Evidentemente, Nadal puede ser lo que quiera

Cuando Rafael Nadal incluye un "evidentemente" en una frase, y eso sucede con frecuencia, el asunto se convierte en cualquier cosa menos en evidente. Es una evidencia en general difusa, raras veces clara. Es una extraña evidencia no evidente.
Fue evidente, esta vez sí, durante un encuentro esta semana en el Comité Olímpico Español (COE) en el que Juanma Castaño le hizo dos preguntas breves, clarísimas, directas a Nadal. ¿Con qué se encontró? Con dos respuestas que dejaban al interlocutor más atontado y confundido que tras un rally de 28 derechazos consecutivos del mallorquín en Roland Garros.
La primera pregunta: Rafa, sin agobiarte, ¿a ti te apetece tener una participación activa en el deporte español en el futuro?
- Pues evidentemente románticamente sí. Yo soy un gran aficionado del deporte en general, mi vida siempre ha estado muy ligada al deporte. no al tenis, al deporte en general. Yo he sido y sigo siendo, antes que deportista, seguidor del deporte. Sí, claro, me encantaría. Evidentemente, ¿te voy a decir que no ahora mismo? No, claro que no.
Sin síntomas del mareo que sentían buena parte de los presentes, Castaño se sacó de la manga una pregunta aún más al hueso:
- ¿Presidente del Madrid o del COE?
- Es que cada vez me lo interpretáis al revés, joder. ¿Para qué lo voy a contestar? Evidentemente mi vida va a seguir ligada al deporte porque es una parte fundamental de mi vida. ¿De qué manera? Bueno, con conversaciones que se tienen que tener en privado y un poquito más adelante.
Dentro de las evidencias sí evidentes de Nadal está su fanatismo por el fútbol, aunque por encima incluso de eso esté su conocimiento: no solo juega muy bien a ese deporte, lo entiende en profundidad. Se vio, por ejemplo, en una mesa del bar del Aviation Club de Dubai en febrero de 2008.
Nadal era tricampeón de Roland Garros, aún no había ganado ninguno de los otros tres Grand Slams y viajaba por el mundo pendiente de su adorado Real Madrid. El desafío fue simple.
- Rafa, ¿te atreverías a armar el equipo ideal del momento?
El joven tenista cogió papel y bolígrafo y comenzó a armar el equipo sin dudar. Entre los delanteros, por la derecha, anotó a Robinho, pero enseguida la ceja izquierda de Nadal se elevó, su boca se frunció y el brasileño fue tachado. En su lugar apareció Lionel Messi. Será un madridista fanático, pero no es tonto.
Aquel equipo que armó, entrenado por José Mourinho y que incluía a otros como Alessandro Nesta, Sergio Ramos, Cristiano Ronaldo, Daniele De Rossi y Kaká, más que de un tenista que salía de la adolescencia, era propio de un entrenador. O de un presidente. ¿Del Real Madrid?
Una de las grandes incógnitas del Nadal post tenista profesional es cómo canaliza sus ansias competitivas, la adrenalina que lo movió por más de dos décadas. Un torneo de golf con compañeros de su academia en Manacor ayuda, es simpático, pero no alcanza.
Y escuchar lo que dice Nadal acerca de su futuro tiene trazas de jeroglífico: "Hay cosas que tendré que seguir haciendo porque hay compromisos que cumplir. Tengo que descubrir qué es lo que realmente quiero ser y qué es lo que realmente me gusta y me motiva". Si se intenta escarbar más, su responsable de comunicación se suma al jeroglífico: "Ya lo dijo ayer".
Tiene razón Nadal cuando dice que se retiró hace un puñado de meses y se entiende que aún esté pensando cuál es el nuevo camino. Cuando Florentino termine este, su presumible último mandato, Nadal tendrá 42 años, toda la energía del deportista que es y toda la cabeza del hombre de negocios que ya se encamina a ser. Y una agenda, un nivel de contactos difícilmente igualable.
Si Messi es el Über-futbolista, a esta altura un vector de todo tipo de negocios (una de las dos razones de que juegue en el Inter de Miami), Nadal es el Über-tenista, pero con una ventaja: siempre fue más expresivo que Messi, siempre tuvo más para decir, siempre le gustó mandar. ¿Qué club de fútbol no querría semejante presidente?
Alejandro Blanco, presidente del COE y dirigente casi tan eterno como Florentino, lo quiere en su organización, aunque el problema podría pasar por la grandeza de Nadal. Algún rol cumplirá en el COE, sí, pero su destino inevitable y veloz es ser miembro del Comité Olímpico Internacional (COI), algo que solo un centenar de personas en el mundo pueden decir.
Lo es Pau Gasol como uno de los representantes de los deportistas, pero Nadal puede ir mucho más allá de ese rol, basta con recordar el protagonismo que le dio Francia en la inauguración de los Juegos de París 2024. Ni hablar si Juan Antonio Samaranch logra el mes próximo la hazaña que sería convertirse en presidente del mismo organismo en el que su padre mandó por 21 años.
¿Y la FIFA? No hay que olvidar que España es sede de una Copa del Mundo dentro de cinco años, ni que Gianni Infantino, el presidente del fútbol mundial, no duda a la hora de innovar, arriesgar y sorprender si de lo que se trata es de aumentar el poder del ente que preside y de paso su propia influencia. Porque Nadal, además, es un futbolista de enorme nivel.
Lo que sonaría natural, un Nadal mandando en el tenis, probablemente sea lo más complicado: quiso hacerlo hace una década y media, pero Roger Federer se lo impidió. Ese lugar es para él. Con el tenis habrá sonrisas y negocios, pero difícilmente política. Mejor cuidar su patrimonio olímpico, mejor mandar en el Real Madrid, ¿mejor influir en el fútbol mundial? No es del todo inimaginable, y el apoyo de los cada vez más poderosos saudíes no le va a faltar.
Evidentemente, Nadal puede ser lo que quiera. Y a diferencia de una derecha paralela a la carrera, esta decisión es como un servicio: tiene tiempo para pensar y la pelota en su mano. ¿Tendrá que elegir, tendrá que dejar cosas de lado? ¿O podrá hacer varias a la vez? Son años de Eurocopa en 11 países y Mundiales de fútbol en tres continentes. Un Nadal que mande en el fútbol y el mundo olímpico a la vez no sería en absoluto improbable. Cosas más raras se han visto. Ganar 14 veces Roland Garros, por ejemplo.