WIMBLEDON

Alcaraz gana a Humbert, pero no le faltan motivos para flagelarse

El español se impuso en cuatro sets (6-3, 6-4, 1-6 y 7-5) en un partido en el que volvió a desconectarse durante un rato.

Carlos Alcaraz pega una derecha en carrera contra Humbert. /EFE
Carlos Alcaraz pega una derecha en carrera contra Humbert. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Londres.- Una estricta institutriz reconvendría a Alcaraz por sus ausencias. Le diría que el trabajo dignifica, que los sueños no dan de comer, que un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer y no otra cosa. Tendría motivos para el enfado porque Alcaraz, brillante, libre y artístico, también es un tenista que a veces está y a veces no. Que se va de los partidos cuando cree que ya los ha ganado, que suele ser siempre antes de que el marcador realmente le dé la razón.

Resumen de la victoria de Alcaraz ante Humbert.REUTERS

Es verdad, el tercer set de su partido contra Humbert fue infame. Después de haber tratado al espigado francés como una muñeca de trapo durante los dos primeros, en el tercero se tomó unas vacaciones emocionales y le regaló su saque una y otra vez hasta perder 1-6. Es cierto que el tiempo en Londres no apetece, que el principio del partido se jugó entre el estruendo de la lluvia rebotando con el techo de la central, pero su obligación es mantenerse ahí, en el fondo de la pista, intentando hacer el partido lo más corto posible.

El problema es que no está en su naturaleza. Él repite en las ruedas de prensa que le da importancia, que sabe que es el primer punto en el orden del día de su crecimiento y que se lo toma muy en serio. Como es un chico muy bien educado, muy bien asesorado y muy centrado, se le cree, pero esa labor sigue estando por hacer.

De esto se puede hacer un gran drama, porque el mundo está lleno de agoreros y catastrofistas, pero observar los resultados alivia bastante esa sensación. Ha ganado ya tres Grand Slams y tiene 21 años, esa dolencia será como mucho crónica, desde luego no mortal.

Todos los tenistas del mundo tienen que sobrevivir en el circuito gestionando sus carencias. Los hay que no son capaces de entrar con la derecha, los que tienen un saque de adolescente cabreado y los que son lentos de piernas y de cabeza. Alcaraz no tiene ningún problema en ningún golpe, físicamente es un toro, parece concebido para hacer bien lo que hace. Tiene una mácula, sí, como todos, y es que a veces apaga las luces cuando todavía no toca.

Tendemos a darle a esto más importancia que a otros fallos más mundanos, porque las cosas de la mente tienen algo de oscuro y enigmático, es como si existiese una bruma a su alrededor, un lienzo en blanco en el que pintar un cuadro de Pollock, estridente y desasosegante. Permite conjeturar, pensar que esa tara es mayor que, por ejemplo, ser incapaz de dominar en la red. Pero no lo es, y si lo sabemos a estas alturas es por lo anunciado anteriormente: los resultados nos recuerdan que la fórmula de Alcaraz está hecha para ganar.

El tercer set fue pésimo y el cuarto no brillante, pero le dio para sacarlo adelante. Tan cierto es eso como que la victoria final refleja lo que ya se había visto en el principio de la tarde, que es mejor jugador que Ugo Humbert. Porque hoy se habla del tercero, se duele por el que sangra, pero en este partido también existieron un primer set y un segundo set en los que no cupo duda de qué material está hecho Carlos Alcaraz. 

  Ugo Humbert pasa por ser un buen sacador. Es un tipo espigado, cercano al 1.90, y se espera que esta gente de brazos largos sea la más capaz para dominar desde el servicio y ser agresivo. Esto es lo que cuenta la teoría y lo que desmienten los números. La verdad es que Alcaraz, que es cinco o seis centímetros más bajo, terminó el partido sacando a más velocidad media (182 km/h a 174) y sus servicios más potentes fueron más rápido que los de su rival francés (215 contra 207). Humbert ni siquiera le superó en aces (14-10).

Es decir, Umbert es un sacador porque algo hay que ser en esta vida, y Alcaraz no es un sacador, por más que sea mejor que él sirviendo, porque ese golpe no le define, solo le acompaña. Y sí, luego durante una fase del partido todo se desestructuró, el español dejó de meter primeros y se dejó ir con el servicio abriendo así una ventana al francés para que creyese en una victoria que nunca llegó a estar tan cerca en la realidad como en el corazón de los sufridores de Carlitos.

Se le escuchó hablar con Ferrero, su entrenador, decirle un "no sé qué hacer". La frustración existe también para él, claro, y en ocasiones tiene miedo. Pero ha demostrado sobradamente que es bien capaz de mirar el problema, entenderlo y solucionarlo.

Todo eso es verdad, como también lo es que hubo golpes increíbles, que demostró que físicamente está bien, que tiene un juego imponente y muy capaz. Que es capaz de dominar desde todos los lados de la pista y también de hacer los puntos más bellos. No puede quedar como algo anecdótico, como una nota al margen, porque ser así de bueno es lo que termina dando los títulos.