Alcaraz revienta con su respuesta un discurso grabado en los vestuarios del tenis de élite: "Esto es una trituradora de carne"
La sonrisa del español, su capacidad para disfrutar del deporte, destaca tanto porque lo normal es lo opuesto.

Londres.- A Carlos Alcaraz le preguntaron recientemente si alguna vez, por remota que fuese, terminaba harto de su deporte. Una mañana mala, una tarde de cansancio... lo que fuera. El momento cruzado que todo ser humano tiene alguna vez en su profesión.
"Oh, no, nunca me aburre", respondió.
Y nunca es nunca. "Mi padre no me tenía que empujar a que jugase al tenis ¡yo le tenía que empujar a él! Yo estaba en un grupo y jugaba tres o cuatro días a la semana cuando tenía seis años, pero incluso por aquel entonces los domingos, a las 8 de la mañana, cuando no había nadie en el club y las luces estaban apagadas, yo le pedía a mi padre ir a la pista y poder jugar más. Si mi padre no quería venir, simplemente le pegaba a una pared. Cuando tienes cuatro o cinco años no sabes qué quieres hacer con tu vida, pero lo que yo sabía es que amaba aquello, amaba pegar a la pelota y ver qué pasaba", explicaba en The Times al principio de este Wimbledon del que ya está en la final.
Aquel crío con energía infinita que disfrutaba en todo momento de jugar al tenis es hoy un chico, todavía joven pero ya no un niño, con energía infinita que disfruta en todo momento de jugar al tenis.
Esto podría resultar una frase hecha y en bastantes ocasiones es puro marketing, hay muchos deportistas que dicen experimentar cosas que en realidad no viven, sino todo lo contrario. La diferencia entre la fachada y lo que hay en el interior.
Lo que pasa es que nadie es tan buen actor como sería Alcaraz si realmente no le gustase esto que hace. Su sonrisa es hedonista, tan natural y amplia que sería imposible que la estuviese fingiendo. Cualquiera que haya pasado más de diez minutos con él en una sala de prensa sabe que esa felicidad no es impostada.
La dureza de lo que hace
Son muchos los casos de jugadores que no aceptaron esta presión, las historias de chicos achicharrados por el tenis, un deporte durísimo. Es casi un género literario, de hecho hace poco salió un libro, Nocturno de tenis, en el que Luis Torres de la Osa explica sus peripecias como juvenil que termina casi enloqueciendo. Ni siquiera es el único, Manuel Jabois también cuenta con frecuencia como terminó por no verle la gracia a aquello que se le daba tan bien. Y es posible que decenas y decenas más, sin talento para escribir, vivieran esa misma sensación en su juventud. Si hasta Andre Agassi terminó odiando el deporte.
Es el propio Torres de la Osa quien explica a Relevo hasta qué punto esto es desquiciante. "Hacen que te vuelvas loco, yo no entiendo que no haya más locos, es una carnicería el circuito, es una trituradora de carne. Entran cada año muchos tenistas con muchísimas ilusiones a ese carrusel tan bonito y al final ¿cuántos quedan? Cógete los campeones junior de Roland Garros y Wimbledon ¿un 3% son profesionales? y hablamos de tipos buenísimos, chavales que con 17 años han ganado Wimbledon o Roland Garros y todo ese talento derrochado tiene una parte bonita pero...", explica el autor..
Ser Alcaraz implica haber pasado muchos filtros y, peor todavía, haber asumido muchas renuncias. "Hay que ser conscientes de que un tenista se forja a base de entrenamiento y el primer fundamento que tiene que tener un tenista en ciernes es una dedicación de tiempo gigantesca, de hecho descompensada con la edad que tiene ese crío. Cuando tienes 13 años empiezas a entrenar muchas horas. Eso pone presión al resto de actividades y lo clásico es que a los 15 o los 16 tengas que tomar una decisión. Los que persiguen el sueño, que son miriadas de críos, suelen elegir el tenis por encima de todo y eso implica más renuncias, más sacrificios. No solo a posibles vidas alternativas, sino también a salir con los amigos, ir con chicas, ir a conciertos, comidas… en realidad para ser un magnífico tenista tienes que pasar muchos años renunciando de una manera muy antinatural a todo lo que te ofrece la vida", cuenta Torre de la Osa.

Y estas cosas no mejoran a medida que subes la cuesta de la gloria, más bien al contrario. Lo explica alguien que sí llegó a lo más alto. "La presión exterior es algo que no se dice, pero se siente. Si eres el número uno, la gente espera que ganes, los sponsors… No quieres defraudar, no quieres perder. Te montas películas porque sientes esa presión. Estás en el ojo del huracán y ahí arriba, en la cima de la montaña, hace mucho viento y te sientes observado", razonaba recientemente Garbiñe Muguruza en una interesante entrevista en Esquire.
Una entrevista en la que, por cierto, también señalaba que le gusta más Alcaraz que Nadal precisamente por su naturalidad, porque lo ve "con más desparpajo, más joven, que habla más y dice lo que piensa". En definitiva, por cuestiones de carácter, porque una de las cosas que le está dejando Alcaraz a España es la verificación de que se puede ser un tremendo campeón y no ser tan estricto y áspero como era con frecuencia su predecesor en esto de la excelencia tenística.
Alcaraz tiene una mentalidad a prueba de bombas, que es algo que no debe confundirse con tener un carácter concreto. Se puede tener las ideas muy claras y los objetivos siempre presentes sin por ello necesitar la personalidad de un esforzado marine.
El trabajo de la mente
Carlos Alcaraz tiene detrás un equipo muy potente y un trabajo psicológico bien hecho. Forma parte de una generación en la que ya no es un tabú ese tema, y es evidente que los que mejor han logrado abrazar e integrar estas rutinas a su día a día han logrado desbloquear algunos aspectos puramente deportivos que antes eran mucho más complicados.
"Carlos es un tío con la cabeza muy bien asentada y está muy bien asesorado", explica un psicólogo que le conoce de cerca y conoce también el circuito. Sorprende en él su capacidad para asumir los lugares en los que puede fallar -en esta misma semana ha hablado por ejemplo de sus lagunas en algunos momentos de partidos o de su enganche con el móvil- pero es que eso es algo que también forma parte de este trabajo.
"El que asume el error es fuerte, el que no puede asumir el error es débil. Eso es algo que nosotros trabajamos con los jugadores. Si tú no puedes fallar una bola cuando Rafa o Novak la fallan y limpian y se van al siguiente punto es que no tienes esa capacidad. Que lo pueda manifestar te dice que no solo escucha a su equipo, sino que además lo integra y como lo integra pues tiene los resultados que tiene, que aparte de tener un derechote y un montón de golpes muy completos, si él integra la información que está recibiendo de su cuerpo técnico, pues es más fácil que consiga llegar a los objetivos que se propone", cuenta este psicólogo deportivo.
Que sea consecuencia del trabajo con su equipo no quita que esto sea muy muy complicado. Y la mayor parte de los tenistas, una abrumadora mayoría, no son capaces de lograr a la vez llegar y hacerlo con la alegría de vivir que representa Alcaraz.
"Alcaraz es un contraejemplo, quizá el único de la élite, de la tesis que todo el mundo acepta como válida de que no hay felicidad en la pista. La hay a posteriori, en la ducha o en el vestuario, efimeramente, pero es un deporte muy exigente, Alcaraz parece lo contrario, parece que siente felicidad mientras juega, que para mí es un oxímoron", dice Luis Torres de la Osa.
"No se ha visto a nadie gozando tanto como goza él en la pista. Ha conseguido conjurar ese maleficio y parece felicísimo"
Autor de 'Nocturno de tenis'Es lo que se ve y también lo que cuenta el propio Alcaraz. En la última conferencia de prensa lo explicaba así, hablando de esas veces que se juega tiros del todo imposibles: "A lo mejor debería de jugar más al tiro efectivo, a lo seguro, a lo que requiere el partido. Pero como he dicho, a veces buscar ese punto divertido me ayuda a relajarme, a disfrutar del partido y de jugar ese partido. Es cuando despliego mi mejor tenis".
"No se ha visto nadie gozando tanto como goza él en la pista. También pone en cuestión la tesis de que el tenis es una renuncia a la vida. Alcaraz da alegría al verlo, es sorprendente para los que conocemos el juego desde dentro. Ha conseguido conjurar ese maleficio y parece felicísimo", explica el autor de Nocturno de tenis.
No está de más recordar una vez más la rareza de lo que estamos hablando. Alcaraz no es como los demás, no salió del mismo molde.
Y es que hay veces que ciertas cosas solo se explican desde la excepcionalidad: "A Gauss le llamaban el príncipe de las matemáticas, y yo creo que Alcaraz es el príncipe del tenis. A Gauss le llamaban así porque el resto de matemáticos le envidiaban porque parecía hacerlo de una manera divina, todo le salía como sin esfuerzo y el resto no podía hacerlo así. Alcaraz tiene ese punto. Estamos aquí todos sufriendo, matándonos para llegar y tú tienes esa gracia que parece que te sale sin más".
Ese superdotado del tenis, el chico que no es como los demás, mañana se plantará en la pista central del All England Tennis Club a jugar la final de Wimbledon contra Novak Djokovic, el más grande de esto. Ya le ganó una vez y, con todo dicho, a nadie ya le sorprendería que pudiese repetirlo.