El mejor punto de tenis de hace 20 años parece un peloteo en 2025 y hay cambios que no tienen arreglo

El torneo es Indian Wells y el año es 2005. Han pasado dos décadas exactas desde que Roger Federer y Lleyton Hewitt, por entonces número uno y número dos del mundo, se enfrentaran en la final. A mediados del segundo set, con la primera manga ya decidida a favor del suizo, se produce uno de esos puntos llamados a pasar a la historia. Lo mejor es que lo vean, pero tiene de todo: reveses cortados, dejadas, contradejadas, globos en un sentido y en el otro, carreras imposibles…
45-shot rally, seriously?!@rogerfederer and @lleytonhewitt got the fans on their feet with this incredible exchange during their 2005 Indian Wells final face-off. #TennisParadise pic.twitter.com/GuLPhS1Rrs
— BNP Paribas Open (@BNPPARIBASOPEN) March 1, 2018
Una demostración de talento que hace que, al final, el comentarista asegure que se trata, probablemente, del mejor punto de la historia. Sin duda, una hipérbole, pero una hipérbole con algo de base: Federer venía de arrasar a Hewitt en la final del US Open de 2004 y el australiano aún se resistía como gato panza arriba. Más allá de las consideraciones estéticas, hablamos del apogeo de Federer después de los excelsos dos años anteriores y de un cambio de guardia al que se sumaría en breve Rafa Nadal, ganador de Roland Garros y otros diez torneos antes y después de cumplir los diecinueve años.
Es, por tanto, el albur de un nuevo tenis. Djokovic ya ha debutado en el circuito, aunque aún no se pelea con los más grandes -tardará muy poco-. Roddick busca recuperar distancia con los mejores después de su victoria en el US Open de 2003 y su final en Wimbledon 2004. Agassi da sus últimas bocanadas competitivas -sería finalista en Nueva York cinco meses más tarde; perdería, cómo no, contra Federer- y los Nalbandian, Safin y compañía siguen con su genialidad irregular que promete una década de escándalo.
El punto es, por lo tanto, el mejor posible en aquel momento: los dos mejores del mundo negándose a rendirse en la final de un Masters 1000 aún al mejor de cinco sets. La precisión del punto exacto de bote, la variedad de los golpes, el conocimiento del juego… todo coincide para que el espectador se ponga de pie incluso veinte años más tarde. Una auténtica maravilla.
El paso a un juego más monótono
Y, con todo, hay algo que sorprende: la velocidad de bola. Federer acabaría adaptándose con los años, hasta el punto de ser plenamente competitivo en 2019, cuando los raquetazos ya habían conquistado el circuito. Hewitt no lo consiguió nunca. Su juego era de desgaste y de fondo de pista. Por espectacular que sea el punto, el ojo contemporáneo no puede evitar notar que todo pasa demasiado despacio, que eso ahora no sería posible porque se habría resuelto antes.
¿Es eso mejor o peor? Bueno, es distinto, dejémoslo ahí. Los jugadores "lentos" como el mencionado Djokovic han estado dominando el circuito hasta 2023, así que tan mal no les ha ido. Otra cosa es que, a mí, como aficionado, me disguste un poco la deriva que va tomando el tenis actual: una sucesión de derechazos brutales que se van medio metro fuera o son imposibles de devolver. Que sí, que en aquellos tiempos también había un Tsonga o un Berdych o un Del Potro, pero es que ahora vemos pocas alternativas a ese juego.
No sé si será problema de las bolas, de las pistas o de las raquetas. Tiendo a pensar en una mezcla de los tres factores, pero el caso es que el tenis es ahora un deporte más "perezoso" y más difícil de saborear. Todo pasa demasiado rápido. Uno ve, por ejemplo, a Jannik Sinner, indiscutible número uno del mundo y dominador casi absoluto del circuito en 2024, con permiso de Carlos Alcaraz, y puede entender el tremendo mérito de lo que hace… pero otra cosa es que lo disfrute.
Sinner es capaz de llevar a otro nivel el espíritu del tiempo, pero, en el fondo, es un poco más de lo mismo: derechazos contundentes y un revés a dos manos que rara vez busca defenderse sino todo lo contrario. Es complicado emocionarse viendo un partido del italiano, la verdad. Tampoco es fácil con los Fritz, Paul, Draper y compañía. Más dudas me ofrecen Zverev y Medvedev, cuyo juego es tan variado como su consistencia mental. Y aparte, por supuesto, tenemos a Alcaraz y a Rune.
Un estancamiento inevitable
¿Por qué ambos irrumpieron casi a la vez y revolucionaron el mundo del tenis? ¿Porque ganaban? Sí, claro, eso es indudable. Alcaraz ganó el US Open en 2022 y, ese mismo año, Holger Rune le ganaba un partido memorable a Djokovic en la final de París. Pero es que, además, había algo distinto en ellos. Rune aceptaba ser un malvado, parecía un ser humano sobre la pista, inventaba cosas imposibles, a menudo prescindibles. Tenía la energía del chico que se quiere comer el mundo y está dispuesto a cualquier cosa para lograrlo.
¿Por qué no lo ha conseguido? Bueno, le queda aún tiempo y viene de hacer final en Indian Wells, pero es verdad que lleva un año y medio algo estancado… y ahí es donde yo creo que la velocidad de bola tiene mucho que ver. Rune es un Hewitt. No te gana a golpes, te gana moviéndote, te gana pensando, te gana elevando el ritmo de juego, te gana a base de talento. El problema es que no le da tiempo a demostrarlo. La pelota va demasiado rápida y a menudo es él el que acaba corriendo de lado a lado intentando imposibles.
Algo parecido, con matices, le sucede a Alcaraz. Por supuesto, el murciano se ha adaptado mejor a las circunstancias. No solo ha ganado ya cuatro torneos del grand slam, sino que tiene una derecha que acaba con cualquiera. Sin embargo, siguen las lagunas durante los partidos. Y sospecho que esas lagunas tienen que ver también con el estilo de juego de sus oponentes. Cuando Alcaraz se siente cómodo, cuando marca el ritmo, cuando puede hacer sus dejadas y variar los golpes, es un genio. Cuando todo se juega a ver quién da el raquetazo más definitorio, puede pasar cualquier cosa.
El problema de las lesiones
Con todo, Alcaraz es mucho más querido que Sinner. Porque es más carismático, pero también porque es más divertido. Porque sube a la red y sabe lo que hace. Porque tira un globo al que no llega nadie. Porque, en apariencia, domina todos los golpes. Menciono lo de la red porque es, con diferencia, lo que más se ha perdido con los años. A menudo, critico en redes sociales que los jugadores actuales no son capaces ni de las voleas más sencillas. Olvido que ya no hay nada sencillo y, por lo tanto, soy injusto. Subir a la red, ahora mismo, es un suicidio: lo normal es que no llegues a tiempo… y, si llegas, la bola va a ser imposible de controlar.
El último factor a tener en cuenta es el de las lesiones. Sí, da la sensación de que los jugadores se lesionan ahora demasiado. Y no es porque jueguen más partidos ni porque el calendario ATP sea inhumano. Al contrario. Todo lo que se ha hecho en los últimos años ha ido encaminado a reducir la fatiga. Pensar en jugar más de cien partidos por temporada como se hacía en los setenta o en los ochenta es una locura. Incluso jugar setenta se ha convertido en una excepción. El problema es que, a esta velocidad, con esta exigencia, el cuerpo sufre el doble que antes. Y eso, me temo, no hay demanda judicial que lo arregle.