ROLAND GARROS

"Me retiro, no puedo más": el día que Nadal estuvo a punto de tirar la toalla y cómo escapó de la "jungla"

Antes de reaparecer en Barcelona, el español le dijo a su equipo durante un entrenamiento que ya no había nada que hacer. Dos meses después, sueña con los Juegos y fantasea con 2025.

Rafael Nadal se despide de la Philippe Chatrier después de perder en la primera ronda de Roland Garros ante Alexander Zverev. /EFE/EPA/MOHAMMED BADRA
Rafael Nadal se despide de la Philippe Chatrier después de perder en la primera ronda de Roland Garros ante Alexander Zverev. EFE/EPA/MOHAMMED BADRA
Nacho Encabo

Nacho Encabo

París.-Prestad atención a la fotografía que encabeza esta página. Es obra de Mohammed Badra, de la agencia EFE, y ha ganado fuerza con el paso de los días en París. La imagen muestra a Rafael Nadal despidiéndose de la pista central de Roland Garros tras su derrota en la primera ronda con Alexander Zverev. El partido se jugó el lunes en una Philippe Chatrier techada ante la amenaza de lluvia. Y justo cuando Nadal recibía el que puede ser su último aplauso en París apareció el sol, se coló por un agujero e iluminó la figura del balear.

Desde entonces no ha vuelto a salir el sol en Roland Garros. Lluvia, lluvia y más lluvia. Días grises en París. No deja de ser paradójico que la luz se fuera con un tenista que ha conseguido salir, por fin, de la oscuridad. Ha pasado casi una semana desde que Nadal cayera con Zverev y Roland Garros sigue siendo un torneo extraño, huérfano. Se añora la energía que trae y que contagia y los más optimistas se consuelan pensando que el año que viene volverá.

Porque Nadal se marchó de la capital francesa soñando con los Juegos Olímpicos de París e incluso fantaseando con la posibilidad de disputar Roland Garros 2025. Una actitud que contrasta enormemente con lo que el propio tenista sentía hace apenas dos meses cuando estaba entrenándose en su academia de Manacor.

"Mentalmente estaba destrozado"

Nadal reapareció a principios de enero en Brisbane tras un año parado por una lesión en el psoas de la cadera, pero su cuerpo apenas le dejó competir tres partidos. Una pequeña rotura muscular en la misma zona y una nueva lesión en el abdominal cuando estaba a punto de volver en Indian Wells fueron dos puñetazos a la mandíbula. Se acercaba la temporada de tierra, su momento, y Nadal no veía la luz. "Me retiro, no puedo más", le llegó a decir a su equipo en uno de esos entrenamientos, tal y como ha revelado estos días Carlos Moyà, su técnico, en una entrevista con L'Equipe.

"Mi cuerpo ha sido una jungla estos dos últimos años. Un día me despertaba que me había mordido una serpiente, al día siguiente un tigre... ha sido una gran lucha"

Rafael Nadal

"Sí, lo dijo muchas veces... En los entrenamientos, cuando le volvían los dolores, cuando no pudo jugar en Indian Wells, cuando no pudo ir a Montecarlo... Por eso también vamos a Barcelona, pese a que sabemos que no está preparado. Queríamos que se viera simplemente en el circuito para tener la esperanza de ir a Roland Garros. Pero hubo muchos momentos en los que dijo 'No puedo más'", señaló el exnúmero uno y campeón de Roland Garros en 1998.

Los días antes de salir hacia Barcelona, Nadal estaba perdiendo antes los chavales de su academia. Tenía el ánimo por los suelos. "Mi cuerpo ha sido una jungla estos dos últimos años. Un día me despertaba que me había mordido una serpiente, al día siguiente un tigre... ha sido una gran lucha", relató Nadal en París sobre su estado físico antes de profundizar en aquel momento en el que estuvo a punto de tirar la toalla.

"Cuando decía eso de 'ya no puedo más', sabíamos que las horas pasarían y que después lo pensaría y seguiría. Le escuchamos, respetamos su momento y al día siguiente volvimos a entrenar"

Carlos Moyà

"He pasado por muchas cosas, una gran operación, luego problemas en Brisbane de los que me recuperé más o menos rápido, luego el abdominal, luego la cadera... llegó un momento en el que mentalmente estaba destrozado a nivel de energía, de felicidad personal y me dije que tenía que parar. Unas semanas antes de Barcelona sentí que había muchas posibilidades de que no volviera a jugar".

Pese a ello, en el equipo le transmitieron un mensaje de calma y tranquilidad. Y después le convencieron de que era una buena idea ir al Godó: que le podía venir bien respirar de nuevo el ambiente del circuito y compartir horas de entrenamiento con tenistas profesionales. "Yo soy de los que piensa que no se deben tomar decisiones en momentos complicados. Cuando decía eso de 'ya no puedo más', sabíamos que las horas pasarían y que después lo pensaría y seguiría. Le escuchamos, respetamos su momento y al día siguiente volvimos a entrenar olvidándonos un poco. Pero es algo que nunca antes habíamos escuchado", insistía Moyà en la entrevista con L'Equipe.

Rafael Nadal y Carlos Moyà, junto al resto de integrantes de su equipo técnico.  EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON
Rafael Nadal y Carlos Moyà, junto al resto de integrantes de su equipo técnico. EFE/EPA/CHRISTOPHE PETIT TESSON

El cambio de chip

Con el freno de mano puesto, Nadal compitió en Barcelona, ganó un partido y perdió en segunda ronda. El primer paso estaba dado. Después, en Madrid, siguió con muchísimas dudas en los entrenamientos, pero logró tres victorias que reforzaron la fe: si las cosas seguían así, se podía llegar a Roland Garros.

En el equipo notaron también un cambio en la actitud de Nadal. La confianza había subido. Desde que salió de Barcelona no volvió a pronunciar un "no puedo más". Ni después de perder 6-3 y 6-1 con Hurkacz en Roma. Para entonces, Nadal ya tenía entre ceja y ceja Roland Garros: había disputado siete partidos -menos de los que le hubiera gustado- y su cuerpo había respondido bien a la intensidad de la competición. Faltaba la última puesta a punto.

Y para ello, Nadal y su equipo aterrizaron en París con una semana de antelación, algo que nunca antes habían hecho. Se programó dobles sesiones de entrenamiento -estaba más de tres horas al día en pista- y jugó sets ante algunos de los mejores jugadores (Medvedev, Korda, Navone, Wawrinka y Rune). Los ganó a todos. En el equipo empezaban a ver a Nadal con la mirada asesina. 

Sin embargo, el sorteo del cuadro colocó a Nadal ante uno de los peores rivales que había, el alemán Alexander Zverev. El campeón de 22 Grand Slam, todavía sin el ritmo ni los automatismos necesarios, perdió 6-3. 7-6 (7-5) y 6-3 pese a competir de tú a tú en su mejor partido en casi dos años. Fue una derrota en la primera ronda de Roland Garros, pero fue la luz al final del túnel.