TENIS

Djokovic revive su infancia en la guerra: "Mi madre estaba inconsciente y llorábamos con mis hermanos"

El serbio se adentra en su dura infancia, cuando caían bombas en Belgrado. "Es el temor a lo desconocido. No saber si la próxima bomba te va a caer en la cabeza", dice a 'La Nación'.

Novak Djokovic, en 2005, en uno de sus primeros torneos como profesional. /Jon Buckle - PA Images via Getty Images
Novak Djokovic, en 2005, en uno de sus primeros torneos como profesional. Jon Buckle - PA Images via Getty Images
Nacho Encabo

Nacho Encabo

Después de haber batido todos los récords habidos y por haber, de levantar 24 títulos de Grand Slam, de ostentar el número uno más de 400 semanas, de derrumbar a sus más grandes rivales, Novak Djokovic está bastante cerca de cerrar la temporada 2024 sin un solo título ATP. Pero eso no quita que haya sido en este año cuando se ha llevado su mayor alegría deportiva, el oro olímpico.

Djokovic sentía que tenía una deuda consigo mismo, con la historia y, sobre todo, con Serbia, su país, una patria de la que presume y a la que abraza cada vez que puede. Djokovic es un orgulloso patriota serbio, un hombre forjado en la crudeza de la guerra, dueño de un carácter marcado a fuego por esa infancia en Belgrado, con el sonido de las sirenas y el olor a humo como telón de fondo.

Es algo que lo lleva dentro de sí, que forma parte de él, y que ha salido a borbotones en una entrevista publicada este viernes en el diario argentino La Nación. "Es un horror. Lo peor que alguien puede llegar a vivir", dice Djokovic sobre la experiencia de ser un niño en plena guerra, en una de las entrevistas en las que más se ha abierto a hablar de su infancia.

"Es el temor a lo desconocido. No saber si la próxima bomba te va a caer en la cabeza. Y así todos los días, las alarmas, las sirenas que nos despertaban todas las noches cuando se acercaban los aviones", añade antes de recordar un capítulo que lo tiene grabado en la memoria. "Recuerdo que mi madre una noche… porque estás durmiendo y en el medio de la noche te despiertas porque escuchas la sirena y tienes que agarrar un bolso y bajar al sótano del edificio para intentar refugiarte. La primera vez que pasó, mi madre se levantó en la oscuridad, porque dormíamos todos juntos, no sabíamos qué iba a pasar y llorábamos todas las noches. Y ella se golpeó la cabeza contra el calefactor y quedó inconsciente. Así que son las 3 de la mañana y mi padre tiene a su esposa inconsciente. Yo, que tenía 12 años, y mis hermanos menores, de 8 y 4, llorábamos. Cundía un pánico total".

"Pero es una experiencia que nos fortaleció como familia, como personas. Y lo digo de nuevo: no se lo deseo a nadie. Quiero que quede bien claro: no creo que nadie deba sufrir la guerra para desarrollar su fortaleza mental, hay otras maneras de hacerlo. Pero para mí eso representó una parte muy importante de mi desarrollo y siendo un niño pequeño me vi obligado a madurar", añade Djokovic en su conversación con La Nación.

Djokovic: «El miedo es la peor sensación»

Y el serbio continúa el crudo relato de su historia: "Tuve que asumir responsabilidades y compartir el rol de mi padre, porque era el hijo mayor y no había tiempo. Mi padre me hablaba como a un adulto: 'Tienes que hacer esto, lleva a tus hermanos allá, anda para acá'. Era la guerra. Todos están en pánico, perdidos, todos gritan, todos tienen miedo".

"El simple hecho de recordarlo me da escalofríos y me pone la piel de gallina, es una sensación terrible. Recuerdo que el día que cumplí 12 años vi un avión en pleno día. Estaba en el club de tenis y las alarmas empezaron a sonar. Las escuchas y de repente ves el avión lanzando cohetes sobre una base militar o también sobre hospitales, escuelas y puentes... Y entonces piensas: '¿Qué puedo hacer?'. No puedes hacer nada. Y esa es la peor sensación, el miedo. No tienes control, no tienes poder. Hay un poder más fuerte que puede destruirte de un momento a otro".

"Esas experiencias de los 90 siempre están conmigo, no se van, pero sigo adelante. No odio a nadie por lo que pasó y nunca voy a olvidar, pero pude perdonar y miro para adelante"

Djokovic creció en el seno de una familia humilde y en un país donde apenas había tradición tenística. De ahí que se recuerde muchas veces a sí mismo de dónde viene. Es una historia de superación marcada por esa durísima época en la que los Balcanes eran un polvorín. Recuerda cómo acompañaba a su abuelo a las cinco de la madrugada para hacer cola y conseguir pan en la época del embargo, de cómo vivían abuelos, tíos, primos, hermanos y padres bajo un mismo techo. Y también de cómo todo eso moldeó un carácter salvaje e indómito.

"¿Sabías que Belgrado es la ciudad de Europa que más veces fue destruida y reconstruida? Esta ciudad tiene una resiliencia y un espíritu increíbles. Ese espíritu lo encuentro dentro de mí. Las dificultades que atravesamos mi familia, mi pueblo y yo… y lo repito porque sé que lo que digo también lo escuchan en Croacia, en Bosnia, en otros países, en Macedonia, en Eslovenia, en Montenegro, etcétera. Y siempre los menciono porque ellos también sufrieron en la historia reciente y en las guerras, incluso más que Serbia. Así que entiendo el dolor y las penurias", señala el exnúmero uno del mundo en la misma entrevista.

"Desafortunadamente, las heridas de la guerra están abiertas y todavía hay tensión, pero a través del deporte y de la filantropía hay una rendija que se abre, un espacio para que la gente se acerque más, para que sea más comprensiva y dispuesta a perdonar. Ese es el mensaje que siempre intento transmitir. Esas experiencias de los 90 siempre están conmigo, no se van, pero sigo adelante. No odio a nadie por lo que pasó y nunca voy a olvidar, pero pude perdonar y miro para adelante".