ROLAND GARROS

Nadal se despide fiel a sí mismo ante una Philippe Chatrier entregada

El balear sufre ante Zverev (6-3, 7-6 y 6-3) su primera derrota en la primera ronda de Roland Garros, pero demuestra que está de vuelta a un grandísimo nivel.

Nadal se despide fiel a sí mismo ante una Philippe Chatrier entregada
Nacho Encabo

Nacho Encabo

París.- Dice Boris Becker, que de esto de la raqueta sabe un rato, que "Rafa y Roland Garros es la mayor historia de amor en el tenis". Pues bien, queridos amigos, es muy probable que esa historia irrepetible haya tenido su epílogo este lunes 27 de mayo de 2024.

Nadal, a días de cumplir los 38 años, ha inclinado la rodilla ante Alexander Zverev por un más digno 6-3, 7-6 (7-5) y 6-3 en la primera ronda de su torneo fetiche, ese que ha ganado 14 veces, el mismo al que le ha pedido que no le hagan un homenaje. Porque Nadal quiere volver la próxima temporada y soplar las velas de su 39 cumpleaños en París luchando por su 15º Roland Garros.

Ese es el consuelo que queda en esta tarde lluviosa y gris en la capital de Francia, el consuelo de que no sea la última vez que se le vea correr por la tierra batida de la Philippe Chatrier. La magnitud del partido queda patente en un detalle: en las gradas, como espectadores de lujo, están Novak Djokovic, Carlos Alcaraz e Iga Swiatek. Nadie se quiere perder el que puede ser el último partido de Nadal en Roland Garros.

Para saber si eso es cierto habrá que esperar 12 meses, pero lo que ha dejado claro Nadal este lunes pese a la derrota es que está en condiciones de pelear con los mejores. Ha tuteado al número cuatro del mundo, al tenista más en forma en tierra de la actualidad. Ha jugado un tenis digno de la segunda semana de un Grand Slam. Y eso le va a dar gasolina para seguir. Preparaos para Wimbledon y para los Juegos Olímpicos, que vienen curvas.

Porque si hace un mes y medio estaba perdiendo con los júniors de su academia, sin saber si volvería a jugar, ahora es capaz de perder con la cabeza alta ante Zverev. Puede que parezca poco para un tipo que ha ganado 22 Grand Slam, pero es mucho viniendo de donde viene.

Sería cruel y doloroso que su último partido en Roland Garros fuera una derrota de este calibre y en primera ronda. Pero el deporte es así. Que se lo digan a Roger Federer, cuyo último partido antes del show de su despedida en la Laver Cup acabó con un 6-0 sobre el césped de Wimbledon. "Hay posibilidades de que sea mi último Roland Garros, sí. Pero si tengo que decirlo al 100%, lo siento pero no", dijo Nadal 48 horas antes de saltar a una Philippe Chatrier que le esperaba llena hasta la bandera.

Un Zverev infalible al saque

"¡Rafa, Rafa, Rafa!", coreaban los más de 10.000 espectadores de la cancha central cuando apareció el balear. Era un ambiente casi de Copa Davis. Nadal era un francés más. Y todo resonaba por las paredes y el techo, desplegado ante la tromba de agua que caía sobre París. Ni en el sorteo ni en la meteorología tuvo suerte el balear.

Y de inicio, un chaparrón de Zverev, que rompió en blanco en el primer juego y ya no soltaría esa ventaja. Nadal tuvo dos oportunidades de devolverle el quiebre, pero si algo hizo bien este lunes el germano fue sacar. Por momentos estaba en casi un 90% de puntos jugados con el primer servicio.

El mejor momento de Nadal llegó mediado el segundo set. Jugó 20 minutos a un nivel excelso: rápido en la pista, con un revés cruzado incisivo y una derecha mandona. Encendió la Chatrier en el cuarto juego con varios puntos de locura e inmediatamente consiguió su primer break. El partido había cambiado por completo.

Nadal estaba crecido. Sin embargo, con 5-4 y saque a favor, estando en su mejor momento y con la posibilidad de igualar el partido, al manacorí le tembló el pulso y entregó su servicio. Después, en el tie break, tomó un par de malas decisiones con la dejada, lo que, sumado a la efectividad de Zverev al saque, terminó por decantar el segundo set.

¿Intentar remontar un 2-0 después de prácticamente un año y medio sin competir con garantías? Pues claro. Es Rafael Nadal. Pese a estar ya contra las cuerdas y con la lógica incertidumbre de si su cuerpo aguantaría un maratón, el español quiso intentarlo. Llegó a estar también break arriba en ese tercer set, pero finalmente se impuso el alemán, agarrado a ese servicio que nunca le abandonó.