Carlos Alcaraz mete la directa hasta la final de Wimbledon
El jugador español dominó a Medvedev (6-7, 7-3, 6-4 y 6-4) y demostró que en los días grandes no conoce ni el miedo ni las desconexiones
![Alcaraz celebra un punto contra Medvedev. /EFE](http://s2.sportstatics.com/relevo/www/multimedia/202407/12/media/cortadas/alqui-R8OXYWcR4RbdwO7lKVYmPzJ-1200x648@Relevo.jpg)
Londres.- Hay un momento en el tercer set, con la ventaja de Alcaraz sobre Medvedev ya afianzada, en el que el jugador murciano se equivoca fatalmente en un remate y lo manda a la red de un modo absurdo. El público suelta un "oooooh" entre confundido paternal y él se cubre la cabeza con los brazos, como pidiendo que nadie le mire. Se oyen algunas risas en la grada ante el gesto de Carlitos, que es bastante tierno.
Increíblemente, en medio de toda la épica y la tensión, en un momento en el que se espera más seriedad que en una sesión solemne del parlamento, la gente encuentra un momento de distensión y gozo. Este es Carlos Alcaraz, el tenista que hace feliz a la afición, el que es capaz de hacer salir con una sonrisa del partido a cualquier fan del tenis. Es también el primer finalista de Wimbledon, vuelve tras su victoria del año pasado después de derribar el muro de Medvedev por 6-7, 6-3, 6-4 y 6-4.
El incontenible carisma, la palabra parece fabricada para ponérsela en la acreditación del torneo, no serviría de nada sin un talento desbordante. Es posible que al leer estas frases piensen que hay un exceso de adjetivación, pero es que es difícil contarlo de otra manera. Un poco más adelante se explicará la derecha, las piernas y el revés, las ventajas de su juego en comparación con el resto de los mortales. Pero más allá de las partes, de los detalles, de la mecánica, está el conjunto, la homérica figura de un chico de 21 años capaz de lograr lo extraordinario sin esfuerzo aparente.
Daniil Medvedev es un gran tenista, ha sido número 1 del mundo, ha ganado grandes torneos y a nadie se le escapa que es un dolor de muelas para el rival, tan capaz él de devolver una y otra y otra vez la pelota. Llega a las semifinales de Wimbledon sin muchas dudas y parece un rival importante, pues ya ha ganado otras veces a Alcaraz. Sin embargo, e incluso cuando va por delante, no le da. Y todos en la pista central del torneo, esta vez descubierta y con algo de brisa, parecen saberlo.
Juega a lo que le deja jugar el español, intenta alargar los puntos porque esa es la fórmula que mejor le funciona en su carrera. Espera que llegue la impaciencia de su rival, que empiece a fallar bolas, que se desespere cuando es capaz de recuperar alguna pelota potente. El problema de la paciencia en el tenis es que no permite un plan b, si el otro no falla, si siguen entrando las bolas una detrás de otra, todo se desmorona. Incluso la propia autoconfianza, hay momentos en los que la mirada se eleva por encima de la red y el cerebro empieza a susurrar "no te empeñes, es mejor que tú".
El deporte individual tiene estas cosas, cuando el otro está por encima de ti no tienes espacio para mirar a tu lado y pedir consuelo. Lo intentas todo el rato, pero cuando ves que tantas veces se supera empiezas a pensar que no hay intentos suficientes, que si no lo estás consiguiendo es, simple y llanamente, porque no tienes esa capacidad.
Medvedev no puede jugar a lo de Alcaraz, Alcaraz no quiere jugar a lo de Medvedev. No es un detalle menor, el español tiene la capacidad de jugar rápido o lento, de meterse en un peloteo eterno o de resolver con dos sartenazos seguidos. Si se exige ritmo, ritmo, si hay que cortar se corta. Y si algún día viene un extraterrestre con una capacidad inaudita para jugar al tenis, también encontrará la manera de hacerle daño. Pensaríamos que ese extraterrestre es Alcaraz si no fuese porque sonríe como un humano, habla como un humano, tiene todas las características de un artista y ninguna de un robot.
No está todavía perfecto Alcaraz, aunque se le parece mucho. En el primer set no fue capaz de meter los primeros servicios, anduvo por debajo de un 40%, y eso le condenó. Es darle demasiada ventaja al rival y a pesar de que él también fue capaz de romper, terminó un poco perdido en un tie break en el que, sorprendentemente, prácticamente ni fue capaz de competir. El ruso, en todo caso, está nervioso desde el principio. Es consciente de la magnitud del reto y en una de esas lo paga con la juez de silla. No es una guerra psicológica, Carlos no juega a esas cosas, es que todo el mundo se desquicia ante un examen imposible.
Tampoco estuvo perfecto aprovechando sus oportunidades. Cada bola de break que tenía en contra Medvedev lograba encontrar la manera de romper. Para Carlitos, raro en él, era más complicado, no terminaba de conseguirlo y necesitaba muchas oportunidades hasta ponerse por encima. Momentos concretos, golpes esporádicos, la verdad es que durante todo el partido Alcaraz fue demostrando cierta superioridad, en ocasiones importante superioridad, atenazando a su rival desde una derecha potentísima y realmente precisa, de esas que con mucha frecuencia hace levantarse el polvo de las líneas que tan bien se ve en Wimbledon.
Un paso más
Alcaraz está en la final y eso quiere decir que queda un partido más. El mantra deportivo cuenta que nunca hay que adelantarse, que hay que ir pasito a pasito derribando rivales. Ha entrado ya en la fase del torneo en el que las desconexiones son realmente lesivas. Quizá por eso ha dejado de tenerlas súbitamente.
En el partido contra Medvedev pudo tener momentos en los que no estuvo finísimo, sobre todo en ese primer set, pero en ninguno fue por dejarse ir. Es plenamente consciente de lo que se juega y de su capacidad, por eso también esas lagunas que en ocasiones se cuelan en los titulares son menos peligrosas de lo que parecen. "¿Qué pasará si llegan en los partidos más importantes?" nos preguntamos todos desde fuera. La respuesta es que no llegarán, si pierde no será porque se desenchufe.
Queda una variante más en todas estas cosas, no solo es un monstruo competitivo, también es uno de los jugadores más bonitos que el tenis ha dado. Su derecha es un martillo, sirve con muchísimo talento, tiene unas piernas rapidísimas que le permiten pegarle siempre en equilibrio a la bola. Es el Bolshoi vestido de blanco, no es una manada porque esto es algo mucho mejor coordinado.
Ahora por delante está la final, que busca rival. Djokovic es el principal candidato, otro superdotado. Si vuelven a cruzarse no se puede descartar otro partido para la historia. Por la edad del serbio es posible pensar que este no será uno de esos enfrentamientos eternos en el tenis, pero sin duda las veces en las que se vean la intensidad será extrema. Los dos son unos privilegiados para la práctica de este deporte.
Alcaraz niega ser el salvador del tenis, quizá porque tampoco este deporte necesita realmente un salvador, pero si de verdad lo requiriese es difícil imaginar alguien mejor que él para ejercer ese papel.