OPINIÓN

El mundo sería un lugar mejor si Carlos Alcaraz tuviera razón y todos los demás nos equivocáramos

Alcaraz saluda a Djokovic en un entrenamiento del Masters de Montecarlo 2025/REUTERS
Alcaraz saluda a Djokovic en un entrenamiento del Masters de Montecarlo 2025 REUTERS

El trailer de "A mi manera", el documental de Netflix sobre Carlos Alcaraz, deja bien claro lo que nos espera en un par de semanas: un chico normal que quiere llevar una vida normal y que pretende cuadrar el círculo del deporte profesional: ser el mejor de la historia y a la vez disfrutar del tiempo libre como cualquier postadolescente. Eso va en contra de todas las convenciones e incluso se diría que del sentido común, pero explica muchas cosas: de entrada, explica la inconsistencia de Alcaraz, un talento descomunal que no siempre rinde al cien por cien.

El vídeo aparece el mismo día que el murciano ha llegado a cuartos de final del torneo de Montecarlo, lo que quiere decir que ya ha jugado esa ronda en los cuatro grandes y en ocho de los nueve Masters 1000 (le falta Roma). Eso, a los 21 años, ya prácticamente 22. Resulta raro hablar de inconsistencia y a la vez presentar esos números, pero, claro, la comparación es la que es. Y no es una comparación gratuita, es la comparación que el tenista español se ha puesto: dominar la historia. En otras palabras, superar el legado de Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic.

¿Es eso compatible con las imágenes de Alcaraz que Netflix publica con toda la intención del mundo en una boda, de fiesta, bañándose en el mar, comiendo con su familia…? Ojalá lo fuera. Alcaraz dice que va a ser el mejor y que además lo va a ser "a su manera", lo que da título al documental y recuerda a la canción de Claude François que popularizó masivamente Frank Sinatra. Insisto, sería maravilloso. Intercaladas en las declaraciones del cuatro veces campeón de Grand Slam aparecen, sin embargo, retazos de realidad: las palabras de los propios Federer y Nadal, los lamentos de Garbiñe Muguruza.

Y es que el problema de Alcaraz, el problema de cualquier deportista profesional, en definitiva, no es llegar a los veintiún años y no poder emborracharte, ni bailar toda la noche, ni planear un viaje con los amigos porque tienes entrenamientos o viajes o partidos. El problema es todo lo de antes. El problema es la repetición mecánica de golpes desde los siete o los ocho años. El problema son las horas de recreo perdidas en entrenamientos en el gimnasio. El problema son los sacrificios que el niño y el adolescente han hecho para que la joven promesa coseche los frutos.

Huir de la esclavitud en el tenis

Lo cual, obviamente, es terrible. Ojalá, insisto, Alcaraz tuviera razón y todo fuera compatible. Ojalá se respetaran las infancias y no todo fuera "desayunar tenis, comer tenis, dormir tenis", como dice Muguruza. Ojalá la salud mental de los deportistas profesionales no se viera cada vez más afectada y no tuviéramos tanta desaparición prematura de los circuitos y las canchas. El mundo sería mucho mejor así y el deporte sería más atractivo para nuestros hijos y nuestras hijas.

Lo que pasa es que no es así. No es razonable que lo sea, además. Pongamos casos más recientes, como el de Jannik Sinner. ¿Cuánto ha tardado el italiano en darse cuenta de que las glorias deportivas llegan con la constancia? Sinner fue el mejor el año pasado porque compitió al cien por cien de enero a noviembre, sin altibajos. Porque apenas visitó las exhibiciones en países exóticos. Porque no se pasó el día criticando esto o lo otro, sino jugando y ganando. Lo de los masajes de momento, lo dejo a un lado.

La diferencia de talento entre los mejores del mundo es mínima. Sí, salta a la vista, pero aun así es muy, muy pequeña. Si cualquiera de nosotros jugáramos contra el número 432 de la ATP, lo más normal es que no le ganáramos ni un punto, salvo que decidiera hacer una doble falta al saque. Lo que marca jerarquías es la mentalidad. La capacidad para devolver una bola y otra y otra y otra sin pensar que mejor estarías en un yate con tu novia, o en el casino con los amigos, o en una discoteca al ritmo de un buen "reggaetón".

La clave, lo dice Alcaraz, es no sentirte un esclavo del tenis… y desgraciadamente, no sé si el murciano lo va a conseguir. Federer y, sobre todo, Nadal y Djokovic abrazaron el sufrimiento, es decir, abrazaron el premio, pero también las responsabilidades. Las noches sin la familia, los entrenamientos diarios, los antiinflamatorios antes y después de cada sesión, los vendajes, las lágrimas, la impotencia, la frustración… ¿Es eso sano? No, no lo es. Pero mientras haya un tenista con talento que decida, de verdad, que le merece la pena, ganará a Alcaraz. No siempre, por supuesto, pero sí la mayoría de las veces. O, al menos, ganará más títulos y tendrá un lugar más alto en la historia de este deporte.

La decisión de Alcaraz

Otra cosa es que haga falta alguna estar con un ojo siempre puesto en la historia. Alcaraz podría asumir su forma de vida y ser feliz con ella. ¿Que es incompatible con ser el mejor de todos los tiempos? Bueno. Si le permite ganarse la vida de maravilla, triunfar en los más prestigiosos eventos y además sacar tiempo para un mínimo de diversión, bienvenidas sean las lagunas, bienvenidas sean las inconsistencias, bienvenido sea el número tres o el cuatro del ranking, que tampoco lo regalan.

Ahora bien, tarde o temprano, tendrá que elegir. Lo ideal sería que no lo hiciera, pero si ya es difícil ser el mejor del mundo entero un solo día, una sola semana, un solo mes, hagas lo que hagas, imagínense durante todos los tiempos. Eso es pasarse. Y no, no se consigue con libertad y tiempo libre. Se lo dirá Nadal, se lo dirá Federer, se lo dirá Djokovic, se lo dirá Sampras e incluso se lo dirá Agassi, que escribió un libro al respecto.

Desgraciadamente, para triunfar en el tenis hay que odiarlo. Hay que ser consciente de que te está destrozando la vida, de que te aleja de la normalidad física y mental y te mete en una burbuja aburrida que solo puedes disfrutar desde una competitividad extrema. Supongo que, en el fondo, es un círculo vicioso: llega un momento en el que si no piensas que vas a ser el mejor, lo mismo no te merece la pena el sacrificiopero a la vez ese sacrificio te acaba pasando factura. Alcaraz tiene tiempo para desenredar la madeja, seguro que en dos semanas tenemos más pistas.