WIMBLEDON

Alcaraz no necesita sacar el genio para ganar a Paul y meterse en semifinales

El jugador español fue subiendo su nivel poco a poco después de un primer set gris hasta abrumar a su rival.

Carlos Alcaraz sirve contra Paul. /AFP
Carlos Alcaraz sirve contra Paul. AFP
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Londres.- El tenis es, por encima de todas las otras cosas, una prueba de resistencia. Y eso implica que cuando se juega a cinco sets es más tenis que nunca. No solo hay que jugar bien, hay que hacerlo con regularidad durante varias horas. Por el camino van ocurriendo decenas de cosas, pequeños detalles insignificantes que, sumados, terminan llevando al resultado final. Un resumen de unos pocos puntos puede ser muy espectacular, pero no cuenta una historia.

Carlos Alcaraz ya es semifinalista de Wimbledon tras vencer a Tommy Paul por 5-7, 6-4, 6-2 y 6-2. Cumple con lo que se espera de él, tercer cabeza de serie y vigente campeón, pero ese titular no es más que una pincelada de este cuadro. Alcaraz a ratos ha jugado bien, a ratos ha sobrevivido. Para un tenista es importante saber combinar ambas cosas. Imprescindible incluso.

El genio de Carlitos salió más al final, desde el tercer set, cuando la balanza ya empezaba a desequilibrarse a su favor fue el momento en el que de verdad empezaron a aparecer esas derechas velocísimas, algún passing de carácter y, en general, el juego fluido y fácil que caracteriza a este elegido. Antes de eso había sido un partido pastoso, de intercambios largos y escasos ganadores, un partido de mono de trabajo más que de esmoquin.

Resumen Carlos Alcaraz cuartos de final Wimbledon. Reuters

Es un poco absurdo decir a estas alturas que Alcaraz no está del todo bien, pues acaba de llegar a las semifinales del torneo más importante del mundo, pero es que no está del todo bien. Los dos primeros sets fueron un ejercicio de supervivencia, el clásico día en el que el tenista -especialmente el buen tenista- tiene que asumir que todos los puntos se extenderán y que los juegos tenderán al empate, sin que se desate el drama, pero también sin imponerse del todo.

Es cierto que las condiciones que se están dando estos días no son del todo favorables para Alcaraz. Londres ha decidido que el verano es un estado mental y ofrece lluvia de primero, de segundo y de postre. Eso hace que el techo se tenga que cerrar, lo cual no modifica del todo las condiciones pero sí lo suficiente como para incomodar. Lo ha dicho Alcaraz estos días, también Djokovic, en un mundo ideal hace un poco más de calor y desde luego mucha menos lluvia. Paul ha ganado un par de torneos bajo techo y controla mejor las condiciones. No tan mejor como para ganar, claro, pero sí para igualar un poco todo.

En ninguna estadística se sale Alcaraz estos días, aunque más o menos va equilibrando todas lo suficiente para ir sacando los partidos. Y sin mucho sufrir tampoco, porque Paul ganó el primer set y complicó el segundo, pero llegó un momento en el que se dio cuenta de que no iba a poder resistir.

El americano es un jugador curioso, no muy brillante en nada pero bastante consistente, a base de derechazos en carrera iba logrando domar a Alcaraz en algunos momentos, cuando las piernas todavía tenían energía y llegaban a todas partes. Esto, lo de las piernas, es uno de los grandes secretos del tenis. No es tan espectacular como tirar bolas a la línea, pero lograr pegar la pelota con los pies parados con cierta regularidad es la mejor manera de dominar los encuentros.

Paul fue agresivo, porque nadie piensa que se pueda ganar a Carlitos si no se es agresivo. La verdad es que siéndolo tampoco aseguras nada, pero por lo menos sales de la pista con la sensación de que lo has intentado de verdad, de que has sido capaz de rugir y morder, aunque sea un rato.

Alcaraz, con su repertorio fantástico y sus piernas ligeras, se ha vuelto a plantar en unas semifinales de Grand Slam. Quizá la mayor firma de su talento sea que esto parezca rutinario. Es un niño de 21 años, la edad en la que para el resto de los tenistas todo es nuevo y brillante, cualquier victoria parece un hito y no hay que preocuparse del qué dirán porque nadie te conoce. A él le pasa todo lo contrario, con 21 años lleva sobre su espalda el peso de ser el presente del tenis, el jugador -con el permiso de Djokovic- sobre el que todo orbita.

Suena durísimo, porque lo es, pero sorprendentemente él afronta todo esto con una sonrisa de oreja a oreja, como si no se estuviera enterando del todo de lo importante que es ahora mismo. No es ese el error, basta con escucharle unos minutos para saber lo consciente que es de todo. No, no es eso, es simplemente que ha nacido para esto, que es el elegido, el único que podría afrontar con naturalidad todo lo que le está pasando.

Es verdad, en este Wimbledon solo se han visto fogonazos del mejor Alcaraz, no ha tenido ningún día de esos en los que solo reina el disfrute. Los grandes campeones son exactamente esto, los que en cualquier tarde corriente son capaces de hacer historia. Y ahora, que pase el siguiente, que es Daniil Medvedev. Los dos se vieron el año pasado en el mismo lugar, en la misma escena. Alcaraz lo destrozó. Es el objetivo una vez más.