedó ya para los anales del automovilismo español. Sordo se proclamó flamante vencedor de un Rally de Alemania que devolvió a nuestro país a lo más alto del Mundial, 9 años después del último triunfo de Carlos Sainz (en el Rally de Argentina de 2004). Aunque, por encima de todo, lo que ocasionó aquella victoria fue que el cántabro volviera a creerse capaz de seguir compitiendo al más alto nivel. La misma dinámica en la que una década después, y con dos triunfos más en su palmarés como piloto de Hyundai, continúa inmerso a día de hoy.