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El futuro de Nadal se estrecha: un horizonte supeditado al físico y con el anhelo de los Juegos

El jugador español es consciente de que le queda poco, tras anunciar que este es su último año en este torneo y poner dudas sobre Roland Garros, mira con esperanza a los Juegos.

Rafa Nadal, en París/AFP
Rafa Nadal, en París AFP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Nadal se ha convertido en una especie de senador del tenis, un referente histórico por todo lo que ha ido consiguiendo en su larga carrera. Todos alrededor le observan con admiración, por buenos que sean los tenistas que vayan a salir a la pista en Madrid, ninguno llegará a ese punto de expectación que genera Nadal.

Entre otras cosas porque, para muchos, Nadal siempre estuvo ahí, como el dinosaurio de Monterroso. No existe una memoria del tenis sin ese español corajudo y talentoso al que nadie podía llegar ni a tocar en tierra batida. El horizonte, de repente, se ha estrechado al máximo. 

A principios de año dijo que quizá este sería el último baile. No quiso obligarse a que así fuera, por eso quedó la puerta abierta, pero cuando uno piensa en irse de algún modo ya se ha ido. Por el camino ha sido el físico el que ha marcado que, realmente, no queda mucho más en lo que pensar que en una despedida. Por eso en Madrid se plantea ya, abiertamente, sin ambages, la última vez.

Darwin Blanch será su rival mañana (no antes de las 17:00) y nadie se atrevería a descartar que no sea el último aquí. En otros tiempos hubiese sido una herejía atreverse a pensar siquiera que un chico como él podía ganar a Rafa en tierra batida —para qué engañarnos, en realidad ganarlo a secas—, pero el español no es optimista. Dependerá de que ese físico que no le está dando tregua, y que no le deja despedirse en sus términos, le respete durante unas horas.

Por ponerlo en perspectiva, Blanch tiene 16 años. Una edad en la que tiene sentido usar Snapchat y poner "Guys I play Nadal wtf [what the f***]", como hizo en el momento en el que se enteró de que su rival en Madrid iba a ser el español. Blanch no había nacido y Nadal ya había ganado tres veces en Roland Garros. Nunca antes hubo una diferencia de edad tan grande —21 años y 117 días— en un partido de un Masters 1000.

"No le he visto jugar mucho, es una diferencia de edad muy grande, pero bueno, son jugadores jóvenes, con mucho potencial, y lo que espero es salir ahí y hacer lo que tengo que hacer, lo primero disfrutar y después intentar hacerlo de la mejor manera posible", contaba Nadal en la rueda de prensa previa.

Por dar algunos datos más, el chico está en el puesto 1.028 del mundo, tiene aquí una Wild Card porque le representa IMG, la empresa organizadora del torneo, también la tuvo en Miami por el mismo motivo. Viene de jugar en Telde, ha sido semifinalista de Roland Garros y Wimbledon en juniors, tiene tres hermanos y todos ellos son tenistas, su padre es español, vivió en distintos sitios trabajando en Cocacola y construyó una pista en casa cuando residían en Tailandia. Es zurdo y ahora se entrena en la academia de Juan Carlos Ferrero, lo que le ha hecho pelotear en ocasiones con Alcaraz. No es demasiada biografía, lo normal cuando se tienen 16 años.

Es difícil saber el estado exacto de Nadal y si con lo que tiene ahora puede ser capaz de ganar a este adolescente. De ser así, el siguiente escollo sería Álex de Miñaur. En este caso la memoria es más reciente, pues fue él quien apeó a Nadal de Barcelona, otro de los grandes lugares de su vida. Por eso mismo tenemos la prueba de que, hoy por hoy, no parece verosímil pasar otra ronda más. Aunque como se habla de Nadal, se esperan los milagros. Él mismo dice que entiende esa expectativa, porque ya antes lo ha hecho en otras ocasiones, pero que no vivimos en ese escenario. Si pasa contra Blanch y llega el australiano seguro que lo intentará en todo caso.

Roma no, París quizá

El calendario dice que el siguiente torneo será en Roma. Entre los constantes prodigios de Nadal se pueden sumar diez títulos allí, no es que sea un lugar ajeno a su historia ni mucho menos. En el torneo le han reservado el ranking protegido por si desea utilizarlo, para recibirle también allí con los brazos abiertos. En las palabras del tenista se entrevé que mucho tiene que cambiar la cosa para que se pueda permitir esa fiesta. No por falta de ganas, sino porque ahora más que nunca toca economizar al máximo los esfuerzos.

Y todo eso lleva hasta a Roland Garros. Empieza el 20 de mayo, tres semanas después de que termine Madrid. No es que fuera el único objetivo de la temporada de Nadal, pero es imposible concebir ese torneo y no pensar en una victoria del manacorí. Y el caso es que en su discurso el mejor jugador de la historia de España recalcó que, estando como está, no se presentaría a jugar en París. Lo dijo con esa claridad, disparando las dudas sobre su presencia en la Phillippe Chatrier. Hoy la posibilidad de que su último partido allí fuese la final de 2022 contra Casper Ruud es mucho mayor de lo que parecía allá por enero. Ahora, de repente, se ha convertido en una realidad tangible.

Roland Garros no es el final, aunque pueda parecerlo, y en eso Nadal trata de ser muy tajante. Porque en la misma ciudad y en las mismas pistas, solo unas semanas después, empezarán los Juegos Olímpicos. Son muchos los jugadores que han puesto en esta cita un peso importante, más de lo que ocurría en el pasado, y Nadal no es una excepción.

"No se acaba el mundo con Roland Garros, aunque haya sido sin dudas el torneo más importante de mi carrera, pero bueno, eso no quiere decir que si no juego Roland Garros se acabe todo allí, hay unas Olimpiadas por delante, distintos formatos en los que se puede jugar que me podría hacer ilusión. No voy a hacer nada más de lo que me sienta capaz de hacer", explica.

Lo de los formatos es importante y la pista la da en otra respuesta, en este caso a un periodista inglés: "Tocar la bola no lo estoy haciendo mal, es más un problema de limitaciones físicas, me han pasado muchas cosas". La pista de tenis es demasiado grande para un cuerpo que no responde del todo bien, pero quizá sí es posible ir emparejado, ocuparse solo de la mitad de la tarea y dirigir con los brazos lo que sus piernas ya no acompañan. Dobles y dobles mixtos. Obviamente no se descarta para los individuales, pero quizá sus opciones de victoria pasan mucho más por ahí, por intentar ir con alguien.

A partir de ahí los planes son más difusos, si es que existen. Al principio de esta semana se anunció su presencia en la Laver Cup, una exhibición de reciente creación auspiciada por Federer en la que Europa desafía al resto del mundo, a un modo similar a la Ryder Cup del golf. El suizo eligió ese evento para su despedida más especial, porque el evento está hecho casi para eso, al no ser competitivo —o no del todo— da más pie a hacerse cumplidos y probar cosas que el circuito no deja. Eso será en septiembre, tras el US Open, y también se espera allí a Alcaraz.

Ese es el calendario probable de Nadal, los pasos que ahora mismo se conocen. En realidad, ni siquiera él sabe. Como le ha ocurrido en Madrid, es su físico y no otra cosa el que va escribiendo estas últimas líneas de su biografía deportiva.