WIMBLEDON

La vida más dura de un tenista de élite cuando 'desaparece' del ranking: "Si no lo haces bien igual se te acaba esto"

Más allá del puesto 100 de la clasificación mundial conviven tenistas en ascenso con otros pasando malas rachas. La incertidumbre es máxima.

Roberto Bautista, en su partido de segunda ronda en Wimbledon./EFE
Roberto Bautista, en su partido de segunda ronda en Wimbledon. EFE
Gonzalo Cabeza

Gonzalo Cabeza

Londres.- Maxime Janvier es un jornalero del tenis, uno de esos jugadores que pusieron todos sus esfuerzos en ser profesionales del deporte y se quedaron en los márgenes. Ni sí, ni no. Ahora mismo vive en el ranking 225 del mundo, pero tiene motivos para estar contento, pues pasó la fase clasificatoria de Wimbledon y entró en el cuadro final. La alegría fue relativa, porque cuando L'Equipe se puso a preguntarle se encontró a un chico hastiado, con una vida que no se parece en nada a lo que soñó y que es más una carga que otra cosa: "El tenis me disgusta mucho, me decepciona. Cuando era más joven no pensaba así en absoluto. Nunca me habría dedicado al tenis si lo hubiera sabido".

"Hay una falta de estabilidad permanente. Puedes ser el 50 y al año siguiente el 800 del mundo. No puedes dar nada por sentado y no hay protección. Ya no espero nada de este deporte. Cuando era más joven, amaba el tenis. Hoy, me parece muy injusto", remataba el todavía joven jugador.

Su caso es algo extremo, porque la frustración no suele ser tan elevada y la expresión de la misma normalmente llega algo tamizada -a los deportistas no les gusta mostrarse tan abiertamente, en parte por el qué dirán- pero es evidente que muchos tenistas cuando se encuentran más allá del número 100 de la lista mundial sufren.

Roberto Bautista es hoy el número 125 del mundo, pero es un jugador de élite, llegó a estar noveno del ranking. El pasado año una lesión le apartó del circuito durante varios meses. Ahí vio cómo cada semana su casillero de puntos sumaba un cero y su posición caía y caía hasta un lugar en el que ya no tenía entrada en los torneos más importantes del calendario.

"Ostras, después de haber estado lesionado y haber tenido problemas hasta prácticamente febrero... tenía 500 o 600 puntos que defender en tres meses, la verdad es que jugar con esa responsabilidad de que en tres meses si no lo haces bien igual se te acaba esto o te vas al 300 o el 2002, pues la verdad que ha sido difícil", explica. Es decir, se encontró en primavera que si no lograba hacer resultados rápidamente, aún volviendo de su lesión, igual sonaba la campana y tenía que dejar para siempre un deporte que ama profundamente.

"Es algo que no lo he dicho, pero lo he llevado por dentro y la verdad que ha sido he hecho un gran trabajo estos meses", terminaba Bautista que, por haber pasado dos rondas en Wimbledon, ahora mejorará sus números y podrá encarar lo que le queda de temporada con algo más de oxígeno. Va a poder evitar ir a torneos de poco nivel, como los Futures, no va a necesitar que le otorguen wild cards...

Porque aunque Bautista es un jugador de ilustre carrera, su historial no gana partidos por sí mismo. La zona en la que se ha movido este año en el ranking, de la que ahora está cerca de escapar, es en sí misma un laberinto lleno de trampas.

"El tenis está muy igualado, hay ahora un grandísimo nivel es muy difícil sumar cada semana. Hay veces que no consigues ganar, pero yo creo que es muy importante perder bien y eso te da confianza para la semana siguiente jugar a gran nivel, ir cogiéndote, ir acumulando minutos de competición", relata.

El caso Badosa

Paula Badosa tiene un máster en estas mismas lindes. Como le ocurre a Bautista, ella de repente apareció en una zona fría de la clasificación mundial por una concatenación de lesiones, malos momentos y resultados adversos. Una serie de catastróficas desdichas. Está en el puesto 98 del mundo aunque, como Bautista, el buen resultado en Wimbledon probablemente le ayude a asentarse mejor en el top-100, con todo lo que eso conlleva.

En esas posiciones los cambios son constantes y se pueden dar altibajos muy grandes. Un buen resultado te empuja una decena de puestos pero fallar un torneo que en el ejercicio anterior te fue especialmente bien es un lastre en el tobillo que te empuja hacia el fondo. Las posiciones de la lista mundial no son solo un concurso de egos, sino también indican en qué torneos podrás entrar y en cuáles no. Y eso lo es todo.

Badosa da una representación brutal de lo que ha sido su situación estos últimos meses: "Estar fuera del 100 es otro circuito. Primero ya no entras en los Grand Slam, económicamente para jugadores así es muy difícil. No juegas en las pistas grandes. En mi caso, no juego en los partidos grandes, que es lo que al final yo quiero. Jugar esos partidos, es lo que me motiva", explicaba después de vencer a Fruhvirtova, sin muchos problemas tenísticos pero bastante cabreada.

Su análisis sobre el ranking es parecido al de Bautista, esa ansiedad del todo o nada. "Cuando no encontraba esa continuidad y me venía la gira de tierra, que era donde tenía algo de puntos, donde me mantenía un poco, pues obviamente ahí estaba un poquito más agobiada. Y ahora, sabiendo que más o menos ahí lo he cubierto, puedo jugar con esa tranquilidad y sabiendo que todo lo que me viene ahora, pues me suma", decía tras su primer partido en este Wimbledon.

Hay una parte tenística, de puro juego, pero en alguien con el talento de Paula Badosa quizá lo más complicado es la parte emocional. "Una vez cuando ya has saboreado estar arriba, volver atrás es difícil de gestionar. Tienes que tener una parte también de humildad, de aceptación muy grande, porque si no la tienes volver ahí es imposible", cuenta Badosa.

Estos meses, con la importante lesión en la espalda, todos esos momentos han ido pasando por su cabeza. "Mentalmente, quieras o no, se te va la confianza. Es algo que yo tampoco me lo esperaba porque yo siempre he pensado que la confianza se te va si pierdes. Pero no, cuando te alejas un poco de la competición, también te sientes un poco perdida y la confianza se te va y eso también me costó mucho recuperarlo. Yo creo que mi punto de inflexión grande es cuando llego en la gira de tierra. El torneo de Madrid a mí me hizo mucho daño. Venía de una lesión y estuve muy mal, pero yo creo que ahí fue mi punto de inflexión", analiza la jugadora.

"A veces te tienes que pegar la mayor hostia para salir adelante", añade, dejando la frase en el aire. Badosa ha jugado pocos torneos satélites, ha hecho lo posible por mantenerse en los cuadros principales, aunque en muchas ocasiones tuviese salidas rápidas y no le diese para lograr puntos. "Al final mi objetivo no es estar 90 del mundo", ha dicho estos días.

Badosa y Bautista pertenecen a una casta dentro del tenis, los que han llegado arriba. Otros, como Bouzas, también están actualmente en la bisagra del número 100, pero en su caso, con 21 años, más que nada porque va en ascenso. Ha ganado dos partidos en Wimbledon, el primero de ellos desarbolando a Vondrousova en la central. Son sus mejores días y repite una palabra una y otra vez: disfrutar.

"Es que si no disfruto estos momentos, ¿cuáles voy a disfrutar? Me refiero, al final este deporte es muy duro, por desgracia se pierde prácticamente todas las semanas, entonces cuando hay cosas tan bonitas como esto y cosas que llevas soñando tanto tiempo, es que lo único que puedo pensar es en disfrutarlo al máximo", explica.

Algo similar decía el fin de semana anterior Alejandro Moro. Él ha ido poco a poco creciendo en los ránkings, pero quizá es el que mejor conoce ese lugar de la clasificación en el que no luchas por la gloria sino por ganarte la vida.

"Yo creo que hay dos tipos de jugadores. Unos que vamos un poco más pasito a pasito, poco a poco. Y luego hay otros ques hacen un par de semanas buenas en el año, suben mucho en el ranking. Y luego con eso van aguantando el resto del año. Yo creo que soy un jugador más de poquito a poco, de ir creciendo mi nivel poco a poco". Empezó en futures, ya juega challengers, el siguiente paso es aparecer en un ranking por el que tenga acceso a circuitos ATP.

Y ahí, sin previas, sin torneos pequeños, sin fines de semana en clubs de socios en los que se juegan torneos a los que nadie acude, poder pensar por fin que todo valió la pena.