MUNDIAL RUGBY

La escena de 'Invictus' que provocó la ira de John Carlin y del rugby sudafricano: "No tiene nada que ver con la realidad"

El autor del libro que inspiró la película de Clint Eastwood atiende a Relevo antes del Sudáfrica-Nueva Zelanda del sábado, reedición de la final de 1995.

Morgan Freeman y Matt Damon dan vida a Nelson Mandela y Francois Pienaar en 'Invictus'. /Warner Bros
Morgan Freeman y Matt Damon dan vida a Nelson Mandela y Francois Pienaar en 'Invictus'. Warner Bros
Daniel Arribas

Daniel Arribas

Una tarde de verano de 1995, el planeta entero miró al estadio Ellis Park de Johannesburgo. La selección de rugby de Sudáfrica, carente de títulos, medía sus fuerzas en la final de la Copa del Mundo con los temidos All Blacks de Nueva Zelanda, máximos favoritos y campeones ocho años antes en la primera edición del torneo. Tras más de 80 minutos cargados de tensión, y ante la atenta mirada de los 65.000 privilegiados que presenciaron el duelo in situ, los Springboks hicieron valer la localía y se proclamaron, contra todo pronóstico, campeones del mundo.

Aquel día, sin embargo, el rugby no fue lo más importante. Tras décadas bajo el régimen del apartheid —el sistema de segregación racial que sufrió Sudáfrica entre 1948 y 1992—, Nelson Mandela, presidente del país desde hacía poco más de un año, recibió una atronadora ovación por parte de un estadio que vibraba por un deporte seguido y practicado mayoritariamente por blancos. Sintomático en un país cuya población negra, en torno al 80% del total, había sido sometida durante casi medio siglo por motivos raciales.

Todo el plan de Mandela, germinado en una minúscula celda de la cárcel de Robben Island, donde pasó más de 18 años; y consumado sobre el césped del abarrotado Ellis Park aquella tarde de 1995, queda recogido en 'El factor humano', un libro que el británico John Carlin publicó en verano de 2008, pero que pensó mucho antes.

"Tuve la historia en mente desde que vi la final. Se me quedó grabada", asegura el escritor a Relevo por teléfono. "Sentí que estaba ante el evento deportivo más trascendental de mi vida en términos políticos. Poco después, además, hice un documental sobre Mandela y entendí todo. Desarrollé la idea y un agente de Estados Unidos me convenció de que aquel libro podía ser vendible al resto del mundo".

Carlin, que fue corresponsal en Sudáfrica entre 1989 y 1995, se puso entonces manos a la obra. Año y medio después, el libro salió a la luz. Fue entonces, a las pocas semanas, al tiempo que la acogida de la obra ya era más que aceptable, cuando el autor tuvo un encuentro inesperado con el actor Morgan Freeman en un remoto pueblito del Mississippi. Ambos emplazaron la conversación a una cena más tranquila y allí, entre postres y algún que otro invitado, se gestó la película 'Invictus', producida por el actor, que interpretaría a Mandela, dirigida por Clint Eastwood y estrenada en diciembre de 2009.

"Funcionó como un instrumento de marketing bestial para el libro", reconoce Carlin, cuya obra abarcaba diez años de la vida de Mandela, desde su liberación hasta la gran final de 1995, mientras que el film se centraba únicamente en los meses previos al partido. "Es cierto que mi libro cubre muchísimo más terreno. Hay más contexto, más entrevistas y, en definitiva, más material. Siempre digo que si quieres conocer a fondo la historia, te recomiendo el libro. Si quieres quedarte con la esencia, entonces te aconsejo ver la película".

Clint Eastwood dirigiendo a Morgan Freeman y Matt Damon en 'Invictus'. Warner Bros
Clint Eastwood dirigiendo a Morgan Freeman y Matt Damon en 'Invictus'. Warner Bros

Una escena 'irreal' y una oportunidad perdida

Además de vender la idea a Hollywood, Carlin firmó un contrato para contribuir en el desarrollo de la película. Eso sí, el documento no le otorgaba ningún derecho de veto sobre el guion, para el que la productora contrató a Anthony Peckham. "Se me pedía opinión y aporté ideas", aclara el autor londinense, que acudió varios días al rodaje en Sudáfrica. "Pero en ningún caso podía decirle a Clint Eastwood lo que debía hacer".

Eso sí, hubo dos aspectos del metraje que no terminaron de encajarle. "Uno porque no lo exprimieron lo suficiente y otro que directamente no era nada fiel a la verdad", asegura. "Lo que no aprovecharon fue el contexto del momento. Había movimientos armados de extrema derecha preparándose para una contrarrevolución al proyecto de Mandela. Aquel partido fue la culminación del proceso de Mandela para, precisamente, impedir lo que podía haber sido una guerra civil en Sudáfrica. Había mucho en juego y no sacar eso en la película me pareció una oportunidad perdida".

"Por otro lado, lo que no me gustó y que en ningún caso se ajustaba a la realidad fue una escena", recuerda. "Con la llegada de Mandela al poder, se introdujo como nuevo himno nacional uno que había sido durante décadas el himno de protesta negro, con casi toda la letra en zulú [idioma con más hablantes en Sudáfrica]. En el libro cuento que casi todos los jugadores se aprendieron la canción entusiasmados. Les encantaba, pedían incluso repetirla una y otra vez, porque era un signo de unidad racial en el país".

En la película, en cambio, la realidad fue otra. "Lo que transmitieron es que la mayoría de los jugadores no querían cantar esa letra porque era el himno de los negros", explica el autor. "No me gustó nada, porque aparte de no ser verdad, no era justo con los protagonistas, que quedarán siempre como racistas, porque claro, la película la ve mucha más gente de la que se lee el libro y, por tanto, esa es la idea que quedará para la posteridad".

Tanto fue el agravio que algunos de los Springboks que habían tocado el cielo en Johannesburgo se lo hicieron saber a Carlin años después. "Les gustó incluso menos que a mí", reconoce el autor. "Fui a varios estrenos de la película en Sudáfrica y recuerdo un momento en el que uno de los jugadores me miró y me dijo, resignado, 'supongo que esto es Hollywood, ¿no?'. Yo le miré y le pedí disculpas. Poco más podía hacer".

La historia de Sudáfrica, en cualquier caso, cambió para siempre aquella tarde en el Ellis Park. "Fue la guinda del pastel", sentencia Carlin. "Mandela ya había hecho todo el trabajo para sentar los cimientos de lo que sería la nueva democracia y para evitar una guerra civil. Aquella final entre Sudáfrica y Nueva Zelanda fue el colofón. Después del partido, y más aún tras los vítores generalizados a Mandela, todo el país, incluso los más extremistas, comprendieron que sería el presidente de todos, no solo de los negros; y que sería muy difícil reunir apoyos en su contra".