Netflix tiene mucho que aprender del drama de Federer

Quizás sea únicamente cosa mía, pero desde que Netflix anunció en diciembre que iba a retransmitir en directo la exhibición entre Rafael Nadal y Carlos Alcaraz en Las Vegas mi cabeza se puso a imaginar todo tipo de fantasías. Una de las mayores plataformas del contenido audiovisual, "los reyes del drama", a los mandos de un partido entre dos jugadores que son puro show. Nada podía salir mal. Al revés.
Me imaginaba mucho más que un partido de tenis. Cámaras dentro del vestuario en los momentos previos, los jugadores microfonados, reglas extravagantes al estilo de la Kings League de Gerard Piqué y alguna sorpresa netflixiana. Incluso algo guionizado. Como cuando una serie te lleva a un callejón sin salida y de repente, pum, un giro de guion hace saltar todo por los aires y te engancha para siempre. Tenía tantas ganas de ver algo diferente, algo rompedor, que mis expectativas estaban por las nubes.
Cuando vi que en el Michelob Ultra Arena iban a estar exdeportistas de la talla de Pau Gasol, Mike Tyson, Andre Agassi o Andy Roddick, di por hecho que veríamos a alguno de ellos de corto interrumpiendo el partido. Un dobles Alcaraz-Tyson contra Nadal-Gasol. Buf, qué delicia.
Hubo un momento en el que el encuentro se paró por un problema de salud de alguien en la grada y cuando vi a Nadal y Alcaraz levantarse de su silla hacia una esquina -entonces no sabía lo que estaba pasado, perdonadme- mi cabeza pensó en una nueva trama. Ahora sí. Pero a los pocos segundos, los tenistas españoles regresaron a sus asientos y el partido continuó hasta el 3-6, 6-4 y 14-12 final para Alcaraz.
Netflix, la casa de producciones impresionantes como Stranger Things, el Juego del Calamar o La Casa de Papel, tenía una oportunidad de lujo para dar un puñetazo encima de la mesa y ofrecer algo nunca visto en una retransmisión de tenis. Es cierto que el deporte de la raqueta es uno de los más encorsetados que hay: el tiro de cámara es el que es y no da mucho espacio a la imaginación y la creatividad. Por eso, la flexibilidad que da una exhibición y el hecho de que Netflix estuviera a los mandos hizo volar mi imaginación.
Al final me quedé con las ganas. Quizás próximamente Netflix nos sorprenda con un Behind the scenes del evento que me haga sentarme delante de la televisión con unas palomitas, pero lo que se vio el domingo por la televisión fue una exhibición más. Sí, es cierto que el color gris de la pista, la iluminación y las presentaciones dieron un aroma diferente. Y sí, soy megafan del momento en que Isabel Forner se sentaba con los protagonistas en el banquillo para hablar. Pero más allá de eso, no encontré el sello Netflix.
Me esperaba incluso un paso más allá de la Laver Cup, la competición que ha dado en el clavo de lo que tiene que ser el tenis. Creada por Roger Federer -y en la que jugó aquel mítico último dobles con Rafael Nadal-, la Laver sí supuso un antes y un después: enfrentó a un equipo de Europa contra el resto del Mundo, colocó a los banquillos justo detrás de la silla de descanso y metió cámaras y micrófonos por todos lados, en los pasillos, en el vestuario, en el comedor... Captó el drama como nadie. Federer 1, Netflix 0.