Netflix organizó un documental de dos horas y media para explicarle a Carlos Alcaraz que se equivoca

Al principio de "A mi manera", el documental de Netflix en tres capítulos que cuenta la temporada 2024 de Carlos Alcaraz y sus éxitos anteriores, la productora celebra que el equipo del tenista les diera acceso completo para seguir a Carlos por el mundo. Después de ver las dos horas y media, queda claro por qué lo hicieron. Imágenes de Alcaraz en los torneos se ven pocas y se circunscriben casi en su totalidad a la Laver Cup y al llamado Netflix Slam de Las Vegas, es decir, a competiciones no oficiales. Otra cosa son las entrevistas, que valen su peso en oro.
Da la sensación de que tanto su entrenador, Juan Carlos Ferrero, como su representante, Albert Molina, querían mandarle un mensaje definitivo al chico y han encontrado en Netflix la plataforma ideal. Lo que subyace todo el rato a sus declaraciones es un "así no se hacen las cosas" que se quiere hacer público con todo lujo de detalles. Una forma, si se quiere, de guardarse las espaldas ante lo que pueda venir y de dejarle claro al murciano y a su entorno cercano que se equivocan, que no existe esa "manera propia" de llegar a ser el mejor de la historia y a la vez llevar una vida relativamente normal para un chico de veintiún años.
El resultado es un documental impresionante. Pocas veces -por no decir ninguna- había visto un retrato tan crudo de un protagonista deportivo en tiempo real. Pocas veces había visto que lo que suele ser una hagiografía de la estrella querida y carismática se convierta en una exposición total de sus defectos. Alcaraz llega tarde a las reuniones, se va a Ibiza una semana de juerga, prefiere ver la Fórmula Uno a entrenar después de su fracaso en el US Open y el enfrentamiento con su entrenador parece constante, al menos en lo que respecta a su forma de afrontar las exigencias del tenis competitivo.
En palabras textuales del exnúmero uno del mundo: "Su manera de entender el esfuerzo y el sacrificio es diferente a la nuestra… tanto, que me deja dudas". Y esas dudas sobrevuelan todo el documental. Porque no son solo las dudas de Ferrero, son las del preparador físico, las del representante y las de, uno a uno, todos los exjugadores que van pasando por la pantalla: Rafa Nadal, Roger Federer, Garbiñe Muguruza, John McEnroe, Martina Navratilova…
El puzle sin resolver
En sí, llevar una vida más o menos disipada -a ver, se fue a la Fórmula Uno, tampoco a una fiesta con Leonardo Di Caprio- no tiene nada de malo. Muchos deportistas han conseguido llevar adelante buenas carreras sabiendo combinarlas con momentos de ciertos excesos. Lo dice el propio Ferrero, también: "Si lo que quieres es ser el número quince del mundo, entonces, adelante, pero lo que no sé es si me interesará a mí estar ahí". El asunto es querer llevar esa vida y a la vez asegurar que pretendes ser el mejor… ¡de la historia!
Como bien le recuerda su entrenador, eso implica ganar dos grand slams al año. No uno. Todos, durante al menos diez años más. Y cuando "solo" gane uno, al siguiente tendrá que ganar tres. ¿Se puede hacer eso mientras se intenta buscar aire y huir de las responsabilidades? No se lo cree nadie. No queda claro ni que el propio Alcaraz se lo crea, pues llega a confesar: "En mi cabeza tengo un puzle que no sé muy bien cómo resolver… no sé lo que quiero y me genera agobio".
Sus familiares creen que sí, que "a su manera" lo conseguirá, pero qué van a decir los que más le quieren. Da la sensación, de nuevo, de que Ferrero está tan cansado de repetírselo que directamente le ha pedido a Netflix que se lo digan ellos a ver si a ellos les hace algo de caso. En una tensa conversación que pone fin al documental -y lamento el spoiler, pero merece la pena verlo de todas maneras- el alicantino le deja claro: "Tienes que encontrar tu cómo… pero con profesionalidad y sentido común"
Profesionalidad y sentido común. No es poca cosa. No sé cómo le habrá sentado al murciano ver como su propio entrenador insinúa ante millones de personas que carece de ambas cualidades. Intuyo que no demasiado bien. Tal vez por eso Ferrero cada vez viaja menos con Alcaraz y delega muchas de sus funciones en Samu López. Puede que se haya cansado de las faltas de respeto… o puede que el jugador se haya cansado de su manera pública de exponerle.
La fiesta como método
Porque sí, Alcaraz queda expuesto. Yates, fiestas, impuntualidades y poca capacidad de sufrimiento. Esa es otra de las cuestiones en las que hace hincapié el cuerpo técnico: si a Carlos le molesta algo, no sabe apretar los dientes y tirar hacia adelante. Se va cayendo de los torneos y punto. Algo que, hay que insistir, no tiene nada de malo, pero complica mucho los objetivos declarados del murciano, y le pone en el disparadero cuando sucede lo de esta semana, que ha decidido no jugar en Madrid por molestias en el aductor.
En ese sentido, el "timing" del estreno del documental -obviamente, fijado hace mucho tiempo- no ha podido ser peor para el jugador. ¿Cómo resistirse ahora a pensar que en realidad no juega porque, total, para qué? ¿Cómo no especular con que simplemente se ha borrado para no hacer un sobreesfuerzo o que dicha lesión muscular tiene algo que ver con una mala preparación física? En el momento en el que se insinúa que un deportista de élite se ha tirado siete días en Ibiza sin dormir, ese deportista pasa inmediatamente a estar bajo sospecha.
Porque nadie -bueno, poca gente- puede pedir a Alcaraz que sea Nadal y tire de antiinflamatorios y cojeras durante veinte años con tal de llegar a lo más alto, pero sí cabe pedirle que dé el máximo dentro de lo razonable. Volvemos a lo del sentido común. En un momento, alguien del cuerpo técnico le reprocha que "está siendo muy injusto con el Carlos del futuro" y eso son palabras mayores. El problema, en cualquier caso, es que Alcaraz sigue pensando que funciona. Se va a Ibiza antes de Wimbledon 2023, gana, y al año siguiente, dobla la apuesta antes de Wimbledon 2024.
Teniendo en cuenta que volvió a ganar el torneo -y ya hay que ser bueno para llevar la vida que el documental insinúa y ganar cuatro grandes a los veintiún años-, ¿cómo convencerle de que esa no es manera de preparar un grand slam? Es complicado. La táctica de ponerlo en una plataforma de streaming y confiar en que, después del cabreo, llegue la reflexión, no la habíamos visto antes. Lo mismo, hasta funciona.