El desastre del Barcelona con Messi enseña el riesgo de un futuro sin Nadal

A pocos pasos de la Caja Mágica, justo por donde se forman las colas para entrar al Mutua Madrid Open, hay un frontón en el que los vecinos del barrio de San Fermín bajan a darle a la raqueta. En los últimos días, el grafitero austríaco TvBoy, una eminencia en lo suyo, se fue con sus botes al lugar y pintó un mural con Rafael Nadal y Carlos Alcaraz abrazándose. En la mano izquierda, Nadal lleva una corona. Es como el paso de un testigo. A rey muerto, rey puesto. Pero no todo es tan fácil.
Nadal cumplirá 38 años dentro de un mes y no volverá a competir en Madrid. El Mutua Madrid Open le despidió el martes por la noche con un emotivo homenaje en un estadio Manolo Santana lleno hasta la bandera. Nadal hizo un ejercicio para contener la emoción, pero su familia al completo dejó la pista con los ojos llenos de lágrimas. Es lo que tiene un adiós definitivo.
No hay -y seguramente no habrá- un deportista en España con la trascendencia y el alcance de Nadal. Más allá de los 22 Grand Slam, de los 14 Grand Slam y de todas esas estadísticas, el balear ha emocionado como ningún otro compañero suyo. Ni Miguel Induráin ni Severiano Ballesteros ni Pau Gasol. Quizás Fernando Alonso es el único que se le acerque algo en eso de llegar al corazón de los aficionados.
Cuando trajeron el torneo a Madrid en 2003, Ion Tiriac y Manolo Santana desconocían que había un zurdo en Manacor que iba a cambiar para siempre la historia del tenis español y la historia del torneo. Lo que empezó como uno de los Masters Series más modestos en el Rockódromo de la Casa de Campo, donde había apenas un par de pistas de competición, se acabó convirtiendo en uno de los Masters 1000 más modernos y punteros al calor de la figura de Nadal.

El traslado de la Caja Mágica cambió por completo la fisionomía del torneo. Pasó a ser un evento que trascendía al deporte. Las empresas se empezaron a pegar por tener un palco y en la zona vip, dicen, se empezaron a mover casi más hilos que en el backstage del palco del Bernabéu. Mientras se cerraban los negocios entre jamón del bueno, gin tonics y puros, las butacas de la zona privilegiada de la Caja Mágica estaban muchas veces vacíos. La pista Manolo Santana sólo se llenaba con Nadal. Federer y Djokovic también vaciaban a veces el restaurante de la zona vip, pero ni por asomo recibían el mismo cariño que el manacorí.
No hay dudas de que a la figura de Nadal se le ha sacado rendimiento inmediato. Pero eso me lleva a pensar si el tenis español no ha cometido el mismo error que el Barcelona con Lionel Messi. Ya saben, el club dio el mayor salto de su historia al calor del argentino. Son tres Champions y no sé cuántas Ligas en los 15 años de Messi de azulgrana. Perdí la cuenta. Sin embargo, cuando se fue al Paris Saint-Germain las arcas del club estaban temblando y de las últimas cinco Ligas el Barcelona sólo habrá ganado una en cuanto cante el alirón el Real Madrid. Vienen años duros. La Messidependencia.
El tenis español ha tenido la oportunidad de crear una cultura de tenis alrededor de Nadal, pero ahora que su final se acerca me temo que el error ha sido similar que el del Barcelona con Messi. Alcaraz, el hombre que recoge el testigo, va a poder sostener el negocio porque es un jugador descomunal y porque se le sale el carisma por los poros. El Barcelona no ha tenido esa suerte.
Mientras escribo estas líneas, Iga Swiatek, la número uno del ranking mundial, está jugando en la pista central y cuento más de 50 palcos vacíos. Corremos el riesgo de pasar de la Nadalmanía a la Alcarazmanía. Pero también la nueva realidad nos brinda la oportunidad de construir algo más aprovechando el tirón del murciano: que la gente empiece a consumir tenis y no sólo a Alcaraz.
"Ustedes tuvieron un reinado de Nadal de más de 15 años y ahora tienen a Carlos. Quizás se malacostumbraron a tener un mero uno tras otro, a un campeón de Grand Slam tras otro. Ferrero, Moya, Costa, Bruguera...", decía esta semana el tenista argentino Francisco Cerúndolo en los pasillos de la Caja Mágica. "Davidovich sería hoy el número uno o el número dos de Argentina y estaría como protagonista. Quizás hoy ustedes no lo consideran un gran jugador porque está 25 o 30 y ustedes lo ven como un jugador más. Pero es un jugador tremendo". Pues eso.