Zverev se queja por el ojo de halcón, el circuito no sabe qué pensar: "Siento que estamos apagando nuestros cerebros con la tecnología"
Esta temporada la tierra batida ha quitado a los jueces de línea, y no todos los tenistas lo ven con buenos ojos.

La diferencia se nota a simple vista, sin necesidad de pensar mucho. En el fondo de la pista se ven cinco cajones que siempre estuvieron ahí, uno por cada línea que marca los bordes válidos en el tenis, pero ahora están vacíos. Se mantiene el lugar, pero no el ser humano que lo ocupaba, ya son solo un soporte publicitario más de los muchos que tiene una pista de tenis.
Hace unos meses se anunció una nueva pequeña revolución en el tenis, la tierra batida iba a tener también tecnología de ojo de halcón, la que lleva más de una década siendo moneda común en el resto del circuito y que permite, se supone, que no haya una sola bola mal cantada en la pista.
Hasta el momento se consideraba innecesaria cuando empezaba la temporada de arcilla, porque la tierra deja marca y cada vez que botaba la pelota era fácil descubrir si había caído encima de la línea o si se había marchado, esa diferencia milimétrica que le sirvió a Woody Allen hasta para hacer una película.
Los organismos rectores del tenis, sin embargo, han llegado a la conclusión de que el ojo humano es traicionero. Las sombras, la acumulación de tierra en algunos sitios, incluso el ángulo de cada golpe, podían hacer que lo que parecía un golpe magnífico fuese en realidad una bola mala, y viceversa. Por eso este año, en 2025, las cosas han cambiado de golpe.
"Es más preciso, me gusta", responde a Relevo Liudmila Samsonova tras su derrota en el torneo. La rusa es de las que confía en la tecnología y está segura de que la tecnología ha venido para ayudar a la claridad y la justicia, algo en lo que no todos están de acuerdo porque barruntan que tampoco esa superposición de cámaras que permite saber exactamente dónde ha aterrizado la pelota es imbatible marcando si es buena o mala.
El cambio parece una cuestión menor, pero Samsonova remarca otro detalle que puede ser importante para tener toda la información sobre este particular. "¿Sabes qué pasa? que antes era el juez de línea quien bajaba a mirar una marca si lo consideraba oportuno, ahora que es automático sabes que todas las bolas van a juzgarse", cuenta.
Perder la humanidad del deporte
No está muy de acuerdo con su opinión su compañera Belinda Bencic. La suiza, que llegó a ser cuarta del mundo, es una clásica en el circuito y no termina de entender este deseo constante de cambiar, experimentar y retorcer lo de siempre.
"No me gusta. En pistas duras lo entiendo, porque quita las peleas. Obviamente con el ojo de halcón puedes pedir un challenge, pero ¿en tierra? Creo que es duro, porque estamos fiándonos de la electrónica por encima del cerebro humano, del ojo humano, del instinto humano", dice la suiza.
"Tu ves la bola, está fuera, no hay manera de que el árbitro baje de la silla y diga que está dentro, pero la electrónica dice que sí, por un milímetro. No sé qué pensar de esto, pero si tienes una marca delante de ti, te vuelves loca", añade la jugadora.
Es, por supuesto, una cuestión de fe. De fe en la tecnología, en este caso. El tema es que, hasta el momento, todo el mundo estaba bastante contento con el desempeño del ojo de halcón en las pistas duras, pero ahora que pueden comparar los resultados de la máquina con lo que ven sus ojos, no es tan sencillo.
"Ellos dicen que por dónde bota, por cómo va la tierra pero... no sé. Siento que los humanos estamos apagando nuestros cerebros, apagando nuestros sentidos, haciendo todo electrónico, con inteligencia artificial, Chatgpt... y estamos dejando de pensar", añadía Bencic que, evidentemente, no está muy cómoda con la presencia de la tecnología en tantas cuestiones de la vida.

La parte de las discusiones es importante, eso sí, porque ahora mismo puedes quejarte al arbitro y retorcerte, pero existe un juez supremo en forma de detector tecnológico a quien nadie parece dispuesto a llevarle la contraria. Eso antes no era así, y, de hecho, en los torneos en los que sigue sin instalarse esta tecnología la cosa no ha cambiado mucho.
Lo sabe Pablo Carreño, que recientemente ha tenido una refriega importante en un challenger, un torneo que lógicamente tendrá algo así disponible. También es consciente de ello la mejor jugadora del momento, Aryna Sabalenka, que llegó a la desesperación, y un poco al teatro, recientemente en Stuttgart.
El sistema no estaba disponible y la juez del partido cantó como buena una bola que la bielorrusa había visto fuera. Le pidió que bajase a mirarla, como se hace habitualmente en estos casos, pero ella se negó a hacerlo. Nada contenta, Sabalenka aprovechó un descanso para sacar el móvil y hacerle una foto a la marca, una que posteriormente posteó en sus redes sociales.
"Creo que no puedes cometer ese tipo de errores, y si lo haces, tienes que tener las agallas de admitirlo y cantarlo bien", explicaba después del tenso intercambio. Esta semana, en Madrid, la número 1 ha abogado también por el uso de la tecnología en el tenis. "Hay situaciones en las que la marca parece que no ha tocado, pero luego el vídeo muestra que es un pequeño toque. Así que, cuando se trata de errores tan pequeños, me gusta tener el sistema de ojo de halcón", enunciaba la tenista.
Alexander Zverev tomó la misma determinación que Sabalenka en el torneo de Madrid, solo que en sentido inverso. El jugador alemán vio una bola que, en su opinión, era mala y se había marcado como buena. Después de pedirle al juez de silla que bajase a mirarla, algo que no hizo porque ya no puede, ahora impera la tecnología, decidió hacerle una nueva foto.
También Matteo Arnaldi, que contestaba a la prensa sobre el tema después de ganar en la central, nada más y nada menos que a Novak Djokovic. "Me gusta, sabemos que no es perfecto, pero no he visto grandes errores en mis partidos", empezaba su explicación, para irse en un detalle que no es tan fácil de ver porque siempre estamos obsesionados con las pistas centrales, unas en las que Arnaldi no está tan acostumbrado a jugar.
"En torneos como este, en las pistas de fuera, no hay mucho espacio. En la pista central está bien, puedes jugar con los líneas o sin ellos, no importa, pero en las pequeñas es mucho más difícil jugar con ellos y en la primera ronda me sentí mucho más cómodo jugando sin ellos, no tenía que preocuparme de si les iba a dar o no. Me gusta, y me gusta que sea siempre igual", cerró el italiano, radiante tras su victoria.
Ons Jabeur, por su parte, se detiene sobre el tema y remarca un daño colateral de una decisión así, una que habla de ella como una jugadora particular que se preocupa no solo de lo que le ocurre a ella en la pista, sino que tiene una visión más amplia de lo que ocurre a su alrededor.
"Es algo complicado. Yo lo odio porque eso significa que hay menos trabajos para la gente. Esa es la parte humana. También es verdad que ya no hay discusiones y eso te pone en paz con las decisiones. Tampoco creo que sea más certero que el ojo humano. He visto algunos vídeos y... depende, a veces no, pero es verdad que pierdes menos energía peleando con el juez de silla, y eso está bien".