WIMBLEDON

Djokovic se ha resignado a ganar la batalla de la popularidad a Federer y Nadal

El serbio se enfadó el lunes con el público de Wimbledon, la catedral del tenis, y lanzó un aviso: "He estado en pistas mucho más hostiles, no me podéis tocar".

Novak Djokovic hace el gesto de tocar el violín tras vencer a Rune en Wimbledon. /REUTERS
Novak Djokovic hace el gesto de tocar el violín tras vencer a Rune en Wimbledon. REUTERS
Nacho Encabo

Nacho Encabo

En el documental 'Federer: los últimos doce días' hay un momento en el que el suizo explica a la perfección cómo Novak Djokovic reventó ese cuento de hadas que era la rivalidad que estaba construyendo con Rafael Nadal. La irrupción de Djokovic a finales de la década de los 2000 puso todo patas arriba, acabó con el binomio y el serbio terminó convirtiéndose en el villano perfecto. Mientras Federer y Nadal encarnaban el lado bueno de la historia, Nole era el malo. Batman y Robin contra el Joker.

"Supongo que era el aguafiestas de los fans de Rafa y Roger. Había mucho cariño por Rafa y Roger en aquel momento, así que cuando Novak llegó, probablemente mucha gente dijo 'No necesitamos un tercer jugador, estamos contentos con Roger y Rafa'", dice Federer durante el documental que se acaba de estrenar en Amazon Prime.

"Llegó Novak con esa personalidad tan fuerte y esa determinación increíble, queriendo ganar a cualquier precio. Sé que esto fue algo por lo que a mí me criticaron mucho. ¿Por qué no luchaba más cuando perdía? No entendía muy bien lo que eso significaba. ¿Tengo que gruñir? ¿Tengo que sudar más? ¿Tengo que gritar más? ¿Tengo que ser más agresivo con mis rivales? ¿Qué es lo que tengo que hacer? Lo intenté, pero todo fue una actuación", añade el suizo. "Yo no soy así. No es mi personalidad. Para otros jugadores, tal vez sea más fácil mostrar eso. Es como algo que está arraigado en su ADN. Creo que a Novak también le impulsó esa relación con los aficionados. Creo que asustó a ciertas personas con su personalidad".

El último derrape de Djokovic: “No me podéis tocar”

Desde que se presentó al mundo, Djokovic tuvo que crecer con ese lastre en la mochila. Nadal siempre tuvo unos modales exquisitos, mientras que Federer supo apaciguar el volcán que tenía dentro. De joven, el suizo era rebelde, perezoso, rompía raquetas y bebía más de la cuenta. "El que trabajó su cabeza merece el Premio Nobel", llegó a decir el tenista argentino Guillermo Coria. Pero Federer encontró la forma de moldear su imagen hasta el punto de que ha quedado en el imaginario colectivo como el deportista perfecto tanto dentro como fuera de la pista.

"Sé que estaban animando a Rune, pero también era una excusa para abuchearme a mí. Llevo en el circuito más de 20 años, me sé todas las tácticas, todos los trucos, sé cómo funciona"

Novak Djokovic

Djokovic también ha intentado cambiar esa percepción que buena parte del mundo tiene sobre él. Nole se ha esforzado por caer bien, ha dibujado corazones en la tierra batida de París y se ha comido hasta la hierba de Wimbledon. Pero sus salidas de tono, sus raquetazos a los aros olímpicos en Tokio 2020, su descalificación del US Open por dar un pelotazo -involuntario, eso sí- a una jueza de línea y sus enfrentamientos con el público han copado muchas más portadas y titulares. No ha podido quitarse el cartel del enemigo.

El lunes, en la pista central de Wimbledon, la cuna de la elegancia y los valores del tenis, el serbio volvió a derrapar. Aunque ya había tenido episodios similares, su reproche al público después de una victoria bastante plácida camino de los cuartos de final (6-3, 6-4 y 6-2 sobre Holger Rune) demuestra que Djokovic ya ha tirado la toalla en la batalla por la popularidad. Como si la retirada de Federer en 2022 y el inminente adiós de Nadal -aunque conviene poner muchos asteriscos- le hubiesen descargado esa presión de tener que caer bien.

"A toda la gente que ha sido respetuosa le deseo una buena noche, muchas gracias desde el fondo de mi corazón. A los que me han tratado sin respeto a un jugador, en este caso a mí, les deseo 'Goooood night, goooood night'", dijo Djokovic en la entrevista a pie de pista, alargado las letras como imitando el sonido del abucheado. El serbio entendía que parte de la grada le había abucheado.

El entrevistador le respondió que el público había animado a Rune y que quizás había confundido los gritos de "¡Ruuune!" con un abucheo, que de ninguna manera le habían faltado el respeto. Pero Djokovic estaba caliente: "Sí, me lo han faltado, sí. No lo acepto. Sé que estaban animando a Rune, pero también era una excusa para abuchearme a mí. Llevo en el circuito más de 20 años, me sé todas las tácticas, sé todos los trucos, sé cómo funciona. Yo me centro en la gente respetuosa que ha pagado una entrada para venir y ver el partido y que ama el tenis. La gente que aprecia a los jugadores y el esfuerzo que ponen en ello".

"He estado en pistas mucho más hostiles que esta, no me podéis tocar", acabó diciendo el serbio. No se recuerda un desafío así a la grada en la catedral del tenis. Y viene nada menos que del jugador más exitoso de todos los tiempos, un tipo que ha ganado siete veces en el césped de Londres. La batalla de los números la tiene ganada. La de la popularidad, perdida.