Rafael Nadal nos ha engañado a todos
Lleva años, décadas, haciéndonos creer unas cosas que no se corresponden en ningún caso con la realidad. Es un farsante.

Rafael Nadal, que esta semana acaba de anunciar el fin de su carrera, caminaba por el salón de la casa familiar en Manacor rodeado de los suyos. Iba con una sonrisa en la cara, de oreja a oreja: se pensaba que era invisible. Movía los vasos, le daba alguna colleja a su padre y todos le seguían el juego. "¡Ese vaso se levanta solo!", le decían. Él se reía. Pensaba que su tío Toni había sido delantero del Milan bajo el apodo de 'El Gran Natali', que tenía poderes y que por arte de magia le convertía en invisible.
Otro día, también por aquella época, tío y sobrino estaban viendo un partido de tenis por la televisión. Rafa no lo sabía, pero lo que mostraba ese televisor no era en riguroso directo. Digamos que Toni ya lo había visto y que sabía que Ivan Lendl, uno de los jugadores, se iba a retirar por lesión. Entonces volvió a hacer uso de sus poderes mágicos. "Ese jugador de ahí me cae mal. Voy a hacer que se lesione", dijo Toni. Rafa alucinaba. "No, no hagas eso, pobre chico". Y cuando el jugador en cuestión se retiró, Rafa fue a su abuela a chivarse de que su tío había lesionado a un tenista.
Otra vez, camino de su primer torneo interclubes, cuando tenía 7 años, Rafa iba en el coche con Toni. Se iba a enfrentar a un jugador varios años mayor. "Tranquilo, que si veo que vas perdiendo, haré que llueva", le tranquilizó Toni. "¿Tú puedes hacer que llueva?", le respondió Rafa. "Claro, y tanto". Y se puso a llover con el partido igualado. "Toni, creo que puedes parar ya la lluvia. A este tío creo que le puedo ganar", le susurró Nadal.
En aquellos años, cuando lo de ganar títulos de Grand Slam y ser número uno del mundo eran sueños lejanos, Nadal era un niño inocente al que sus familiares engañaban como querían en las comidas de los sábados. A su tío le llamaba Toni el mago. Con el tiempo, es Nadal el que acabó engañando a todos. Lleva años, décadas, engañándonos, haciéndonos creer unas cosas que no se corresponden en ningún caso con la realidad. Es un farsante.
¿Cuántas veces hemos escuchado eso de 'el tenista zurdo'? Infinitas. ¿Zurdo? No, amigos. Nadal juega con la mano izquierda, sí, pero es prácticamente lo único que hace con ese brazo. El cuchillo lo coge con la derecha, cuando juega al fútbol su pierna buena es la diestra… Nadal en realidad es diestro. ¿Por qué juega entonces con el brazo izquierdo? Sencillamente, porque Toni se pensaba que era zurdo. De niño, Nadal jugaba tanto el revés como la derecha a dos manos y un día empezó a darle con el brazo izquierdo. Toni se pensaba que era lo natural. Pero no. Desde aquel día nos lleva engañando a todos.

Y la cosa fue en aumento. Porque ese zurdo que en realidad era diestro empezó a crecer y siguió engañándonos. "A mí me gusta más pista cubierta o hierba que jugar en tierra. Aunque tierra también me gusta", dijo en agosto de 2002, con 16 años, en una entrevista con la televisión local de Vigo en la que aseguró que el torneo que más le gustaría ganar era Wimbledon. ¡Menuda frase para el rey de la tierra!
No hay, y posiblemente no habrá, un tenista que vaya a dominar tanto una superficie como Nadal la tierra batida: son 63 títulos, 14 de ellos en Roland Garros. Es insultante. Hubo una época, entre 2005 y 2007, que acumuló 81 triunfos seguidos en arcilla. Hay pocas afirmaciones objetivas en el terreno del deporte y que Nadal es el mejor tenista de la historia en tierra es una de ellas. Pero incluso ahí nos estaba mintiendo. Nos despistó de tal manera que mientras mirábamos boquiabiertos su ropa embadurnada de tierra, él se estaba preparando para dar el salto a la hierba de Wimbledon y a la pista dura de Melbourne y Nueva York. El rey de la tierra ganó dos títulos en Wimbledon, otros dos Australia y cuatro más en Estados Unidos. ¡Menudo trilero!
Y no se piensen que paró ahí. Sus músculos, su cara chorreando sudor y su pose de guerrero ocultaban algo. Roger Federer, su gran rival, era todo lo contrario. Era elegante y apenas transpiraba. No hay una sola foto en la que el cuerpo del suizo parezca cincelado por un escultor griego. Al lado de Nadal, Federer casi parece un tirillas. En esa rivalidad, Federer representaba la perfección suiza y el talento, mientras que Nadal era como un guerrero de piel morena, puro físico. Otra farsa: a Nadal le rebosa el talento por los poros. Si no, ¿de dónde van a salir 92 títulos, 22 Grand Slam, 209 semanas como número uno y más de 20 años en la élite? Si eso no es talento...

A Nadal le hemos visto salir de una pista de tenis con la copa entre las manos cuando unas horas antes estaba muerto y enterrado. El mejor ejemplo de ese otro engaño fue la final del Open Australia 2022, cuando iba perdiendo 6-2, 7-6, 3-2 y se enfrentaba a un 0-40 con su servicio. Lo levantó, claro que lo levantó, ante un rival diez años menor que él. Y unos meses después, asistimos atónitos a un Roland Garros que ganó con el pie dormido, sin sentir nada. Pero es que Nadal nos ha engañado a todos, incluidos a sus rivales.
"Jugué contra él cuando ni siquiera podía caminar por el problema el pie. Iba con el pie anestesiado. De hecho, le vi al día siguiente y estaba con muletas. No podía caminar", relató hace unos meses Casper Ruud, el hombre que cayó en aquella final de París. "Aunque perdí mal (6-3, 6-3 y 6-0), en realidad estaba pensando la noche anterior: 'Nunca se sabe, tal vez esté tan lesionado que ni siquiera pueda caminar, tal vez si hay un año en el que alguien pueda sorprenderle puede ser este'. Todos sabíamos que estaba lesionado, pero nos ganó a todos". Les engañó a todos. Nos engañó a todos.